Capítulo 5

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Cap. 5

Estar encerrado en una investigación y sentirse impotente ante la situación no era algo a lo que Vincent estuviera acostumbrado respecto de sus casos. Desde el asesinato de M. Bellamy comenzó a sentirse menos Holmes y más Vincent; a recordar más a su abuelo y las tardes que pasaban juntos en las que Sherlock le enseñaba el arte de la deducción, aunque el afamado inspector prefería darle el mote de ciencia. Vincent siempre tuvo en claro que el método deductivo que aplicaba su abuelo tenía mucho más que ver con su inteligencia y memoria superlativa que por las bondades mismas del método, por lo que, a pesar de las horas de dedicación al aprendizaje de la deducción, él jamás llegaría tan lejos como Sherlock en el método. Ser consciente de eso jamás le había molestado porque habían bastado sus habilidades para resolver cada caso que se le presentara. Con Robertson parecía distinto: si bien la situación no era compleja se sentía frente a un callejón sin salida, y eso lo extrañaba aún más. Había otra cosa, pero no sabía qué, y esa certeza era tanto para su propio caso como para el asesinato de Maximilian Robertson.

Vincent quedó tan captado por sus pensamientos que ya habían pasado casi dos horas desde que se puso a reposar en su oficina. Cuando retiró su atención por dos segundos le apareció en su mente el 21 de Balcombe St. Allí estaba su bar predilecto: el The Sir John.

Se retiró en silencio de Scotland Yard evitando cruzar la mirada con algún ser viviente para que el protocolo social no retrasara su encuentro con el Whisky.

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Al ingresar al bar lo primero que hizo fue buscar la mesa más apartada y solitaria que pudiera encontrar; analogía de sus emociones y reverberación de su propio padecer. Él sufría y disfrutaba de la soledad, pero, al mismo tiempo, no sabía estar con otros. Era como si su capacidad se hubiera agotado en las habilidades de inspector perdiendo todo tacto para el trato social. De hecho, siempre que respetaba y actuaba en consecuencia de las reglas implícitas de la sociedad lo hacía sólo a los fines de la resolución de un caso, como si fuera una más de las técnicas que aplicaba a los objetivos que perseguía, y lo lograba con mucho esfuerzo y dedicación.

—Un J&B, con tres hielos y medida doble por favor —pidió Holmes antes de que el mozo llegara a la mesa y saludase.

—Enseguida —respondió con decoro.

<Sara Perk estaba en el momento y lugar del crimen, y aunque no sea suficiente para inculparla, seguramente hay una razón para que se niegue a declarar oficialmente su estadía en el lugar del hecho. Respecto de Wolf, pareció sumamente sincero su relato. El odio era claramente genuino por lo que además de oportunidad en tiempo y espacio tenía motivos suficientes para llevar a cabo el hecho. Sólo resta que Denise encuentre la exposición de arte y pidamos el material de las cámara. Esa es una vía posible> —pensó Holmes, que a esas alturas hacía menear el poco whisky que le quedaba con su mano derecha.

"Revisá el material de video de la cámara frente al edificio, mismo día pero una y dos semana atrás." —ordenó Vincent con un mensaje de texto a Claudé antes de pedir varias medidas más de whisky.

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El cuerpo de Robertson, Sara Perk y Catherine Wolf habían descendido varios escalones en el interés de Vincent que, pare ese entonces, comenzaba a ser avasallado por flashes de su último sueño. Estaba demasiado claro que temía no ser lo suficientemente bueno como para llevar dignamente el apellido Holmes, máxime dedicándose al delito como él. Que no era el caso de su padre, completamente alejado del mundo de Scotland Yard y de los crímenes.

El alcohol había hecho el suficiente efecto en Vincent para que se lanzara a caminar, siendo su inconsciente el único conductor de su cuerpo en ese momento. Unos treinta minutos a pie bastó para que él llegara a la puerta de la conocida estación de trenes de Baker Street. Su cuerpo perdió el equilibrio en el instante en que las luces del interior dieron en sus ojos, sumado a los efectos del whisky, Holmes dio con su hombro a la rodilla de su abuelo. Levantó la mirada con cara de poco amigo para ver quién lo había golpeado, y cuando lo vio, tuvo que elevarla varios metros. Se quedó atónito. El glorioso Sherlock Holmes miraba serio hacia delante luciendo su boina y sosteniendo una pipa en la mano. Vincent se sintió sumamente pequeño ante el estático cuerpo de bronce, y aunque se trataba de una estatua, el pudor y la vergüenza lo sumieron en un profundo sueño de dolor en el medio de la acera de Marylebond Av.

Los casos de Saint Vincent Holmes [Ganadora Wattys2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora