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SCOTT

El humano me examina de pies a cabeza, algo normal si tomo en cuenta que su apariencia es resabiada: ojos cafés atentos, cabello rubio como de querubín y piel perfecta. Muchas mujeres deben estar al asecho a su alrededor. Es bastante agraciado para ser un simple humano.

Alcanza el teléfono, todavía sin dejar de mirarme.

Nil Abramson, recepcionista. Leo el pequeño gafete que yace en el lazo izquierdo de su pecho, justamente sobre el corazón.

—Está aquí —susurra contra el aparato—. Ajá. Sí.

Cuelga y se inclina sobre el puesto de recepción, acercando su rostro al mío. ¿Acaso intenta intimidarme, o quiere que le dé un beso?

—Te lo dije claramente, tengo una cita con Raisa Berycloth —puntualizo con calma, pero en ningún momento deja de contemplarme con sospecha y cierto desagrado.

—¿Perteneces a alguna clase de secta satánica? —pregunta de mala forma, produciéndome una extraña fascinación, sobre todo cuando mira mis cuernos de cabra.

—No creí que se tomarían tan en serio el disfraz. —Quien dice disfraz, en realidad se refiere a la simbología demológica para cualquier humano que haya visto por lo menos tres películas de terror en su corta vida—. ¿Me dejarás pasar?

—¿Qué es lo que te atrae del infierno?

—Almas en pena, demonios, el fuego más ardiente que cualquier ser humano en vida pueda siquiera experimentar jamás y, por supuesto, las cabras locas—. Me rio cuando su cara no hace nada mejor que poner en evidencia mayor desapruebo cada vez—. ¿Qué clase de persona en su sano juicio hace preguntas como estas?

Mi nivel de ofensa se está divirtiendo mientras fijo visitarlos por vez primera.

—Un hermano sobreprotector.

Qué increíble coincidencia, yo también soy su hermano.

Me estoy divirtiendo.

—Creí que su hermano tenía cabello largo y un poco más de... curvas. —Repaso lo poco que puedo ver detrás del puesto de información. Es alto y bastante delgado.

—¿Por qué la invitaste a salir? —cuestiona. Más bien parece un padre sobreprotector.

—¿Seguirás con las preguntas, Nil? No tengo toda la noche.

Evidentemente mi forma de referirme a él le disgusta. Se me ha pasado por alto que los humanos no están acostumbrados a ser tratados con tanta familiaridad. No debí llamarlo por su nombre cuando ni siquiera lo he tratado hasta hoy, pero estoy seguro de que, por su forma de actuar, es bastante cercano a Raisa.

—Cuarto piso, habitación cuarenta y nueve —dice por fin.

Le doy las espaldas antes de que me pregunte sobre alguna otra tontería.

Una vez he llegado al piso indicado, me detengo en frente de su puerta y, para evitar otro encuentro desagradable, recurro a quitarme los cuernos y llamo a la puerta tres veces.

Espero alrededor de dos minutos.

Esto es absurdo.

La puerta se abre, y Raisa aparece ante mí. Me observa de una forma tan intrigante poco antes de fijarse en los cuernos de cabra que mis manos sostienen.

—Feliz día en el que naciste, humana.

Levanta una ceja.

La observo detenidamente. Aunque está usando el mismo vestido ceñido que alquiló días atrás y el collar que le di, luce diferente de alguna forma. Admiro su cuerpo hasta estancarme en su rostro. Está usando una capa muy sutil de maquillaje, su piel parece de alabastro y sus labios podrían ser la perdición de cualquier ser humano, si ella así lo deseara. Además, esta vez se ha peinado. Sus rizos enmarcados son otra cosa. Esta noche sacará a relucir sus mejores cualidades. Luce hermosa.

Amando la Muerte ✓Where stories live. Discover now