Capítulo 14

2K 332 73
                                    

El resto del fin de semana pasó con tranquilidad. Tuve que terminar mi bitácora sola, ya que eché a Alden por atacar el proyecto de mi madre. Cuando Alden se fue mi padre le cobró veinte dólares a Sophie porque juró que no duraría más de una hora antes de que lo hiciera correr con mis proyectos de ciencia; ella, por otro lado, depositó una fe abrumadora en mí, diciendo que iban a tener que echarlo ellos mismos. Como sea, después de hacerme la ofendida logré quitarle diez de los veinte a mi padre. Eso fue lo más relevante de mi fin de semana.

Bueno, la decoración del árbol de navidad también fue un momento importante.

Sé que me había negado rotundamente a participar en algo así, pero Linus se veía tan entusiasmado con decorar el primer árbol de navidad con su hermana que no pude mantenerme firme. Incuso me regaló una esfera en forma de molécula de dopamina. Fue muy encantador.

Por desgracia, volver a la escuela no lo era.

Regresar al club de teatro me hacía la misma ilusión que beberme un licuado de vidrios rotos con limón y sal. Estaba segura de que la situación con la profesora Tanner no iba a mejorar ni un poco y no me equivoqué; apenas puse un pie dentro, llegando con tan solo dos minutos de retraso, y fui enviada directo a «la banca» que era como ella le llamaba al castigo que era preparar la escenografía.

Pero justo cuando creía que cursar en la universidad fingiendo ser varios años menor fue la peor idea que mi madre y Gram tuvieron alguna vez, me di cuenta de que Gael era parte del grupo de decoración.

La vida no era tan mala después de todo.

—¿Necesitas ayuda? —siseé sobre su hombro después de mirar hacia ambos lados. No quería que Tanner volviera a gritarme frente a todo el mundo.

Gael, quien se encontraba pintando con tinta azul una media luna con cara sonriente de más de un metro, se giró levemente y me regaló una sonrisa amable.

—Seguro. Tanner quiere que tenga un efecto de bordeado así que puedes comenzar con los contornos con el azul turquesa. —Señaló la lata de pintura junto a sus pies.

—¡Vaya! Un hombre que sabe de tonalidades, eso es nuevo —halagué mientras tomaba la pequeña lata entre las manos y colocaba la pintura en los bordes.

La media luna era un trabajo horrible, en verdad esa sonrisa medio forzada era espeluznante y agregarle bordes como efecto solo lo empeoraba más.

Gael sonrió.

—Mi madre me obligó a tomar talleres de pintura cuando tenía trece años.

Bueno, amigo, mi madre se recluyó a sí misma en un Centro de Investigaciones Científicas cuando dejó a mi padre y me arrastró con ella, desde entonces tengo problemas de interacción social y superé mi claustrofobia. Lástima que de aquello nada le pudiera decir al hombre frente a mí.

—Mi madre decía que el arte no era una actividad productiva —comenté como de pasada.

Gael dejó de manipular la pintura en la horrorosa luna y me miró con escepticismo.

—Bromeas, ¿cierto?

Negué con la cabeza.

—¿Y tú piensas eso?

Cuando Tanner frunció el ceño en nuestra dirección le indiqué a Gael, con un gesto, que era mejor continuar con la escultura.

—Bueno, un poco. —Me encogí de hombros—. Tiene sentido.

—¿Cómo en todo el infierno eso tiene algo de sentido? —demandó con más curiosidad que desesperación en la mirada, pintando sin ver.

Había tanta pasión en él que supe al instante que logré pinchar una fibra sensible con un voltaje peligroso. Bien, eso me gustaba porque, a pesar de no dominar las artes, conocía un poco sobre ellas y nunca tuve la oportunidad de discutir sobre el tema con alguien a quien le interesara algo más que mezclar reactivos y correrme cuando le hubiese hecho derramar algún ácido sobre la mesa.

La química del amorWhere stories live. Discover now