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LA CHICA NUEVA


El día en que recibí la carta de ingreso a la academia LeGroix no me pareció un día de verano cualquiera, había algo en mí que comenzó a verlo todo desde una perspectiva embellecida. Ya lo decía mi abuela antes de fallecer: un artista siempre ve lo bello donde otro individuo no. Y aunque yo no me sentía con el atrevimiento de llamarme artista por el hecho de ser admitida en una de las academias de arte más prestigiosas del país, le di la razón cuando, cruzando media ciudad para llegar a Coco Café en mi bicicleta, me topé a la vuelta de la esquina con un atasco de autos, bocinas y gritos. Era una puesta gris hecha en un bodegón viejo: nada lindo. Sin embargo, me sentía tan animada que incluso allí, escuchando los alegatos de conductores por permitirme adelantarlos, miré el cielo azul sobre Wightown y sonreí.

Nada, absolutamente nada, arruinaría la meta que durante tanto tiempo deseé lograr.

—¡Estoy tan feliz, Drey! Estaremos juntas como en los viejos tiempos. Tú y yo, haciendo maldades otra vez. No, no. Mejor, nada de maldades. Los supervisores de pasillos son muy estrictos, a veces me siento de vuelta en el internado, solo que en lugar de monjas hay idiotas bigotones que creen que la academia es la milicia o algo así.

Sol inspiró hondo y bebió de su café. Tenía las mejillas rojas e hinchadas por hablar sin tomar un poco de aire.

—¿Vas a hacerme un tour por la academia? —pregunté, aunque bien sabía la respuesta.

—¡Por supuesto, amiga! Voy a enseñarte todos los lugares interesantes, incluso te contaré cuáles son las historia que se cuentan de los grafitis que encontrarás en las puertas de los baños o en las mesas. Y te diré los chismes que andan corriendo por los pasillos.

Los chismes nunca me llamaron la atención, andar de cotilla no era lo mío. Al parecer, a Solange sí le picaba el bichito de la curiosidad, porque cuanto más hablaba, más expresivo su rostro era. Parecía una niña pequeña, la hermana menor que nunca tuve, pese a que ella era mayor que yo.

Dejé de lado sus delirios de chismeóloga profesional para irme por un tramado más importante.

—¿Algún profesor de quién cuidarme?

Los ojos marrones de amiga se abrieron demostrando que podían ser aún más redondos. Las cejas arqueadas indicaban que había tocado un tema que le espantaba. Dejó su taza de café encima del plato con torpeza, como si procurara no romperla antes de hablar.

—En Ciencias hay muchos. Son asesinos seriales frustrados que quieren liquidarnos con sus exámenes. —En mi cabeza se dibujó un cuadro caótico, con profesores dibujados como demonios con cuerno y cola, alumnos sufriendo entre llamas.

—¿Y en Arte?

Se lo pensó haciendo una mueca cómica, tan arrugada como mi bella abuelita, quien adoraba todas sus líneas de expresión.

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaWhere stories live. Discover now