Parte 2

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-¿Qué opinas, Padge? -interrogó Holmes haciendo partícipe a su compañera. Ella se puso a la altura del cuerpo y afirmó:

-Ciertamente lleva al menos dos horas muerto a juzgar por el rigor mortis. A sí mismo, el sudor seco es propio no solo del suicidio sino de cualquier situación de stress, por lo que no sería demasiado relevante.

-Coincidimos, pero el semblante de susto no es tan propio de un acto de autólisis. Por lo demás, concuerda con el horario de la llamada del señor Marley, quien además afirmó en su declaración escuchar una especie de diálogo. Podemos inferir senilidad o cualquier otro factor, no obstante, es motivo suficiente para dudar de lo que aparece como evidente -Denise afirmó con un leve gesto de cabeza.

Holmes dio media vuelta y se dirigió escaleras arriba para recorrer las demás habitaciones de la casa. Lo sorprendió de sobremanera el orden, la prolijidad y la limpieza, adjetivos que gobernaban cualquier calificación de la vivienda -a excepción de la sala. Alguno de los habitantes del 152 de Gloucester St. era obsesivamente ordenado. Holmes imaginó a una especie de alter ego femenino y le gustó la idea de compartir una taza de té como excusa para una buena conversación. Al pensar en los habitantes de la casa Saint no pudo evitar preguntarse sobre la esposa del muerto. No había duda que la mujer que estaba en las fotos era su esposa -porque su presencia no faltaba en ningún retrato- y además supo sin ningún problema que aún vivían juntos puesto que la habitación matrimonial tenía ropa usada de mujer.

El dato concluyente es, sin dudas, que la ropa está usada. Muchos maridos tras la muerte de sus esposas -o el abandono- mantenían las fotos y sus objetos personales a modo denegatorio de la realidad; imaginando tal vez que algún día regresaran y entonces todo sería tal cual otrora. pensó Holmes mientras caminaba por la habitación.

Continuó su recorrida en un silencio casi sepulcral y aislado de toda la invasión auditiva del lugar. Allí encontró comida a medio preparar, posiblemente para una sola persona, y una heladera repleta de imanes, tarjetas, recordatorios y demás adornos, nuevamente, ordenados con extrema prolijidad.

-¿Tienes hambre, Vincent? -interrogó Denise haciendo sobresaltar toda la figura de Holmes.

-¡Casi me das un susto de muerte, Padge! -recriminó él al tiempo que tomaba un pequeño papelillo de la heladera y le dirigía a su compañera una furtiva mirada.

-Lo siento, parecías tan concentrado que era altamente tentador.

Mientras Denise reía, Vincent se retiró sin más en medio de un quejido.

-Comunícate con la esposa del señor Bellamy y pídele que se acerque a la estación -dijo Vincent con frialdad.

La señorita Padge observó el papel, se encogió de hombros y salió detrás del inspector. Transcurrían casi las cero horas y el sueño comenzaba a dominar los humores mientras emprendían viaje hasta el 222B de Baker St. a realizar lo más rápido posible el papeleo.

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Corrían las primeras horas del nuevo día y la negrura imperaba sobre los cielos de Londres. Holmes había decidido volver caminando a su domicilio aprovechando los beneficios de tal decisión; que por cierto, eran muchos. No solo se daba el placer de andar por una dormida ciudad sintiendo ese cosquilleo en el estómago al imaginarse todo bajo su dominio, también el silencio característico de esos momentos se transformaba en un gran tesoro y le permitía dar rienda suelta a su pensamiento más imaginativo y menos analítico, aquel que ponía en marcha y buscaba comprender un crimen vistiéndose el mismo como el perpetrador. Todo caso nuevo suponía grandes interrogantes que giraban en torno a la pregunta fundamental: "¿Quién?" Sin embargo, responder los "¿Cómo?" y "¿Por qué?" muchas veces bastaban para acorralar la interrogación principal. Todavía no tenían sospechosos, aunque Holmes veía algo extraño la ausencia, por el momento, de la esposa del señor Bellamy.

Las cosas están demasiado recientes, Vincent, no apresures las decisiones se decía a sí mismo.

La caminata se había continuado desde Gloucester hasta Melcombe St.para luego virar hacia su izquierda en contra sentido y tomar Dorset Square cuando una luz blanca impactó súbitamente en su retina desconcertándolo por unos segundos.

¡Maldición! Esas cámaras pueden causar un accidente... pensó Vincent al apreciar la fuente del impacto. Una pequeña cámara agarrada desde lo alto de una columna de iluminación en la intersección de Dorset Square con Melcombe St. se había disparado para captar el número de serie de un automóvil que había cruzado a una velocidad no permitida.

Inmediatamente, Holmes concibió su próximo paso.

Los casos de Saint Vincent Holmes [Ganadora Wattys2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora