En las paredes había muchísimos más dibujos, un collage de rostros, cuerpos y figuras cualquieras.
Pese a que solo eran en una gama de colores reducida, todos los cuadros me parecían diferentes, como si los hubiesen dibujado personas distintas. Y entre todas esas figuras, logré reconocer que en muchos bodegones se repetía el patrón de mujeres jóvenes muy bellas, igual a las musas de las obras de Danti Vannan.
Inmersa en la expresión de los bocetos, sentí la necesidad imperativa de tocar uno. Lentamente extendí mi mano hacia el dibujo, con mi dedo índice casi sintiendo su textura.
—No te atrevas.
El corazón me dio un giro brusco.
Dhaxton estaba a mi espalda con semblante serio y profesional. Vestía una camisa verdosa holgada y pantalones crema, un aspecto bastante simple al que usaba en la academia. Él estaba en su ambiente, en su mundo, por eso tenía esa apariencia más relajada.
—Tus dibujos son como los de Danti Vannan. —Ni siquiera traté de excusar mi acto casi delictivo, estaba atrapada en la similitud en los dibujos—. Son... casi idénticos.
Dhaxton caminó hasta posicionarse junto a mí.
—Si crees que son casi idénticos, debes mejorar tu ojo crítico —cuestionó con voz átona y mirando con repulsión lo que había creado con su propia mano.
—¿Por qué lo dices? Tus dibujos están geniales, tienes su misma técnica y tramado... Y los colores...
—No me refiero a mis dibujos —interrumpió. Sin previo aviso, se colocó detrás de mi espalda y tomó mis hombros. La cercanía de su cuerpo ya me casi me era familia, no me espantaba ni me asombraba. Tampoco su tacto, pasar horas uno al lado del otro ya se me hacía algo cotidiano, por eso cuando pasó su brazo por encima de mi hombro y tomó mi barbilla con delicadeza para moverla hacia los otros dibujos, no me sorprendí—. Observa bien —murmuró, agachándose para ver desde la misma altura que yo—. Analiza los detalles y sabrás cuál es la diferencia.
Tanto en el trazado, el carboncillo, la manera en que dibujaba las sombras y unía las líneas me parecían idénticas a las de Danti Vannan. Las poses, el color, la sustancias. ¿Cuál era el fallo? Entrecerré los ojos para concentrarme a fondo. Si algo no calzaba en esos dibujos era la intimidad de las modelos y sus mismas poses. Si hacer el mismo trabajo una y otra vez es porque algo anda mal o no te convence; en el caso de los dibujos, las poses de las jóvenes eran iguales, pero ellas no.
—Las modelos —respondí.
Dhaxton dio un paso atrás. Había hallado la respuesta correcta.
—Ninguna de ellas tiene lo que busco.
—¿Y qué es lo que buscas?
Volteé en busca de su respuesta, mas todo lo que conseguí fue una mirada intimidante que le ponía punto final a mi curiosidad. No iba a obtener más de él.
—Ve al tocador y ponte lo que dejé en la butaca. —El eco que provocó su voz indicó que en ese estudio solo estábamos él y yo. Autoritaria y profunda.
Sin despegar mis ojos de los dibujos, me dirigí hacia el lugar señalado por Dhaxton. En la seguidilla de sus trabajos me percaté de que eran como una línea de tiempo que se dividía en épocas: la primera época trataba sobre una joven, luego una época con otra y así hasta llegar al final.
En el estudio había un cuarto especial donde pude dejar mis cosas. En uno de los asientos había una tela blanca y gruesa que reconocí de los dibujos: era un vestido blanco muy simple, sin ningún detalle que resaltara. Antes de proceder a colocármelo, comprobé que no hubiera ninguna cámara con la que pudiera espiarme o grabarme. Todo era tan sospechoso que no descarté en ningún momento que se tratara de alguna broma con la que pudiera acosarme en la academia.
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LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la venta
Teen Fiction(+16) PRIMERA PARTE YA A LA VENTA EN CHILE E INTERNACIONAL (BUSCALIBRE) «La historia inicia con un muerto. ¿La víctima? Yo. ¿Los culpables? Dhaxton Crusoe y Seth Bellish. ¿La víctima siguiente? Tú.» Audrey Downey ha prometido guardar su castidad ha...