Capítulos 25 y 26

11.1K 41 8
                                    

 Domingo 1 de abril de 2007, 13:15 - Confirmación

Confirmado. Las dudas se han disipado y un futuro incierto me aguarda.

Quedamos ayer a las 18:00 en la escuela de Xavier, en Mataró. Mientras Rafa conducía hacia allí su viejo Golf, me dijo que Xavier no sabía nada. Le había dicho que yo me estaba planteando volver a apuntarme a clases de artes marciales y que quería comprobar con él si había perdido mucho. Menudo chiste, no sé cómo Xavier se tragó aquella patraña, y mucho menos cómo accedió. Hace más o menos diez años que, aparte de caminar por la montaña, no hago ningún tipo de ejercicio, y es algo que todo el que me conoce sabe perfectamente.

Sea como sea, llegamos a la escuela puntualmente. Xavier nos esperaba junto a la puerta, bajo el rótulo negro donde se veía un serpenteante dragón chino de color verde y unas enormes letras amarillas que decían: «Dragon Martial Arts. Escuela Tradicional de Artes Marciales». Al parecer había cerrado la escuela esa tarde para que pudiéramos estar solos. Creo que se olía algo.

Cuando le dijimos que lo que necesitábamos realmente era que yo subiera al ring con él, le dio un ataque de risa que duró un par de minutos que se hicieron eternos. Se detuvo al darse cuenta de que nosotros ni siquiera sonreíamos.

–¿Puedo saber por qué quieres que te destroce esta tarde, Dani? –me preguntó, intentando contener otro ataque de risa. Estaba pensando en qué responderle cuando Rafa dijo:

–Daniel cree que tiene poderes. Yo le he visto hacer algo fuera de lo normal, pero aún no estoy convencido. Queremos que luches con él para comprobar si es verdad.

Xavier nos miró a los dos con una media sonrisa que parecía indicar que no sabía si reírse de nuevo o empezar a pensar que nos habíamos vuelto locos o que íbamos hasta las trancas de mierda.

Pasaron unos segundos en silencio, mientras él nos observaba como si se encontrara de repente ante dos desconocidos, y nosotros lo mirábamos, intentando confirmarle con nuestro silencio y nuestra expresión grave que no le estábamos gastando ninguna broma.

Finalmente dijo, sin convicción:

–Esto va en serio..., ¿no?

Asentimos los dos a la vez. Xavier bufó, se encogió de hombros y nos dijo que le siguiéramos a los vestuarios.

Diez años después volvía a enfundarme mis viejos guantes gastados, que aún conservaba como recuerdo, unas espinilleras, y un protector bucal. Me sentí ridículo, a la vez que un poco idiota. Xavier, además, me obligó a ponerme un casco protector. La verdad es que no recuerdo que los usáramos cuando hacíamos kickboxing.

Rafa se acercó a él y escuché que le decía que no se contuviera. «¡Qué cabrón!», pensé. «Realmente quiere comprobar si tengo poderes, y si no los tengo quiere quitármelo de la cabeza de una vez por todas.»

Subimos a las colchonetas y Xavier se colocó en posición. Yo lo miré y le imité, inseguro. «Ya no me acuerdo de nada. Me va a pegar una paliza», pensé. Me estaba acojonando. Tener a un tío como él delante, que hace casi dos como tú, sabiendo que de un momento a otro va a dejar caer una lluvia de golpes sobre ti, intimida. O mejor dicho: hace que te cagues de miedo. «Puede que lo haya imaginado todo. Puede que no tenga una mierda...»

Y entonces, cortando mis pensamientos con un puñetazo, avanzó hacia mí. Su puño me golpeó en el puente de la nariz y me aturdió. No había pegado con todas sus fuerzas a pesar de las palabras que le había dirigido Rafa; se contenía. Evidentemente no se creía nada de lo que le habíamos dicho y se estaba tomando aquello como una broma.

De todas formas, aquel primer golpe me dolió como mil demonios. Retrocedí un par de pasos alzando los brazos para cubrirme y entonces me ensartó con un gancho de izquierda en el estómago que me levantó del suelo varios centímetros.

Hoy me ha pasado algo muy bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora