Capítulo 31

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Le di una última mirada a mi reflejo frente al espejo: vaqueros ajustados, botines rojos, una camisa negra acompañada de una chaqueta roja con botones en dorado brillante, el cabello caía en libertad en amplios mechones ondulados. Había decidido teñir las capas azules con pintura roja de una noche.

En la antigüedad, el rojo despertaba la atención de nuestros antepasados, esto, debido a que el rojo estaba relacionado con la sangre y los cazadores heridos estaban atentos a la primera señal de una vida en peligro. Con el paso del tiempo las armas y la medicina se fueron desarrollando, dándole al hombre mayor seguridad, sin embargo, esta costumbre es una respuesta primitiva apenas ignorada por la población, pero no por líderes de marketing ni la ciencia, por supuesto. Solo hay que ver la inmensa cantidad de logotipos publicitarios de comida en rojo, la mayoría de ellos tiene siempre un poco de rojo, los vendedores ambulantes suelen dar preferencia a este color a la hora de elegir la decoración. Y no están equivocados.

No es una casualidad que el día de los enamorados todo se vea rojo. Flores rojas, globos rojos, tarjetas rojas, chocolates con una increíble dotación de FEA dentro de cajas rojas, todo estaba estratégicamente diseñado para disparar una señal de alerta inconscientemente, para avivar los sentidos y el deseo, aunque las personas no fueran conscientes de ello.

Así que, sí, iba a la fiesta de Billy con el único objetivo de despertar los sentidos de mi sujeto-proyecto. Necesitaba recurrir a todas las armas que estuvieran a mi alcance para que esa noche finalmente me besara y pudiéramos acelerar el resultado, yo volvería al CIC y continuaría investigando sobre el cáncer. Me repetía aquello tantas veces, que se me estaba volviendo un mantra.

Me sentía terrible, sabía que usar a las personas de esa manera estaba mal, pero yo tenía un contrato y no me apetecía enfrentarme a la ley escudándome en mis principios y, aunque tenía miedo de terminar convirtiéndome en otra persona convenciéndome de que aquello era justificable por un bien común, continué repitiéndolo en mi cabeza mientras me aplicaba el labial en rojo.

Gael había dicho que no era una fiesta elegante, así que pensé que mis vaqueros servirían, fue un gran alivio encontrarlo igual de relajado y casual frente a la puerta de la casa.

—Seré bueno —cedió papá—. El toque de queda es a las diez con diez.

¡Pero qué hombre tan bondadoso! Si el cielo se ganara por obras él ya estaría sobre un trono rodeado de bebés gordos con pañales, alas y flechas.

—¡Pero son las nueve! —acusé— Ni siquiera voy a poder sentarme cuando tenga que volver.

—Entonces no lo hagas, puedes hablar...

—Andrés —cantó Sophie mirándolo con algún significado oculto en las pupilas.

Parecía que habían pasado tiempo hablando sobre eso, porque de inmediato mi padre soltó un suspiro derrotado, recorrió a Gael con la mirada y asintió.

—Bien. —Carraspeó y ajustó el apretado de su cuello antes de admitir—: Soy nuevo en esto, así que necesito un poco de ayuda.

Gael sonrió con amabilidad y propuso:

—Ella estará aquí a las doce en punto.

Mi padre abrió la boca para debatir, pero Sophie le lanzó una mirada más y no le quedó más remedio que asentir resignado, con lo que finalmente pude salir tomando el brazo que amablemente me tendía Gael.

—¡Berly! —llamó mi padre a la distancia, lanzándome con un movimiento ágil una lata pequeña—. Solo por si lo necesitas.

Inspeccioné el extraño objeto entre mis manos y me sonrojé avergonzada al instante. Gas pimienta. Mi padre realmente tenía una imaginación impresionante. Lo guardé antes de que Gael pudiera percatarse de la amenaza implícita y continué la marcha.

La química del amorWo Geschichten leben. Entdecke jetzt