𝔏𝔞 𝔈𝔩𝔢𝔤𝔦𝔞 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔅𝔯𝔲𝔧𝔞

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Capítulo dedicado a getsesanti Fer_larryCam1774Danna_HLleslie_guevara2028barritas_de_fresazoidarciel rey_____RubiHernandez218Nnicome0715

Capítulo XII

La Elegía de la Bruja

Los parajes que rodeaban el castillo principal del Infierno de Ignis ardían como de costumbre, los demonios kahayas brinconeaban y se alzaban en vuelo con diversión, siendo tan revoltosos como siempre lo eran, la rutina no había cambiado en lo absoluto y aun así, Lucifer no lograba comprender a qué se debía aquel pesar que llegaba a él con tanta amargura. Había estado presentándose como un fantasma del pasado, uno que había estado tratando de evitar y que había olvidado, según él, para siempre. Pero ahí estaba, mostrando en su espectro ser las memorias que él tanto odiaba, esas que lo herían con tan solo rozarlo.

Eran aquellas memorias las culpables de su tan mal aspecto y su tan agobiada alma. Y ahí, de pie frente al gran ventanal de su despacho –ese que le otorga las vistas más hermosas de los jardines infernales que rodean el palacio– revoloteaban por su mente y se repetían con crueldad en una cinta interminable que le dejaba doliendo el corazón.

Pero Lucifer no podía victimizarse a sí mismo y anunciar con pesar que no podía continuar su existencia a costa de tan oscuro pasado, pues es ese mismo pasado el que le ha brindado las memorias más resplandecientes y hermosas. Entonces, si tuviera que ponerle un nombre a aquello que tanto le agobiaba diría con total honestidad y confianza que aquello era una rosa. Una simple rosa como cualquier otra, una rosa tan hermosa y brillante que podrías contemplarla toda una vida sin cansarte, una rosa con tantas espinas que cada vez que deseaba acercarse y verla más detalladamente se topaba con aquellas agujas que se incrustaban salvajemente en su piel y llegaban hasta su corazón haciéndole doler como nunca antes, pero incluso en medio de aquel dolor él aún continuaba sonriendo maravillado por tan exuberante belleza.

Quería echarse a reír por tan romántica metáfora, una que hace milenios no hubiera usado pues antes no podría considerarse alguien romántico que dice aquellas metáforas en una poesía hipócrita, pero ahora incluso encontraba significado a cada una de aquellas palabras tan refinadas, y es que los enamorados y los amantes tienen esa forma tan bella de provocarse a sí mismos un dolor que les hace sonreír, un dolor al que ingenuamente llaman "amor".

Porque claro, quién podría ser esa rosa mas que el alma gemela del amor, fueron esas dos entidades las que formaron al Lucifer que hoy mira los lirios de fuego marchitos en agonía y aun así se mantienen hermosos y perfectos. Podría compararse con ellos de una forma cómica y narcisista, pues él mismo estaba bañado en una pesada agonía, un corazón roto que no busca una forma de reparo, un pobre Diablo que llora en silencio en medio del fuego y de los demonios, y que aun así porta con orgullo una pesada corona de oro y se sienta en un trono tal vez demasiado grande y frío, pero ahí está, imponente, hermoso, y marchito.

Lucifer estaba enfermo ¿Cuál enamorado no lo estaba después de todo? Pero a diferencia de otros amantes con corazones rotos, Lucifer no quería encontrar una cura para lo que sentía, porque creía que la cura era dejar ir el pasado y olvidar, y por todos los infiernos, Lucifer en serio no podía soltar su pasado, era lo único que le quedaba, la última gota de esperanza y luz en él, la rosa que jamás cortaría de su propio jardín.

La Biblia de los BastardosWhere stories live. Discover now