Capítulos 18 y 19

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Martes 27 de marzo de 2007, 20:33 - Relaciones

De camino a casa he llamado a Rafa. Lo ha dejado con Marta; es la tercera vez en lo que va de año que tiene que volver a casa de sus padres.

Se me ha puesto a llorar y no he conseguido que dejara de hablar de ella: de lo maravillosa que era y de lo mal que se había portado él... Lo típico. Si Rafa pudiera ver su relación desde fuera como la vemos sus amigos se daría cuenta de que está obsesionado –no creo que esté enamorado aún a estas alturas– con una mujer egoísta y manipuladora. Lo mejor que podría hacer es olvidarla.

Mañana hemos quedado para tomar unas Voll-Damms. Eso siempre le anima, aunque sea un poco.

Subiendo por la escalera me ha trepado por la garganta el ya familiar sabor a sangre. Al menos no me ha pillado en el tren.

Esta vez la sangre ha salido más espesa y oscura y ha dejado de manar antes que las otras veces. No sé si es buena o mala señal. Quizás debería buscar en Google sobre estos síntomas. Podría estar muriéndome y yo sin saberlo. Irónico, morirme justo ahora

que creo haber conocido a mi media naranja y cuando estoy a punto de convertirme en el primer superhéroe de la Tierra. Suena glorioso, joder.

Ahora que caigo, será difícil ocultar algo así en mitad de la naturaleza, durante tres o cuatro días. Tengo que inventarme algo, y que no suene muy chungo. Lo último que quiero es asustar a Sara.

Después de ducharme he puesto The Book of Secrets, de la mágica Loreena McKennitt, en la minicadena, y me he relajado en el sofá contemplando el mar. Poco después he cerrado los ojos y he dejado que la música me transportara a lugares lejanos, exóticos, donde la magia aún existe.

Y entonces ha sonado el timbre de la puerta, dándome un susto de muerte.

Era mi vecina Magda. Quería saber cómo estaba. Al parecer la dejé preocupada el sábado, al irme repentinamente. Le he agradecido su interés y le he dicho que estuviera tranquila, que ya estaba mucho mejor, y le he dedicado una de mis mejores sonrisas.

Finalmente ha sonreído también –pasados unos instantes de duda, en que ha parecido que me estuviera escrutando mentalmente– y me ha preguntado si quería cenar con ella mañana. He rechazado su invitación contándole a grandes rasgos la situación de Rafa y le he dicho que el jueves lo tenía libre.

Mientras bajaba las escaleras ha dicho, a modo de despedida:

–El jueves, pues. Ven a la hora que quieras. Y cuídate, Daniel. Tienes mala cara.

En cierto modo Magda me da lástima. Me cae bien, es del tipo de mujeres que siendo aún jóvenes y mostrando una ternura extraordinaria se encuentran solas, sin que uno llegue a comprenderlo. Debería salir y conocer gente, aunque no parece que la idea la entusiasme. Dice que prefiere quedarse leyendo. Yo, por mi parte, me he propuesto hacerle compañía cada vez que surja la oportunidad, aunque sea para compensarla por sus atenciones y sobre todo por su excelente comida.

Ahora voy a hacerme algo de comer, que mi estómago ya está protestando al pensar en la cena del jueves.

Miércoles 28 de marzo de 2007, 20:16 - Sin argumentos

De nuevo en casa. El último CD de Jack Johnson, In Between Dreams, suena en el ordenador. Suelo escucharlo cuando llego cansado. Sólo me bastan un par de canciones acompañadas de una cerveza para sentirme como nuevo.

Hoy he salido del trabajo un poco antes. No he podido terminar la maquetación de la revista en la que estoy trabajando, pero tengo hasta mañana al mediodía para entregarla. Espero llegar a tiempo.

A las seis de la tarde –más los diez minutos de rigor– Rafa se ha reunido conmigo en el Menta Negra. Me ha parecido que estaba más animado.

Hemos pedido dos cervezas y unas bravas y me he quedado mirándolo, a la espera de que empezara a contarme su versión de los hechos y me repitiera unas treinta veces lo imbécil que era y que no se merecía a alguien como Marta. En efecto, no se la merecía. En mi opinión se merece a alguien mucho mejor.

Pero esta vez Rafa me ha sorprendido. Ha sonreído un poco, apesadumbrado, y me ha dicho que no quería volver a hablar de ella. Nunca. Que hoy hablaríamos de mí y de lo que me estaba sucediendo últimamente.

Ha sido como si me quitaran un enorme peso, de varias toneladas, de encima.

–¿Cómo te encuentras? –ha preguntado. Directo al grano. No sería él si se hubiera andado con rodeos. Aquella pregunta significaba que se estaba reponiendo rápidamente; quizás sea verdad que ha terminado para siempre con Marta, aunque no lo tengo tan claro.

Le he contestado con un: «No me encuentro mal», y luego le he contado todo lo ocurrido desde el jueves. También le he hablado de Sara.

Se ha alegrado por mí sinceramente, a pesar de la situación que está pasando. Rafa es mucho más fuerte de lo que aparenta.

Después de un intensivo interrogatorio sobre Sara, tres Voll-Damms más tarde, ha vuelto sobre el «tema»:

–Bueno, vi lo que les hiciste a esos seguratas. Estaba allí. Pero aun así lo que tú crees que pueden ser poderes podría ser causado por algo menos... –se ha llevado la botella a los labios mientras buceaba en su mente en busca de las palabras adecuadas–. Menos fantástico –ha añadido dejándola sobre la mesa, como si con ese gesto reafirmara su declaración.

–¿Como qué?

–Como un subidón de adrenalina.

Sabía que me saldría con eso. Yo también lo he pensado. El ser humano, cuando es sometido a situaciones extremas es capaz de segregar grandes cantidades de adrenalina que le permiten realizar proezas sobrehumanas. Se han dado casos en que, por ejemplo, una persona ha levantado un coche a pulso durante unos segundos para sacar a alguien de debajo. Hay muchos casos parecidos, y están comprobados científicamente.

–¿Y qué me dices de que se me hayan curado las heridas de una pelea en dos días escasos, sin dejar ninguna marca?

«Esta vez te tengo», recuerdo haber pensado.

Pero no hay que subestimar a Rafa. Tiene argumentos y salidas para todo. Lástima que no sea capaz de aplicárselas a sí mismo. Se habría ahorrado cuatro años de comer mierda.

–No estaba allí y no sé lo graves que fueron esas heridas. Quizás no fueran más que magulladuras. Tú mismo me dijiste que no tienes ni idea de lo que pasó allí dentro. El shock podría hacer que exageraras las cosas un poco. O las hemorragias y las migrañas que dices que tienes a menudo desde hace una semana. Lo siento, pero eso no podemos tomarlo como prueba por ahora. Creo que deberías ir al...

–¿Y qué quieres que haga? ¿Que me tire a la vía del tren a ver qué pasa? –le he interrumpido, algo mosqueado. Me ha dejado sin argumentos. No quería ni pensar en que tuviera razón. Y mucho menos quería que me arrebatara la posibilidad de destacar sobre los demás. De marcar la diferencia.

Me ha observado durante unos minutos en silencio, mientras yo apuraba mi cerveza. Yo tampoco tenía nada que decir.

Al salir del bar parecíamos una pareja recién peleada. Iba a despedirme sin más cuando ha dicho, con esa media sonrisa suya, enigmática, que significa que le ha venido a la mente la idea que necesitábamos:

–Llamaré a Xavier.

http://hoymehapasadoalgomuybestia.blogspot.com/

arawna@hotmail.es - http://soyunsuperheroe.blogspot.com/

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Hoy me ha pasado algo muy bestiaWhere stories live. Discover now