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QUE LANCE LA PRIMERA PIEDRA


Jugar con la incertidumbre de una persona era parte del pasatiempo favorito de Seth y Dhaxton, aunque más del segundo. ¿Cómo lo sé? Fácil: le encantaba lanzar comentarios que decían poco y mucho a la vez. Él lanzaba la piedra y no escondía la mano, pero sí los motivos por los que la había lanzado. Supongo que el misterio que exhalaba con cada respiración lo convertía en alguien mucho más cautivante; ser reservado, un plus.

El resto de la clase se mantuvo en silencio, coordinando sus movimientos con los trazos que el profesor nos pidió practicar. No se veía conflictuado ni arrepentido, estaba serio, enfocado en demostrar que su reputación intachable cuando se trataba del arte tenía razones de sobra.

Y le encantaba.

Ser la única que se encontraba confusa por su declaración lo ponía en un enorme escalón en el que yo no subiría. La sonrisa inclinada hacia su izquierda, precisamente el lado de su cicatriz, que esbozó antes de levantarse de su asiento tras el timbre, me dio a entender que saboreaba mi caos interno.

Grey y Logan me esperaban en la puerta. Guardé mis cosas en el bolso y caminé hacia ellos sin apartar los ojos de la figura imponente de Crusoe hasta que se marchó.

—Fue él —les dije entre dientes para que nadie más lograse escucharme—. Lo del dibujo fue Dhaxton.

La expresión de Logan rozaba el desconcierto. O tal vez el miedo.

—¿Cómo lo sabes? —interrogó, manteniendo el mismo volumen bajo que yo.

—Me lo confesó.

—Qué descarado... —Muy por el contrario a su compañero, Grey lucía disgustada. Se cruzó de brazos a modo de rechazo y chasqueó la lengua—. Claro, como sabe que saldrá impune.

—Ni siquiera tengo pruebas para inculparlo.

—Y es probable que haya mandado a alguien a hacer el trabajo sucio.

El comentario de Grey tenía sentido. Bellish y Crusoe no se ensuciaban las manos, a menos que fuera enrollándose con una profesora o con carboncillo en los bocetos.

Mi desgano me acompañó hacia la salida, encontrándome con un pasillo repleto de estudiantes de arte. Afuera todo parecía animado, un cambio drástico para la atmósfera pesada que mi confesión cargaba. Guardamos silencio mientras avanzamos hacia los casilleros hasta que Logan formuló una pregunta que buscaba saciar su curiosidad.

—¿Por qué lo hizo?

Me encogí de hombros.

—Dijo algo como: «algunas bestialidades no merecen ver la luz». Se refería a él.

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora