Capítulo 6

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Llegamos a mi casa un momento para coger mi mochila y nos fuimos a casa de Raúl para hacer deberes y así tener libre el fin de semana. Aún no había ido a su casa ninguna vez, por lo que estaba un poco nerviosa y con ganas de verla, sobre todo su habitación.

Me sorprendí al ver que no vivíamos tan lejos como pensaba, estábamos a sólo cinco minutos de distancia. El portal de su bloque de pisos era largo y estrecho, pero lo disimulaba al tener espejos a ambos lados. Subimos en el ascensor hasta el cuarto piso y se detuvo para abrir la puerta con la letra C encima del marco.

Al entrar, lo primero que llamaba la atención era la sencillez y armonía de colores que había. Las paredes del pasillo estaban pintadas de un color amarillo pastel, que conjuntaba con el parqué marrón claro del suelo, al igual que las puertas y los cuadros de las paredes. A mano derecha estaba el salón y a mano izquierda, la cocina y el comedor. Al fondo del pasillo estaba la habitación de sus padres y, un poco antes, a mano izquierda, se hallaba su habitación.

Era muy amplia, con las paredes pintadas en un tono de azul claro. La cama estaba en frente de la puerta, con una ventana a cada lado de ella adornadas con visillos blancos; a mano izquierda estaba el armario y, detrás, la puerta del cuarto de baño; y a mano derecha tenía un estante con libros, una minicadena con dos altavoces, unos CDs y algunas fotos; a continuación había un largo escritorio con un portátil, una impresora, un flexo y unos folios encima de él.

Dejamos las mochilas al lado del escritorio y fui un momento al baño. Éste era bastante amplio: tenía un plato de ducha con una mampara de estampado abstracto y un lavabo rodeado de una placa de mármol beige, a juego con las paredes.

Cuando salí, Raúl ya había subido las persianas de las ventanas, se había traído una silla para mí y había puesto Europa FM en la minicadena. En ella estaba sonando "Mal de amores" de Juan Magan y me puse a cantarla.

Te he llamado en ocasiones

Y tú nunca has respondido

Deja a un lado el mal de amores

No es pa' tanto lo que pido

No hace falta que me escuches

Sólo que estés a mi lado

Si no estás conmigo ahora

Es por errores del pasado...

En ese momento, Raúl me sorprendió abrazándome por la cintura y, acercando su boca a mi oreja, me dijo:

-Me encanta cómo cantas. Parece la voz de un ángel.

Mi corazón se empezó a acelerar cuando, después, bajó su cabeza y me besó en la parte sensible de mi cuello. Daleé el cuello para darle mejor acceso a él, pero pronto empezaron a aumentar mis ganas de él, así que mee di la vuelta y, nos fundimos en un beso durante un rato muy largo. Él me sujetaba por la cintura, achuchandome contra él, y yo llevé las manos a su pelo para allí entrelazarlas, acercando su cabeza más a mí.

La canción "Don't Stop" de 5 Seconds Of Summer proveniente de mi móvil nos separó. Sabía quien era, así que directamente contesté:

-Dime, mamá.

-¡María! ¿Dónde estás? - dijo muy deprisa. Me preocupó el tono que utilizó, algo malo pasaba.

-Estoy en casa de Raúl, ¿porqué?

-A tu abuela le ha dado un infarto y voy con ella de camino al hospital. Quédate con él. Ya te llamaré cuando tenga noticias de algo.

-E... está... está bien, mamá. Aquí estaré. Llámame pronto.

Al colgar, me senté en la cama y Raúl, que había estado ordenando un poco el escritorio mientras yo hablaba, se sentó a mi lado. Cuando le expliqué lo que pasaba me eché a llorar, sin poder creer que aquello me estuviera pasando a mí. Que a mi abuela, una mujer llena de vitalidad y amor, le pasara esto, me afectaba mucho.

Conseguí recuperarme pronto gracias a Raúl y nos pusimos a hacer deberes, tanto de la academia como del instituto. Al terminar, dispuso de cenar, pero me daba un poco de vergüenza ya que estarían sus padres, Rosa y Juan Antonio, también. Desde el primer momento fueron muy amables conmigo. lo que hizo que me sintiera más cómoda. La cena fue empanada de atún, hecha por Rosa. Les ayudé a recoger la mesa, pese a que ellos insistieron en lo contrario y, al terminar, llamé a mi madre, ya que ella no lo había hecho.

No tenía ni buenas ni malas noticias. Estaban aún haciéndole pruebas a mi abuela, por lo que aún no tenían un diagnóstico concreto. Sabía que esa noche me costaría dormir, pero era algo a lo que estaba empezando a acostumbrarme. Decidí distraerme un poco, por lo que le pedí a Raúl que me dejara su portátil, ya que el mío se quedó en mi casa. Navegué un poco por Internet, para actualizar mi perfil en las redes sociales y para comprobar mi correo. En él descubrí que mi amiga Georgia, de Gales, me había escrito con nuevas noticias suyas.

Georgia es una muchacha que vino a mi pueblo durante un trimestre. Se había mudado porque su madre había conseguido un trabajo aquí, por lo que se tuvo que venir con ella. Al principio de su llegada no hablábamos mucho, pero luego, gracias a mi nivel de inglés, nos hicimos muy amigas. Cuando se fue, decidimos intercambiar direcciones de e-mail y, desde entonces, mantenemos una amistad a distancia y, por supuesto, hablamos en inglés. En este mensaje, me contaba que su madre le había dado permiso para que, si algún día iba a Gales y seguíamos en contacto, me quedara en su casa por unos días. Le respondí y, cuando se envió, apagué el ordenador y lo puse donde estaba.

De vuelta a la cama, apareció Raúl por la puerta del dormitorio:

-¿Te vas a acostar ya? -preguntó.

-Sí, aunque aunque creo que me va a costar coger el sueño. Con todo esto de mi abuela... -dije, mientras me tumbaba en la cama.- Por cierto -dije incorporándome de repente,- ¿me puedes dejar una camiseta para dormir?

Me puse un poco roja al darme cuenta de lo que le había pedido, pero a él pareció que le hizo gracia ya que esbozó una sonrisa a la vez que articulaba un "claro" y se daba la vuelta en dirección al armario. Sacó una camiseta básica de manga corta azul claro. Le dí las gracias cuando la cogí y me fui al baño a cambiarme. me quedaba bastante bien, aunque un poco larga y ancha.

Cuando salí, él aún estaba en su estantería, trasteando algo en la minicadena. Me tumbé boca abajo en la cama y poco después vino a sentarse a mi lado, me subió la camiseta hasta la altura del sujetador y empezó a pasar las yemas de sus dedos por el trozo de espalda que estaba descubierto. Instantáneamente se me erizó el vello y un escalofrío me recorrió el cuerpo.

-Si intentas que me duerma, así no vas a conseguir.

-¿No? Vaya... Menos mal que tengo plan B.

Con algo que tenía en la otra mano, encendió la minicadena y la canción que empezó a sonar fue "A Thousand Years" de Christina Perri.

-Definitivamente quieres que me duerma.

-Sí- dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

En ese momento pude ver que lo que tenía en la mano era el mando de la minicadena. Cerré los ojos para así disfrutar de la canción y de sus dedos que aún seguían trazando patrones aleatorios por mi espalda. Cuando me dormí, la canción que sonaba de fondo era "Claro de luna" de Debussy.

Vida inesperadaWhere stories live. Discover now