𝔈𝔭𝔦𝔰𝔱𝔬𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔅𝔞𝔰𝔱𝔞𝔯𝔡𝔬𝔰

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ᴛᴇʀᴄᴇʀ ʏ ᴜʟᴛɪᴍᴏ ᴅᴇᴜᴛᴇʀᴏᴄᴀɴᴏɴɪᴄᴏ

𝐿𝑖𝑏𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑆𝑒𝑚𝑝𝑖𝑡𝑒𝑟𝑛𝑜

Capitulo XV

Epístola a los Bastardos


Toda la estancia estaba en completo silencio, el lugar era espacioso y poseía una tenue iluminación que hacía resaltar los opacos colores bordo, negro y dorado. Los hermosos vitrales parecían contar historias y gritar lamentos, en medio de la sala yacía una gran mesa redonda semi ovalada, ocho tronos estaban distribuidos alrededor de dicha mesa, sin embargo solo dos de ellos estaban ocupados en ese momento.

–¿Te he dicho lo hermosos y brillantes que son tus ojos?– cuestionó Beliar con una sonrisa de medio lado, sentada desordenadamente en su trono de gemas color naranja, con su mentón apoyado en la palma de su mano derecha, su mirada no se apartaba de una sonriente Azazel.

–Tal vez solo un millón de veces, por los últimos tres siglos– dijo con una sonrisa que trataba de esconder inútilmente, ella estaba sentada justo a su lado, de manera elegante y con la espalda recta, los zafiros azules de su trono hacían un bello contraste con sus ojos, jugueteaba con los dedos de sus manos en un imperceptible gesto nervioso.

–Y nunca me cansaré de decírtelo, mi hermosa Princesa– comentó su pareja mientras llevaba su mano a la mejilla de la demonio y acariciaba gentilmente el delicado sonrojo que se posó sobre su piel.

Azazel soltó una ligera risa justo cuando las puertas se abrieron dejando entrar a una mujer de largo vestido y capa dorada.

–Qué lindo, ustedes dos hacen que mi corazón se derrita– anunció un poco con burla y un poco con honestidad caminando hasta su propio trono.

Beliar rodó los ojos alejándose de Azazel, la mujer de cabello negro se reacomodó en su asiento con un poco de incomodidad.

–Por favor, discúlpenos– murmuró apenada.

–Aguafiestas– susurró quedito Beliar, recibiendo un ligero codazo de su amante por debajo de la mesa.

–Yo soy la que lamenta ser inoportuna– sonrió Lilith sarcásticamente, mofándose de la demonio de ojos ámbar.

Las puertas volvieron a abrirse en el momento en que Beliar le mostraba el dedo del centro a Lilith, un hombre junto a un joven de cabello negro entraron a la estancia, el hombre ondeaba una capa carmesí y el chico ondeaba una capa grisácea, este último en comparación se veía demasiado joven y bajito, no le llegaba ni a los hombre al Príncipe Zayn, parecía tener tan solo trece o doce años de edad.

Ambos demonios tomaron sus lugares en la mesa en completo silencio. Las demonios –en un acto inteligente– decidieron fingir no notar la mirada perdida que poseía el Príncipe Zayn, tenían una vaga idea del porqué de su estado y no querían comenzar una discusión antes de la reunión principal. Los Príncipes tomaron asiento en sus respectivos tronos, aquellos de gemas color grisáceo y rubíes carmesí.

Cuando las puertas se volvieron a abrir los últimos dos invitados entraron con pasos firmes y elegantes, tomaron asiento y la tensión comenzó a hacerse presente. Para nadie en los infiernos era un secreto que algunas relaciones entre los Príncipes y Princesas no eran del todo amigables, pues con el pasar de los años las disputas y conflictos entre ellos hicieron que algunos se distanciaran y solo se reunían en situaciones muy específicas, como ahora.

La última reunión de la realeza demoniaca había acontecido hace cuatrocientos años, la trágica muerte de una mundana y la amarga bienvenida de un nuevo demonio en el infierno fueron los temas centrales de aquella conferencia.

La Biblia de los BastardosWhere stories live. Discover now