𝔈𝔩 𝔞𝔪𝔬𝔯 𝔡𝔢 𝔲𝔫 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬

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Capítulo XVI

El amor de un demonio

La maldad era un concepto interesante, en el principio básico de las cosas no era más que la simple acción de hacer el mal, buscar perjudicar a uno o más seres, ejecutar una acción desmedida sin importar las consecuencias, por más devastadoras que éstas sean.

Sin embargo, Astaroth sabía que para los ángeles esto no es así, pues para los hijos de Dios la maldad es sencillamente aquellos actos inmorales que van en contra de las leyes de su Padre, aquellos pecados y acciones que no están en armonía con el orden divino, y la reacción de los ángeles ante tales actos aberrantes era más destructiva de lo que los humanos pudieran imaginar.

Es por eso que cuando supo sobre la caída del amante del hijo del Diablo, supo entonces que el momento había llegado.

Desde que conoció al pequeño Desdemon, incluso antes de eso, Astaroth había visto grandeza en él, y un poder inimaginable en sus claros y azulados ojos. Lucifer había estado tan consumido en su amor por aquella mundana que fácilmente lo pasó desapercibido, duda mucho de que tan siquiera haya estado consciente de lo que el nacimiento de Louis significaba.

Astaroth no era un traidor, había seguido a Lucifer a los infiernos y lo había aceptado como a su Rey, y estuvo malditamente orgulloso de su monarca, de lo fuerte y poderoso que era. Sin embargo, con el pasar de los años notó un cambio en él, uno que no le había gustado en lo absoluto y que fue debido a una insignificante humana hija de brujas.

Ereni Le Van, una bruja nacida en un pequeño pueblo de Francia y que desde muy pequeña aprendió a usar sus conocimientos para el bien de las personas a su alrededor, usó el azul de sus ojos y hechizó a un hombre que llevaba la corona de los infiernos sobre su cabeza, sin necesidad de magia consiguió poner de rodillas al Diablo enfrente de ella, quien cegado por sentimientos de amor se dejaba abrazar y tocar por las delicadas manos de una mundana.

Astaroth estuvo en contra de aquel romance tan desagradable, una divinidad como Lucifer jamás debió rebajarse al nivel de los mortales, sin embargo debería estar agradecido con aquella mujer, pues el fruto de su vientre es lo que el demonio de la gula estuvo esperando por siglos, milenios incluso.

El Diablo es aquel que controla los infiernos, supervisa las almas que ahí llegan y actúa como el juez de los pecados cometidos por los mortales, tiene a miles de demonios bajo su mandato y el miedo en conjunto de toda la humanidad. Pero no era responsabilidad del Diablo llevar a cabo el fin de todo.

Durante siglos, el Príncipe de la Gula estuvo esperando que ese día llegara por fin, en él había un odio inasequible por la humanidad, un odio que se convirtió en su mayor motivación, fue ese mismo odio el que hizo que hace algunos años liberara a uno de los jinetes, recuerda muy bien lo que pasó entonces.

El jinete estuvo libre solamente por un par de años hasta que el mismo Lucifer lo devolvió a su celda en lo más profundo del Infierno de Auctore, pero Astaroth recuerda con una satisfacción enfermiza todo el daño y caos que ocasionó estando libre.

Tantas muertes humanas, tanto dolor y sufrimiento.

Tantas almas que pudo devorar.

Había liberado al jinete solo como una prueba, fue difícil y estuvo cerca de ser atrapado por Azrael, pero valió la pena tanto esfuerzo, pues había descubierto casi con excitación que si todo aquel daño lo formó uno solo de los jinetes ni siquiera podía imaginar cómo sería liberar a los tres.

Aquellos que según las escrituras liderarían el apocalipsis.

Estaba tan ansioso de poner todo en marcha, casi podía saborear las almas en su paladar, casi podía escuchar los gritos y llantos de las personas, pensar en eso le provocaba agradables escalofríos.

La Biblia de los BastardosWhere stories live. Discover now