Capítulo 18: ¿Por qué luchas?

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Amarrada a una silla, observaba incrédula al hombre sentado delante de mí: ojos dorados, largo cabello grisáceo amarrado en una cola de caballo, facciones casi perfectas, vestido con elegante traje blanco que lo hacía parecer un rey

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Amarrada a una silla, observaba incrédula al hombre sentado delante de mí: ojos dorados, largo cabello grisáceo amarrado en una cola de caballo, facciones casi perfectas, vestido con elegante traje blanco que lo hacía parecer un rey. Simple y llanamente, era alguien inconfundible.

—Edmond. —murmuré sorprendida.

Aquel que guiaba a los enemigos de Eternea se encontraba sentado delante de mí agobiándome con su aura autoritaria. Aunque su semblante transmitía pura amabilidad, no podía dejarme engañar, pues la historia que cargaba sobre sus hombros era mucho más grande que su expresión brillante.

—Me alegra verte despierta. —su tono de voz era ronco, pero se mantenía elegante. —No sabes lo mucho que me emociona conocerte, Castalia Ainsworth. —confesó cerrando el libro que tenía entre sus manos.

—¿Qué quieres? —demandé entre dientes, atenta a cada uno de sus movimientos.

—¡Vaya! Que directa eres. —dijo con gracia, al parecer se estaba divirtiendo conmigo. —Ya que vas al grano, yo también lo haré con la siguiente pregunta. ¿Por qué luchas? —una de mis cejas se arqueo al escucharlo.

—¿A qué te refieres? —lo cuestione confundida.

—Tú y yo sabemos que podrías simplemente abandonar todo y vivir una vida tranquila, tal como Amoret te prometió. Pero estás aquí, con poderes que solo evocan un trágico recuerdo y un día a día envuelto en incertidumbre. —su semblante se tornó serio. —¿Por quienes te sacrificas tanto? ¿Acaso es por tu padre? ¿Calista? —

Me quedé en silencio analizando sus palabras, en ese instante no tenía nada que responder, a pesar de ello, estaba más claro que el agua.

Desde que nací se me impuso una misión: proteger el imperio con todo mi corazón. No importaba cuantas lecciones tuviera que tomar, el dolor que debiera sufrir o las noches en vela que debía pasar, todo eso era por el bien del territorio, pues el ver a las personas sonreír con satisfacción ante mi trabajo era el mejor de los pagos, eso lo aprendí en el Festival de la Gloria. No existía sacrificio lo suficientemente grande para mi persona cuando se trataba de la gente de estas tierras, incluso si se trataba de mi propia felicidad.

—Lucho por el pueblo de Eternea. —solté finalmente con firmeza.

—Es la respuesta que esperaba. —a pesar de sus palabras carentes de asombro, parecía satisfecho. —Probablemente alguna vez hayas escuchado o leído sobre mí, después de todo, Pendragon siempre se encargó de describirme como la peor escoria sobre la faz de la Tierra solo por no estar de acuerdo con su gobierno. ¿Y cómo no estarlo cuando solo beneficiaba a los vampiros y a todos los demás nos dejaba de lado? —indignado, se levantó de su asiento para colarse detrás mío con sus manos en mis hombros. —Sin embargo, no soy así realmente. De hecho, al igual que tú, yo lucho por mi gente. Así que no es una cuestión de querer adquirir poder con locura o gastar miles por diversión. —colocó su cara a un lado de la mia. —¿Sabes cuántos Negavits han muerto sin siquiera saber por qué? ¿Cuántos niños lloran al no entender porque se tienen que esconder mientras sus padres son asesinados protegiéndolos? Hay tanta gente involucrada en esto que no entiende ni un ápice de lo que pasa. Por eso es que estoy dispuesto a sacrificar a quien sea para que todos alcancen la felicidad. —me susurró en el oído, provocando que me revolviera en el asiento debido al cosquilleo.

La Bruja de Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora