Capítulo 3: El Palacio Imperial.

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En aquella elegante habitación llena de lujos, lo único que podía escuchar con claridad era mi respiración y el sonido que provocaba la taza al chocar con su plato. Bajo la atenta mirada de Víctor Pendragon bebía mi té con cierta incomodidad, pues ya llevaba más de quince minutos en esta situación tan peculiar.

A pesar de todo, no me sorprendía su actitud, el emperador era bastante conocido por ser alguien calculador. Ese aspecto más su inteligencia, astucia, fuerte carácter y sus grandes habilidades de combate fueron los que lo llevaron a erguir Eternea hace cien años atrás.

No obstante, tras unos cuantos minutos me percaté de que no estaba analizándome en sí, sus ojos rojizos estaban cargados de duda. No era la primera vez que ocurría, cada vez que cruzábamos miradas el emperador me observaba de la misma manera, aunque rápidamente pasaba a ser más cálido para guardar las apariencias.

—Su majestad, ¿acaso me ha convocado tan solo para observarme? —bromee algo cansada de la situación.

—En efecto. —afirmó, provocando que mis ojos se abrieran con sorpresa. —Ahora te ves igual a tu madre, por lo tanto, mi recelo hacia ti ha aumentado aún más. —confesó el vampiro ladeando un poco la cabeza.

—Su desconfianza me es desconcertante, sin embargo, he de admitir que me genera curiosidad. ¿Por qué desconfía de mí? A pesar de mí estatus, he hecho bastantes contribuciones por el bien de este imperio, además, el que ahora me parezca a mí madre no significa que sea como ella. —me defendí con firmeza.

—Charis era muy particular, se mostraba bastante abierta a ayudar en la Guerra del Poder, sus poderes eran atemorizantes hasta para mi, podía destruir toda una ciudad en menos de media hora. No obstante, a pesar de haber pasado tanto con los Negavit y estar a favor de la causa, no parecía querer hacerles daño, de hecho, les perdonó la vida a miles de esos seres, incluso cuando tuvo la oportunidad de matar Donovan lo dejo escapar. —explicó con el ceño fruncido.

—Su majestad, no quiero sonar grosera, pero me es muy difícil creerle tales acusaciones, de ser ciertas, mi padre ya me habría dicho algo tan importante. —declaré algo ofendida por las palabras del emperador.

—Joven Ainsworth, tu padre te ha escondido por años el gran poder que tienes dejándose llevar por una esperanza que ya se ha esfumado. Aparte, él está ciego de amor por tu madre, no importa que pasara, él nunca podía ver las intenciones maliciosas de Charis que todos podíamos ver. —tras decir aquello, su semblante se volvió serio y el ambiente paso a ser tenso. —Ahora tú estás aquí, portas su sangre y poderes, lo que me hace pensar que de alguna manera u otra influyó en ti para seguir sus pasos. Dime Castalia Ainworth, dame una razón para no mandarte a encerrar y mantenerte vigilada ahora mismo. —esas palabras frías hicieron que se me erizara la piel, estaba aterrada.

—Y-yo...—me detuve, tomé una gran bocanada de aire para calmarme, no debía titubear en este momento. Una vez me tranquilice, me puse de pie y mire a Víctor con firmeza. —Yo no soy como mi madre. —afirmé con el ceño fruncido. —Lo que haya hecho ella en el pasado no me define a mí en el presente ni en el futuro, sé muy bien lo que hicieron los Negavits y me niego rotundamente a la simple idea de simpatizar con ellos, por lo tanto, no me interesa seguir los malos pasos de la antigua duquesa. Y si teme a que use estos poderes en contra de Eternea, le juro no solo por el honor de la casa Ainsworth, sino por el mío propio que todo lo que haga será por y para el bien del imperio. —me justifique llevando mi mano derecha al pecho.

Nuevamente la situación de la mañana se dio, aunque con ciertas variaciones: tan solo podía escuchar mi respiración mientas aquel vampiro me analizaba en un silencio abrumador, no sabía que hacer más allá de mirarlo sin olvidarme de pestañear de vez en cuando. Su mirada penetrante parecía ver mi alma y descomponerla por pedazos, de vez en cuando ladeaba la cabeza y arqueaba una ceja, parecía algo confundió hasta que finalmente sonrió.

La Bruja de Sangre.Where stories live. Discover now