22. Secreto Profesional I

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- ¿Esta seguro doctor de que quiere escuchar esta historia? - digo removiendome en mi cama en cuanto veo a Casey entrar. 

Hace un par de días que ha estado molestándome acerca de la historia de Jefferson. Estoy casi curada, las heridas me duelen poco, no necesito morfina y Casey me ha prometido que evaluará seriamente dejarme ir luego de saber acerca de él.  Quiero irme. 

Casey solo me mira, esta aquí para eso. 

- Esta bien, usted se lo buscó. - bromeo, toso un poco para aclarame la voz y se me contraen los puntos del estómago. Mala idea. 

Casey se sienta en su asiento regular, cerca de la ventana. 

- Jefferson, apareció en nuestra vida de una manera muy particular. - comienzo como si estuviera relatando un prólogo de una novela. -  Yo tenía quince años, a punto de cumplir mis dieciseis. 

--Un día en una de esas salidas madre e hija que las familias suelen hacer. Con mi madre entramos en una librería. - mi mente se retrae hacia tres años atras. -Nunca me han gustado los libros para adolecentes. Siempre he sido mas fanática de la literatura clásica, que no tiene mucha diferencia con la adolecente salvo la época en la que han sido escritas. 

--Volviendo al tema de Jefferson, ahí estaba él. Justo en la estantería de las hermanas Brontë y Jane Austen, husmeando los libros cual bibliofila quinceañera, se encontraba el hombre mas apuesto que hubiera visto en mi vida. Alto, de cabello castaño y ondulado, con barba crecida de unos días pero prolijamente cortada. Vestía unos jeans gastados, borcegos y blazer. Era todo un galan. 

--Solo bastó que mi madre se parara a mi lado para que él le hechara el ojo. Y ese fue el inicio de una hermosa relación, hasta que mi perro se perdió. 

--Para cuando mi pequeño perrito perdió su camino, Jefferson prácticamente vivía en mi casa. De sorpresa se llevaba bien con Kevin, y en cuanto a mí.  Ambos compartíamos amor por la literatura de Jane Austen, aunque él lo negaría hasta el resto de sus días. 

--Aquél día, mi madre había reservado un día de Spa en el hotel Carlton de Texas, y eso era obviamente mas importante que buscar al pequeño Jackson. 

--Entonces Jefferson decidió acompañarme a buscarlo en su camioneta, dimos mas de mil vueltas y lágrimas comenzaban a aflorarme por los ojos al ver que el maldito perro no aparecía. 

- No llores Lily - me dijo él, apoyando su mano sobre las mías. 

- Y sin darme cuenta lo estaba besando. 

Casey se atraganta en su saliva, no se esperaba esa. 

-- Aquél día me apartó de él bruscamente. Él tampoco  se lo esperaba - dicho esto le levanto una ceja a mi  doctor, indicando que sabía a que se debía su sobre salto. 

-- Y de verdad luchó contra mi Doctor. Jefferson era un hombre decente, y se resistió por mas de dos meses a mi mirada. Podía ver como se ponía nervioso cada vez que mi madre nos dejaba solos, podría jurar que se persignaba internamente cada vez que una palabra madura salía de mi boca. 

-- Pero una noche mamá salió de viaje por negocios, y Kevin se fue a una fiesta de universidad. Solo éramos él y yo. Comimos en silencio. Miramos la televisión, también en silencio. Hasta que una palabra salió de su boca. 

- Voy a irme. - dijo meditativo. 

- ¿Que? - dijo atragantandome con mi saliva. A esas alturas Jefferson representaba mi mundo. 

- No puedo seguir haciendo esto. - dice triste.

- ¿Haciendo qué? No has hecho nada, aquél día fue mi culpa, todo mi culpa, y prometo que jamás intentaré hacer nada de nuevo. Pero no te vayas. - las palabras salían fluídas de mi boca y a borbotones. 

- Lily, no entiendes. Yo, tambien, te quiero. - dijo él torturado. 

- Y lo entendía, esto no estaba bien. Pero no me importó, tiré de la cuerda lo suficiente y finalmente se rompió. 

-- Aquella noche perdí mi virginidad, con él. Me dijo que me quería y me preguntó si estaba bien. Hizo todo lo que un hombre debería hacer. 

-- Pero unos días después me dijo que debía irse. Que no podía soportar hacerle daño a mi  madre o a mí. Nos abandonó. 

Casey se limita a mirarme sorprendido.

-¿Quería saber acerca de Jefferson doctor? Pues ahí lo tiene, no soy ninguna santa, nunca lo fuí. 

Casey anota en su cuaderno, todo lo que él anota en su cuaderno forma parte de mi archivo. Esto tal vez será usado en el juicio. 

- Doctor. Dígame que esto no saldrá a la luz. - pregunto asustada. 

- ¿Conoces lo que se llama Secreto Profesional? - dice Casey ofreciéndome una sonrisa tranquilizante.

- Explíquemelo.  - contesto  nerviosa.

- Es la obligación que tienen los miembros de ciertas profesiones de no divulgar noticias confidenciales que se han conocido en el ejercicio de la profesión. - hace una pausa y al ver que no me ha tranquilizado, me aclara - No diré una palabra. Tu secreto esta a salvo conmigo, bajo la protección de la ley. 

- Usted es bueno doctor Casey. - digo aliviada.

- Es mi trabajo Lily. - se justifica.

- No es solo esto, es su amabilidad, su paciencia. Son las estrellas - señalo a mi cielo fosforecente - es bueno, se preocupa. - automáticamente miro hacia abajo avergonzada de haber dicho algo tan cursi. 

Un silencio aturdidor se apodera de la habitación. Mi última palabra flota por el cuarto llenando mis oídos de ecos de mi pasado.  Luego de unos segundos me animo a levantar los ojos para enfrentar a Casey quién me observa con la mirada perdida. 

Nuestros ojos hacen contacto por unos segundos hasta que mi doctor se levanta apresuradamente. 

- Es mi trabajo, e intento hacerlo lo mejor que puedo. - dice mientras levanta sus cosas. - Hasta mañana Lily. 

Casey practicamente corre fuera hacia el pasillo. Como si quisiera estar lo mas lejos de mi. Lo he repelido. Le he causado repulsión con mi promiscuidad. 

Mirando el sillón vacío que ha dejado mi psicólogo, comienzo a llorar. Automáticamente las heridas de mi panza se contraen causándome más dolor, pero no puedo refrenar mis lágrimas. 

La doctora Cameron me advirtió que me cuidara de tocar temas fuertes en terapia porque llorar podría aflojar los puntos de mis suturas. 

Maldito Casey, ¿Por que había decidido contarle aquello? La imagen de mi doctor saliendo de la habitación se hace mas fuerte y no puedo evitar seguir llorando. 

Las heridas de mi estómago comienzan a arderme, pero el dolor solo lógra que no pueda parar de llorar. Sé que no debería estar doliéndome tanto. 

Con una mano temblorosa aprieto el botón de emergencia. 




AHS: MURDER HOUSEWhere stories live. Discover now