Capítulos 55 y 56

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Jueves 26 de abril de 2007, 10:05 - Ordenando las ideas (I)

Hoy veré a Juan Blanco. Carmen me dijo ayer que ya se encargaría ella de arreglar el encuentro.

No sé dónde me estoy metiendo. Hasta hace escasamente un mes yo era un tipo como cualquier otro, un currante más atrapado en los engranajes de una rutina autoimpuesta. Y ahora voy camino de convertirme en una especie de superhéroe. Joder, suena a chiste.

Cuando todo empezó creí erróneamente que era el primer humano con poderes, pero he podido comprobar estas últimas semanas que no soy tan especial. Hay como mínimo tres personas más, que yo conozca: Juan Blanco, Carmen y Perro Negro. Y por lo que me han dicho unos y otros, puedo deducir que hay muchos más.

Lo que me lleva a plantearme qué hacen estas personas, a qué se dedican. Por qué no se sabe nada de ellas. Unos cuantos como nosotros, trabajando hombro con hombro, podríamos marcar la diferencia con facilidad, e incluso hacerla evidente para el resto de la humanidad. ¿Por qué permanecer en las sombras? ¿Por qué no unirnos y luchar juntos por arreglar todo aquello que no funciona?

Espero que el encuentro de hoy dé respuesta a algunas de mis dudas.

Por cierto, Carmen me dio a entender, antes de cortar la conexión, que si me porto bien le dirá a Juan Blanco que me lleve a conocerla.

Viernes 27 de abril de 2007, 10:20 - Una noche de cine

Nos encontramos a las 21:30 frente a la estación de metro de Fontana, en el barrio de Gracia, como me había indicado Carmen.

Juan Blanco hizo una aparición similar a la de la primera vez, como salido de la chistera de un mago. En ese momento me imaginé a toda la gente cercana dejándolo todo de lado para aplaudirnos frenéticamente y a nosotros dos bajo la deslumbrante luz de los focos.

–Buenas noches, Daniel –saludó Juan Blanco, sonriendo. Me había leído la mente, lo que me hizo enrojecer un poco y sentirme bastante idiota–. Sígueme, en breve empieza la película y vamos tarde.

Creí haberle entendido mal, pero no dije nada y le seguí en silencio. Unos minutos después, mientras andábamos por una de las estrechas callejuelas que cruzan el barrio de lado a lado, volvió a hablar:

–Es una de las primeras cosas que te enseñaré –no entendí a qué se refería y se dio cuenta, por lo que siguió hablando–. Me refiero a detectar a uno de nosotros antes de que llegue junto a ti. Puede serte muy útil, y salvarte la vida en más de una ocasión.

Asentí en silencio. No me sentía cómodo. Intentaba no pensar, concentrarme sólo en lo que él decía al mismo tiempo que trataba de alejar las dudas de mi mente. El plan de Rafa parecía muy sencillo rodeado de amigos y con dos cervezas de más, pero allí, junto a aquel hombre extraño, no lo fue en absoluto.

–¿Qué te preocupa? –preguntó. «Putos telépatas», pensé, sin poder contenerme. «Mierda. Mierda, mierda.»

Juan Blanco me miró divertido. Luego dijo, sin dejar de sonreír:

–Si quieres, puedo dejar de leerte. Lo hago para conocerte más rápido y poder sacar lo mejor de ti, pero si lo prefieres podemos volver al método tradicional. Yo aprendí con él.

No me esperaba aquella reacción. Dudé unos segundos antes de asentir.

–Te lo agradecería, de veras –dije, a la vez que un sentimiento de culpabilidad me invadía–. No estoy acostumbrado a todo esto, y me resulta bastante.., perturbador. Creo que puedo aprender mejor, al menos al principio, si me siento más relajado.

–Qué razón tienes, Daniel. A veces olvido mis primeros días, mi propio aprendizaje. Todo eran dudas y desconfianza. Y miedo, mucho miedo. Tú, al menos, no tienes miedo. Tienes mucho ganado.

Seguimos andando en silencio, los dos inmersos cada uno en sus pensamientos, esta vez en privado. Cruzamos un par de travesías y finalmente nos desviamos al llegar a una calle peatonal.

–Hemos llegado –dijo, deteniéndose frente a los cines Verdi.

Así que no le había entendido mal: íbamos a ver una película. Aquello me sobrepasaba; no era lo que esperaba en mi primer día. Ir al cine a ver una película soporífera de un director de nombre impronunciable no era la idea que tenía del entrenamiento para superhéroe. Quizás era una prueba. Quizás Juan Blanco, mi maestro, quería medir mi fuerza de voluntad, pensé irónicamente.

Se adelantó hasta la taquilla, sacó dos entradas y nos metimos en el cine. En ningún momento me dijo qué íbamos a ver, ni yo pregunté.

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Hoy me ha pasado algo muy bestiaWhere stories live. Discover now