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RAISA

Mis manos se aferran al alambrado con mayor fuerza mientras mis dientes castañetean. Es impresionante la manera en la que el campo, poco a poco, empieza a ser sumergido bajo magma hirviendo, pero en cambio todo lo demás, los graderíos, las plantas y árboles... Todo eso que está apartado de las grietas, en cambio empieza a congelarse, incluso yo puedo sentir el frío calándome los huesos.

Y es esta misma sensación es la que permite que ciertos recuerdos invadan mi mente. Están llenos de profunda oscuridad, sufrimiento, dolor, agonía, gritos desgarradores... Toda clase de sentimientos y emociones desgarradoras y perturbantes.

A su causa, la pequeña yo era atormentada y no entendía razones, quería convencerse de que era normal todo eso que vivía en el infierno. Cerraba los ojos con fuerza, tapaba sus oídos... Pero ya que su padre la retenía, según él, para protegerla, ella se sabía demasiado sola. Entonces los creó, a ellos cuatro, simples ideas que reflejaban todo eso que experimentaba día con día, su mar y tormento cual consuelo. Pero a pesar de que en su mente vivían, ella siempre pensaba en alguien incluso más que en cualquier otro: Prince, su idea más seductora.

Mi cabeza de inmediato reniega.

Ahora comprendo el motivo de la irresistible tentación en toda su apariencia. Ahora creo saber por qué motivo Prince, incluso tras haber perdido sus recuerdos, aún sabiendo de lo que era capaz, siempre me atrajo de alguna u otra forma. En este momento, creo comprender la razón por la cual jamás pude catalogarlo como alguien malo.

El suelo se resquebraja todavía más.

No quiero volver abajo. No quiero ser parte de algo tan atroz y horrible como lo es el averno.

De entre todo ese auge oscuro que rodea a Samael, distingo su imponente mirada sobre mí y retrocedo, sintiendo la presencia de Drac a mis espaldas.

—No permitas que me lleve —pido casi con desesperación. Estoy temblando, y es peor cada que mi mente arroja un nuevo recuerdo—. ¡No quiero volver!

Pero me resulta peor darme cuenta que Samael es capaz de todo si se lo propone. Por nada dejó su puesto allá abajo, rompiendo las reglas establecidas entre cielo y tierra, arrastrando consigo el infierno entero.

Aterrada me aferro a Drac, quien no tarda un segundo en rodearme con sus brazos. Y en este momento desearía que me brindara el mismo consuelo que Prince o Scott.

¡Scott!

—No volverás, te lo prometo —asegura y levanto la mirada para contemplarlo aterrada.

—Llévame con Prince. —Mi voz tiembla. Otro gran relámpago ilumina su semblante—. ¡Quiero ver a Prince!

Confundido me contempla, pero sin decir nada, finalmente asiente. No obstante, dentro del mismo segundo el suelo bajo nuestros pies cruje con mayor fuerza y se crea una grieta, abriendo paso a un mar de manos sombrías que intentan escalar a través de las paredes.

Retrocedemos y ahogo un grito de horror al percibir que de abajo, desde lo más profundo de la tierra, una voz pronuncia mi nombre. Y del otro lado del campo precisamente, la muerte se manifiesta como un precioso gato de pelaje negro azabache, del cual surge, al poco tiempo, detrás de las llamas incandescentes que empiezan a elevarse, un apuesto y engalardonado hombre.

—Prince —suelto sin aliento, tomando distancia de Drac para encontrar la forma de cruzar y llegar a él. Tengo que llegar a él. Pero las manos se arrastran como serpientes por el suelo, deseosas por alcanzar mis pies, obligándonos a retroceder y distanciándonos todavía más.

Amando la Muerte ✓Where stories live. Discover now