❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos están cegando.
Hay muchas cosas que me gustaría decirte,
pero no sé cómo❞
-𝐐𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫. 𝐄𝐧 𝐜𝐮𝐞...
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Amelie resopló con cansancio una vez más, había estado tratando de conciliar el sueño por más de tres horas, pero lo único que lograba era frustrarse.
Paso solo un día, desde su conversación con Hermione y, desde entonces, no ha parado de pensar en ella. Estaba comenzando a creer que sus actitudes eran demasiado tontas cuando se trataba de la castaña, sin embargo, no podía evitarlo. Además, aún tenía que preparar un regalo adecuado para su cumpleaños. Uno que de verdad le hiciera sentir algo, que le demostrara a Hermione lo importante que es para ella.
Así que, había tenido varias opciones. Desde ir a comprar la joya más preciosa a Hogsmeade, hasta llenar la habitación de Hermione con sus flores favoritas. (Esa última no sonaba tan mal.
Pero siempre pensaba que era demasiado ridículo.
—¿Augusta? ¿Estás ahí? —murmuró levantando la mitad de su cuerpo para ver el pequeño bulto que se acomodaba en sus piernas.
Gus soltó un maullido en respuesta.
Amelie suspiró, acercándose para empujar la cortina de su cama, con cuidado de no hacer ningún tipo de ruido que fuera a despertar a sus compañeras. Ella siempre era la única que dormida con la cortina cerrada, debido que su luz de noche molestaba a Pansy.
Cristina, por otro lado, nunca se molestaba con nada.
Amelie, revisó a sus dos amigas en sus camas. Observó la forma en que la rubia estaba acurrucada en su lugar, abrazando su almohada mientras murmuraba cosas incoherentes. Seguramente estaba soñado con golpear la cabeza de Orion repetidas veces.
Al otro lado de la habitación, Pansy estaba cubierta hasta la cabeza con sus cobijas, era difícil saber si estaba realmente ahí, sin embargo, Amelie supo que si, por la forma en que la manta subía y bajaba constantemente, además de los pequeños ronquidos que se escuchaban.
Con movimientos lentos, pero seguros, se deshizo de sus suaves cobijas, para levantarse de la cama hacía el baño. Necesitaba hacer algo importante y para eso, nadie debía escucharla.
Sus pies aterrizaron en la alfombra sin ningún tipo de ruido, se acomodó sus zapatos y camino hasta la puerta blanca, tropezándose un par de veces con las cosas regadas en el piso, que seguramente Pansy dejó.
No era la mejor que acomodar su desorden.
Una vez estuvo adentro del baño, encendió la luz, asustándose un momento por el reflejo de una toalla colgada.
