Capítulo Final: Una vida inolvidable.

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—Por aquí, su majestad

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—Por aquí, su majestad. —indicó una de las mucamas de aquella majestuosa mansión, guiando al nombrado hacia su destino.

Luego de un par de minutos caminando por los lujosos pasillos de ese hogar, finalmente se detuvieron ante una puerta de caoba de pomo dorado. Tras unos suaves golpes ejercidos por la muchacha sobre la madera, un "adelante" se escuchó del otro lado.

—Su excelencia. —saludó la sirvienta realizando una reverencia. —Su majestad, el rey Edmond Coldhide, ha llegado. —anunció antes de marcharse.

—Castalia Ainsworth, ha llovido bastante desde la última vez que nos encontramos. —habló el licántropo recibiendo una pequeña sonrisa por parte de la contraria.

Llevaba visitándola una vez al año desde hace ya diez años, no tenía realmente razones para hacerlo, pero al parecer a ninguno le disgustaba demasiado verse, aunque sea para charlar trivialidades por un rato en ese gran despacho.

De naturaleza observadora, Edmond siempre encontraba algo nuevo en cada uno de sus encuentros: la pared estaba pintada de otro color, había un escritorio nuevo, algunos libros fueron reemplazados por otros...Simplemente un montón de detalles comunes. La bruja ante él también terminó cediendo al paso del tiempo, ya sea un corte de cabello o unos pendientes nuevos, sus cambios eran pequeños, pero seguían siendo cambios.

No obstante, había algo en ella cuyo cambio lo llenaba de emoción: sus extraños ojos. Nunca eran iguales, siempre parecían empeorar a medida que la joven crecía. Carentes de la esperanza que alguna vez poseyeron, era la evidencia del largo y tortuoso camino que la gran duquesa Ainsworth estaba recorriendo.

—¿Cómo va todo en Spes? —preguntó la muchacha dejando a un lado todo el papeleo de su trabajo.

—Va bastante bien, la felicidad rebosa por cada calle. —contestó el rey sonriendo de oreja a oreja. —Nuevamente, gracias por esta oportunidad. —agradeció con sinceridad.

Después de un tiempo, la Región Oeste de Eternea pasó a ser el reino Spes. Un lugar que gracias a la sabiduría e inteligencia de Edmond prosperó y pasó a ser un lugar digno de ser el hogar de miles de negavits que en algún momento fueron oprimidos.

—Ha sido un placer para mí. —admitió la duquesa con una sonrisa en sus labios, que rápidamente se transformó en una mueca de decepción. —Me encantaría poder decir lo mismo de Eternea. —agregó soltando un suspiro.

—Mis condolencias por William. Realmente es una tragedia lo que ocurrió. —se lamentó el licántropo, recibiendo una mirada triste de la contraria.

—Gracias, aunque ya era algo que veía venir. —habló Castalia, restándole importancia al asunto. —Él no daba la talla para un puesto tan grande...Nunca la dio. —se mordió el labio inferior al recordar el estado en que lo había encontrado.

Un día, un mensajero del palacio imperial se presentó ante la bruja, quien en un santiamén pudo leer en sus facciones la preocupación que lo carcomía, algo que quedó remarcado en las palabras de ese vampiro: "El emperador no ha salido de su habitación en días, ni si quiera ha emitido un mero ruido. Nos ordenó no entrar allí, pero a este punto no podemos quedarnos de brazo cruzados.".

La Bruja de Sangre.Where stories live. Discover now