Capítulos 46 y 47

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Jueves 19 de abril de 2007, 17:15 - Resistente a las balas

La cagué. Lo último que recuerdo antes de despertar es el estallido de los disparos, los dos fogonazos cegándome al intentar apartarme y el olor a quemado. El muy cabrón me disparó a bocajarro en las tripas. Luego el mundo se vino abajo y las sombras me tragaron.

Había llegado al 666 Deluxe con tiempo de sobra. Todavía me quedaban unos diez minutos, pero al observar el local desde fuera percibí que algo no andaba bien, aunque no sabía el qué. Entré con calma, intentando serenarme a pesar de sentir cómo el corazón me latía con fuerza. El interior estaba bastante oscuro, pues aún no estaban encendidas las bombillas rojas que le daban aquel ambiente tétrico tan adecuado. El 666 Deluxe era un garito heavy bastante conocido que yo había frecuentado unos años atrás, durante mi época de estudiante.

Cuando mis ojos se acostumbraron a las sombras vi al tipo de la gabardina y el pelo blanco al que había venido a buscar sentado en un rincón, y entendí qué era lo que marchaba mal. En mi visión la puerta estaba cerrada, y ahora me la había encontrado entreabierta. Pasé la vista por el local, quieto frente a la entrada. Sólo estábamos el presunto asesino y yo, aunque salía ruido de la puerta de detrás de la barra. Desde donde yo estaba, podía verlo a través de un espejo pero él no podía verme a mí, así que decidí quedarme a la espera y ver qué sucedía; no podía abalanzarme sobre alguien sólo porque una voz desconocida me lo ordenara.

Un par de eternos minutos más tarde, el propietario del bar asomó detrás de la barra. Seguía siendo el mismo después de tantos años.

Y entonces vi cómo el otro se levantaba y avanzaba hacia él, llevándose una mano bajo la gabardina: era el momento de actuar.

Al moverme, el barman reparó en mi presencia y su presunto asesino le siguió la mirada. Estaba a unos cuatro metros de ellos cuando sacó el revólver y me miró a los ojos con frialdad. Salté sobre una mesa cercana y desde allí me lancé sobre el tipo al mismo tiempo que él levantaba el arma. Lo tenía a escasos centímetros en el momento en que abrió fuego sobre mí.

Lo siguiente que recuerdo es despertarme en una cama, en el Hospital de la Vall d’Hebrón. Mi padre dormía en una silla junto a mí y mi madre en un sofá junto a la ventana. Afuera estaba oscuro.

«¡Mierda, estoy en un puto hospital! ¿Y ahora qué?», fue lo primero que pensé. «¡Me descubrirán!»

Luego recordé mis últimos segundos antes de perder la consciencia y me incorporé lentamente, con miedo, e intentando no hacer ruido. No sentía ningún dolor, sólo la molesta vía intravenosa que me habían enchufado en la muñeca para suministrarme el suero. Aparté la sábana y vi los vendajes que me cubrían el estómago, allí donde había recibido los disparos. Palpé un poco por encima y, al comprobar que seguía sin dolerme, me arriesgué a arrancarme las vendas y los apósitos.

–¿Qué haces? –preguntó mi padre de repente, a mi lado. Me volví hacia él y me llevé un dedo a los labios, indicándole que bajara el tono de voz. Él se levantó y se acercó a mí. Parecía que aún no había salido del todo del sueño.

–¿Pero qué…? ¿Cómo…? –empezó a preguntar, bajando el tono de voz sin dejar de mirar el montón de vendas que había ido apilando al lado de la cama. Entonces le señalé el lugar donde me habían herido.

–Hay algo que debo contaros a mamá y a ti –dije, mientras él se inclinaba sobre mi estómago. Luego me miró a los ojos sin saber qué decir–. Pero no aquí. Tenéis que sacarme de este lugar.

–El médico ha dicho que tienes que estar…

–Ya estoy curado –le interrumpí, y me bajé de la cama de un salto. Me observó incrédulo mientras yo me quitaba la vía–.¡Papá, despierta! –susurré, intentando hacerle reaccionar–. ¿Dónde están mis cosas?

Hoy me ha pasado algo muy bestiaWhere stories live. Discover now