18. La Cruda Verdad

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Todavía recuerdo lo que era dormir. Recuerdo esa sensación de somnoliencia, los párpados pesados luchando por cerrarse definitivamente. Recuerdo mi respiración y su aletargada cadencia a medida que me cepillaba los dientes en el baño, sabiendo que en pocos minutos llegaría el tan ansiado momento. Recuerdo sentir el cansancio en mi cuerpo, como si todos mis huesos anhelaran tocar el suave colchon de mi cama. La cual antes pertenecia a Tate, y luego a Lily. 

La casa ha estado extraña desde la partida de Lily.  Ver a Allison deambulando por los pasillos, sin un rumbo definido, como los incontables fantasmas que residen aquí es lo menos deprimente que puedo nombrar. 

Es como si cualquier luz que se hubiera encendido con la llegada de los Wilkins de repente se hubiera apagado. Lily, de alguna forma era nuestra amiga. La casa de veras habia llegado a adaptarse a ella de una manera tan natural, que ni siquiera lo habiamos notado antes de lo sucedido en Halloween. 

Y para que pensar en Halloween. Si Tate y yo no hubieramos llegado a tiempo,  ni siquiera quiero repetir aquella teoría. 

Por otro lado, Halloween también fue, hasta cierto punto, una de las mejores noches que había tenido en años. Fue como sentirme viva de nuevo. Sentir el viento de la costa, la arena en mis pies. La mirada de los vivos sobre mi, como si todavía perteneciera al club de las personas que respiran. 

Sentirlo a él. Poder verlo de nuevo, sin los desagradables recuerdos de aquél maldito traje de latex. Volver a experimentar aquella primera cita, que luego desencadenaría en mi suicidio. 

Que estúpida fui. Abrumada por algo que ahora me parece tan insignificante. Creo que en realidad fue el temor de saber que lo nuestro era verdaderamente imposible y prohibido. Los muertos y los vivos no deben salir. "Hasta que la muerte los separe." Un matrimonio deja de serlo si uno de los dos muere. Vivos y no vivos jamás podrían congeniar juntos. 

Ni siquiera deberíamos estar aquí. Ninguno de nosotros. Tate, los gemelos, el doctor, su señora, mi familia, Hayden, ninguno debería estar aquí.

Todos deberíamos estar en el cielo para este punto. Es irónico, como es que no se si existe Dios, ni siquiera después de muerta. 

Unos suaves golpecitos en la puerta me sacan de mis pensamientos. El cuarto de Lily se ve tan tranquilo ahora que no esta. Al ver que nadie contesta, veo a Kevin entrar. No puede verme, la única que podía hacerlo era Lily. 

Kevin se queda parado sobre la entrada por unos momentos. Inspecciona minuciosamente cada recoveco de la habitación. Echa un profundo y meditado suspiro y se adentra en el cuarto. 

Paso a paso, arrastra los pies y se sienta sobre la cama de Lily, estamos a pocos centímetros de distancia, y ni siquiera tiene idea. 

Tiene el semblante triste, es un chico muy atractivo, ni siquiera la tristeza puede arrebatarle eso. Lanza otro suspiro que de pronto es remplazado por varios gemidos. En pocos segundos las lagrimas le afloran y se deslizan llanamente por sus mejillas. 

Verlo así me rompe el corazón. Un chico así podría haberse llevado el mío algún tiempo atrás. Sin embargo, fue un monstruo quién lo robó.  

- Todo va a estar bien... - digo apoyando una mano sobre el lado derecho de su espalda.

- ¿Que demonios? - dice dando un salto hacia atrás. 

- Sorpresa.

- ¿Que haces aquí? 

- Vivo aquí. 

- ¿Disculpa?

- Ahora, me ves. - digo y luego desaparezco. - Ahora no. - hago mi voz sonar.

- Maldita sea.

AHS: MURDER HOUSEWhere stories live. Discover now