Capítulo 11

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Laura se apresuró en llegar a casa porque apenas disponía de poco más de una hora hasta la cita y pensó que sería buena idea darse una ducha para la ocasión. El sol apretaba para ser abril y nada quedaba de la tormenta de la pasada noche. Además tenía que comer y hacer deberes. Apretó el paso.

Mierda... las fotos... mi habitación... quizá esa chica esté en mi casa, quizá haya dejado la puerta abierta, quizá me haya robado mis cosas. Joder...

Laura llegó a su calle corriendo y con una gran bola de tensión en el estómago. La puerta de casa estaba cerrada, menos mal. Laura abrió y entró.

  - ¡Hola!
 
No hubo respuesta. No había ni un ruido.

Laura seguía muy nerviosa y recorrió su casa a toda prisa. Miró en armarios, detrás de las puertas, bajo las camas y dentro de la ducha. Nada. Nadie.

Finalmente reparó en la hoja de los garabatos, que estaba encima del teclado de su ordenador. Laura la sostuvo para verla mejor y vio que tenía garabatos nuevos: corazones, caritas estilo manga japonés y el nombre Daphne escrito en varios colores.
Laura tuvo que sentarse en la cama de la impresión. Además notaba una ligera fragancia a perfume de chica que jamás había olido en casa. Olía realmente bien.

Laura miró el reloj, se le echaba el tiempo encima. Fue a darse una ducha rápida y vestirse. No iba a tener tiempo de comer nada, además los nervios le habían quitado el hambre. Dejaría los deberes para luego. También quería leer relatos actualizados en wattpad, pero no tenía la mente para nada.

Solo para Daphne.

Laura salió de casa y echó a andar.

Había algo raro. Había algo extraño en el ambiente.

El sol estaba aún alto en el cielo azul intenso y hacía un agradable calor primaveral. Los árboles ya estaban cargados de brotes verdes y se veían flores por todas partes. Pero la intensidad y la nitidez de los colores resultaba un tanto sobrenatural, demasiado intensa. De la misma manera que las sombras en el suelo durante un eclipse de sol resultan extrañas, la intensidad de los colores refulgía en los ojos en esa tarde de abril.

Una mariposa monarca que revoloteaba enérgicamente llenó la visión de Lau de una estela naranja y negra. Esa mariposa podría perfectamente haberse escapado de su estómago, que era un manojo de nervios a punto de eclosionar.

Lau se adentró en el bosque.

Los árboles, ya medianamente cargados de hojas, proporcionaban bastante sombra, jalonada aquí y allá por monedas de luz que danzaban al ritmo de una suave brisa.
La tierra crujía levemente bajo las pisadas de Laura. No se veía a nadie más. Todo estaba tranquilo. Los pájaros cantaban. El puente estaba más cerca.

Los colores se seguían intensificando por momentos. El verde parecía querer estallar. Los dientes de león brillaban como el marfil, como estrellas en un universo verde.

Laura tomó uno entre sus manos y sopló. Las hebras volaron brillando como una ráfaga de nieve entre luces y sombras.

Siento como si todos los colores fueran a fundirse y escaparse.

Siento como si mi vida entera fuese a romperse en dos.

Esto no era una broma. Es realmente Daphne. Puedo sentirla desde aquí.

Laura siguió andando, ya sin precauciones, ya sin esconderse.

A lo lejos se atisbó el puente y sobre el puente había una chica, de espaldas.

Su cabello rizado refulgía al sol como el mismísimo fuego.

L.V . Daphne existe.

Daphne sintió la presencia de Laura y comenzó a girarse.

ESA NOCHE OCURRIÓ ALGO EXTRAÑOWhere stories live. Discover now