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RAISA

Sentada en el suelo de mi pequeño balcón, me encuentro abrigada por una frazada de lana, leyendo un libro de romance que me tiene enganchadísima.

Cierro los ojos e imagino al personaje principal. Tengo un fetiche, pues resulta ser que siempre, por más que cambie de libro, lo imagino de la misma forma: atlético, cabello negro, ojos como la obsidiana, sonrisa llena de misterios... Como un muñeco que guarda oscuridad en él, aunque en el libro sea lo más parecido a un príncipe ejemplar con buenos modales.

Desplazo la mano hasta mis pantalones cortos, con la yema de mi dedo rozo mi feminidad y doy un salto cuando la puerta a mi lado se abre.

—¿Piensas pasar todo el día en tu casa? —pregunta el ángel. Acabo de sufrir un mini infarto.

Al igual que Prince, este tipo se ha pegado a mí desde la mañana. Le pedí un momento a solas, pero ni siquiera fue capaz de permanecer veinte minutos en mi habitación.

Y ahora que lo pienso, ¿masturbarse se considera un pecado?

—¿Qué te pasa? —pregunta de repente, mirándome como si fuera alguna clase de enfermedad con piernas—. ¿Te sientes bien?

—Perfecta —respondo, odiando el calor que se concentra en mis mejillas.

Rápido acomodo el libro entre mis manos, e intento concentrarme en sus páginas una vez más. ¿En dónde me había quedado?

—¿Por qué no salimos un rato?

—Mi hermana me tiene prohibido dejar el hotel ante cualquier circunstancia —notifico.

—¿Sobreprotectora?

—De todas formas, no me gusta salir.

—Y tan solo te la pasas leyendo. ¿De dónde sacaste ese libro? —Por alguna razón que no comprendo, parece interesado.

—La biblioteca. Tomo prestado alguno de camino a casa.

—Pero qué vida más aburrida. —Su ilusión acaba de esfumarse.

—Es gracias a los libros que puedo escapar de la realidad y vivir cientos de vidas más. Y tú, ángel, ¿cuántas has vivido?

Lo miro de reojo, y sé que se está planteando una respuesta.

—Dos —responde después de un largo rato.

—¿Dos?

—Antes era un humano y ahora soy... Deja de llamarme Ángel, mi nombre es Scott.

—¿Te molesta ser lo que ahora eres, Scott? —pregunto.

Sus ojos se abren un poco más durante breves segundos. Son hermosos, casi como dos bolas de cristal empañadas.

—Eso es lo que pensaba, hasta que noté que tu vida es todavía más aburrida que la mía. —Suspira pesadamente, se acerca al barandal del balcón, y contempla el cielo encendido en un ópalo rojizo.

Su perfil iluminado por la luz cálida es precioso, aunque también conserva un rastro oscuro y cruel. Será la imagen que tengo graba de él después de nuestro par de encuentros.

Durante los últimos días, he conocido criaturas escalofriantemente atractivas. Pero aunque Scott dice ser un ángel, tiene un aspecto rebelde y un terrible carácter.

—Yo pienso que es increíble —comento.

—¿El qué?

—Ser un ángel. Siempre creí que portar alas era un sinónimo de libertad, como las aves que pueden volar a donde les plazca. Tú las tienes, y por ende, eres libre.

—No tienes idea... —Sonríe con amargura.

—Ah, ¿no?

—En lo absoluto. Si fuera libre de verdad, entonces no estaría aquí, encerrado en la misma jaula que tú.

Se hace un silencio que me esclarece, Scott no está aquí por voluntad propia, así como también me pone al tanto de los pasos que cruzan la puerta de mi habitación.

Suelto el libro, y todavía envuelta en la frazada, me pongo de pie y me apresuro a entrar.

—¿Trajiste alguien del instituto? —pregunta mi hermana mientras examina alrededor. Su perfil está siendo iluminado por la luz amarillenta de mi lámpara tan solo.

—No.

—¿Con quién hablabas entonces? —Inspecciona mi habitación, sin ver a quien le cuesta desplazarse a través de mi habitación por culpa de sus alas. Poco después, Scott se acomoda entre la oscuridad condensada en una esquina.

—Conmigo misma —contesto, y es un poco incómodo. Siento como si realmente tratara de ocultar la presencia de Scott.

—¿No es la gente muerta de la que me hablaste el otro día? —pregunta Leire mientras toma asiento en la orilla de mi cama.

Scott pasa a contemplarme sorprendido. No quería que supiera de esto, pero vaya que le tomó menos tiempo del esperado el enterarse.

—Claro que no veo algo como eso. —Espero que no se dé cuenta de que estoy mintiendo—. No sería normal —me rio, deseando que más bien parezca una tontería.

—Sabes que puedes confiarme cualquier cosa, Raisa. Soy tu hermana, y te amo.

—Lo sé. —Me dejo caer a su lado. Leire me abraza y cierro los ojos. Me gustaría poder decirle que siempre pude ver a los muertos, aunque hay algo que me lo impide. No deseo darle más preocupaciones de las que se hizo cargo cuando nuestros padres fallecieron.

—Es posible que algo te esté molestando. Has faltado al trabajo otra vez —indica.

Etta. Abro los ojos. Es él quien me tiene con los nervios a flor de piel.

—Es que no he podido conciliar el sueño desde lo ocurrido con la mujer. Sería terrible si llego a quedarme dormida, y de pronto alguien más fallece en la piscina. Entonces sería mi culpa. Pero a partir de mañana, te prometo que iré.

—Si es tan difícil para ti, puedo pedir...

—No. Iré. Y me hará bien distraerme.

—Está bien. —Besa mi frente y se aleja—. Pero no te esfuerces demasiado.

—Leire. —Mi llamado la detiene en frente de la puerta—. ¿Crees que dije la verdad sobre el señor Hastings?

—Eres mi hermana, y sé lo mucho que te cuesta mentir. —Sonríe, y sale de mi habitación.

—Mentiste —interviene Scott, emergiendo de entre la oscuridad como si fuera una especie de demonio. Sus ojos grises me contemplan fijamente, empequeñeciéndome. Siento que es el único ángel al que le sienta el color negro a la perfección—. Y ella, por alguna razón, también se abstuvo de preguntar.

Su observación me deja helada.

—¿De qué hablas? —cuestiono, perdiendo la mirada en el lugar en el que estuvo durante todo este tiempo. Él hizo que se viera más oscuro de lo que es en realidad.

—Solo di lo que tengas que decir. —Parece hablar consigo mismo—. Hace un momento, te abstuviste de confesar la verdad. Había algo más—. Tiene razón. No solo quería contarle acerca de mi extraña habilidad, también deseaba temblar entre sus brazos por lo sucedido con el chef.

¿Por qué lo omití?


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Amando la Muerte ✓Where stories live. Discover now