❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos están cegando.
Hay muchas cosas que me gustaría decirte,
pero no sé cómo❞
-𝐐𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫. 𝐄𝐧 𝐜𝐮𝐞...
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Los cuatro amigos permanecieron sentados hasta que finalmente se detuvo el tren en la estación de Hogsmeade.
Se formó mucho alboroto para salir del tren: las lechuzas ululaban, los gatos maullaban y el sapo de Neville croaba debajo de su sombrero.
En el pequeño andén hacía mucho frío; la lluvia era una ducha de hielo. Seguramente los niños de primer año se estaban muriendo congelados.
¡Qué linda es Hogwarts!
Siguieron al resto de los alumnos y salieron a un camino embarrado y desigual, donde aguardaban al resto de los alumnos al menos cien carrozas, todas tiradas por magia, o al menos eso es lo que creía Amelie, porque cuando subieron a una y cerraron la portezuela, se puso en marcha ella sola, dando botes.
—¿Te sientes mejor Amy?—le preguntó suavemente Theo a su lado, los ojos de los tres chicos puestos en su amiga más pequeña.
Su hermano no logró subir con ella porque no había más espacio, así que tuvo que irse en otra carroza con su amiga rubia.
Seguramente no estaba muy feliz.
—Estoy mejor, aunque creo que Potter no tanto—respondió con sinceridad, agitando su mano con desinterés.
Draco enseguida bufó, comenzado a planear burlarse del chico que se había desmayado. Ni siquiera pensó que su amiga casi lo hace también.
—Era de esperarse que algo malo le pasara—se burló—El universo odia a Potter.
—Draco—regaño rodando los ojos, no quería escucharlo, pero este siguió en todo el camino hablando mal de Harry, provocando las risas de Theo y Blaise.
Amelie solo se limitaba a mirar la ventana aburrida.
Había pasado todo el verano queriendo volver a Hogwarts, sin imaginarse que terminaría en una situación rara con Potter y sus amigos.
Así no es como quería empezar su año.
Sin embargo, si algo bueno salió de aquel suceso fue que pudo tener una par de palabras con la hija de muggles.
Le parecía interesante, desde hace dos años.
Aunque nunca tuviera una conversación larga, más que en su primer año, cuando Hermione no entendía las diferencias entre ellas. Y se la pasaba observándola en clase, a cada hora del día.
Era raro.
Pero por alguna extraña razón, no quería que se detuviera. Sus ojos siempre eran tan cálidos, como si ya los hubiera visto antes.
