Capítulos 30 y 31

10.9K 31 0
                                    

Martes 10 de abril de 2007, 15:10 - Dudas

Bueno, después de comer, con el estómago lleno, me siento más relajado y menos abrumado por tener que volver a la rutina diaria. Sobre todo ayuda el haber podido organizarme y dejar todo listo en una sola mañana; gracias a ello hoy saldré un poco antes de la oficina. Tengo que pasarme por la Fnac a mirar unos libros y de paso pillarle uno a Rafa que me encargó ayer; él y su fijación por las novelas de fantasía... No entiendo cómo un tío tan pragmático puede leer tantos libros sobre dragones y bichos

imposibles.

Hablando de Rafa, ayer se presentó en casa a las seis y media de la tarde.

Traía a Xavier con él. Se ve que desde el combate, nuestro común amigo ha querido saber todo lo referente a mí, y prácticamente no se ha despegado del pobre Rafa. Por la cara que traía mi mejor amigo, supe que empezaba a estar bastante desbordado. Xavier incluso había insistido en ayudarle a llevarse sus cosas del piso de Marta el miércoles pasado, detalle que habría sido de agradecer en cualquier otro momento.

Les dije que se sentaran en el sofá y puse algo de música.

–¿Unas birras? –pregunté entrando en la cocina. Xavier prefirió un zumo, cómo no.

Una vez acomodados los tres, Rafa me preguntó por Sara y el viaje. Mientras les contaba todo lo que se puede contar, observé que Xavier estaba en tensión, nervioso; impaciente. Cuando terminé el relato, disparó:

–¿Has notado algo nuevo? ¿Se lo has contado a ella? ¿Estás bien?

Entonces les narré mi nuevo encuentro con Perro Negro. Luego les dije que había pensado explicárselo todo a Sara el próximo viernes.

Xavier negó con la cabeza:

–No lo hagas. Las mujeres no entienden estas cosas. Creerá que estás majara y te dejará.

–Se lo puede demostrar –replicó Rafa. Parecía algo mosqueado, y no me extraña. Nuestro amigo karateka puede ser muy pesado cuando se obsesiona con algo. No me quiero ni imaginar la semanita que le ha dado.

–No creo que haga falta. Lo entenderá si se lo cuento bien. Es una chica genial.

–Hazte una chuleta –dijo el gigantón, riéndose.

–No me hagas decir lo que me pasa por la cabeza cada vez que escucho a alguien definir a otra persona como genial –añadió Rafa, y le dio un trago a su cerveza. Estaba triste. Se lo noté aunque lo disimulara bien, pero preferí no sacar el tema.

Respecto a Perro Negro, no llegamos a ninguna conclusión. Terminamos acordando que tarde o temprano se descubriría su juego.

Después de varias cervezas y zumos se fueron y me quedé otra vez solo con mis dudas. No había sacado nada en claro y encima habían logrado que volviera a preguntarme si realmente debía contarle algo a Sara. Una parte de mí está convencida de que lo entenderá y lo aceptará, pero otra tiene miedo; quizás no la conozca tan bien como creo...

El miedo a lo desconocido es el peor que puede padecer el ser humano, y el causante de casi todos los males que asolan nuestro viejo y enfermo planeta.

Mierda. Ya me he puesto melancólico.

Lo más curioso es que me preocupe más la opinión de ella que todo lo demás. Creo que incluso sería capaz de renunciar a mis poderes por ella.

Si pudiera, claro.

Miércoles 11 de abril de 2007, 12:34 - Decisiones

Ayer por la noche vino Magda a verme y me dio dos noticias. Ninguna de ellas buena.

La primera era que el jueves de la semana pasada, mientras yo recorría el barrio medieval de Cuenca, se había presentado la policía en el edificio y habían interrogado a todos los residentes que encontraron respecto al incidente con los vecinos del cuarto. Al parecer éstos me han denunciado. No es que no me lo esperara, pero... De todas formas, Magda me tranquilizó un poco diciéndome que cuento con el apoyo de toda la escalera, y que si la cosa fuera a más, hay bastantes posibilidades de que el que salga peor parado sea el maltratador.

La segunda noticia me dejó flipando. Al parecer hay un loco recorriendo las calles del pueblo por las noches. Atraca a mujeres solas, les roba el bolso y después les pega una paliza brutal. Parece que se ensaña de veras con ellas sin motivo aparente. Se denunció la primera agresión el miércoles pasado, y desde entonces ha habido dos más: una la noche del viernes y otra ladel domingo. El criminal aún anda suelto y no ha sido identificado. Nunca, que yo sepa, ha sucedido algo parecido aquí; es un pueblo pequeño, donde casi todo el mundo se conoce, lo que convierte todo esto en algo todavía más insólito si cabe.

Al parecer se han colgado algunos carteles advirtiendo del peligro en las zonas más concurridas –entre ellas la estación donde cojo el tren a diario–, pero ni me había dado cuenta.

Ahora que puedo hacer algo, que tengo un don con el que puedo marcar la diferencia, debería mantenerme más alerta y no permitir que cosas como ésta me pasen desapercibidas.

Sin embargo, no es tan fácil como parece. ¿Qué se supone que debo hacer? Ayer, hablando con Rafa y Xavier no llegamos a ninguna conclusión sobre mi futuro. Le dimos vueltas al asunto y estuvimos de acuerdo en que era una idiotez salir a patearse las

calles a la espera de toparme por casualidad con algo en lo que pudiera ayudar. La idea con la que juegan en los cómics de patrullar las ciudades –y ya no hablemos de hacerlo saltando de tejado en tejado–, por romántica que sea, es totalmente inviable por razones obvias.

Desgraciadamente, las posibilidades que quedan dependen demasiado del azar. De estar en el lugar correcto en el momento oportuno.

Pero ahora mismo, ya sea por una casualidad o por la razón que sea, esos dos requisitos se cumplen. Hay un maníaco recorriendo las calles de mi pueblo, y yo puedo pararlo. Ahora sólo me falta decidir cómo lo hago.

Hoy me ha pasado algo muy bestiaWhere stories live. Discover now