Después de eventos desafortunados, Elizabeth Swan y Isaac Lahey, van a Forks tratando de alejarse del mundo sobrenatural. Sin embargo, no esperaban encontraste con un grupo de chicos de ojos dorados, quienes pondrían su mundo de cabeza mucho más de...
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Narra Lizzie
El día había sido extraño, por lo que, cuando llegamos a casa, lo único que le dije a Isaac, era que quería estar sola, algo que él comprendió.
Al menos no ocurrió nada fuera de lo común, quitando el hecho de que hay vampiros en Forks, y de que hoy casi me enfrento a una camioneta, definitivamente fue un día más normal de lo que es en el campamento mestizo o en Beacon Hills.
Después de la muerte de Allison, Isaac y yo nos fuimos cuatro meses a Francia junto al señor Argent. Nos atacaban furias e hidras por los entrenamientos y la sangre que llegábamos a derramar. Pensábamos en regresar a Beacon Hills, pero no nos sentimos listos, así que la mejor opción era ir al campamento.
También porque Isaac necesitaba entrenarse como realmente lo hacíamos los semidioses. Aunque gracias a que es hijo de Ares, aprendió las estrategias de combate muy rápido y al ser parte lobo, sus reflejos son mucho más desarrollados.
Me sugirieron irme al Olimpo, ya que no encajo bien con los demás semidioses, pero me negué, aunque en varias ocasiones Isaac y yo fuimos.
Zeus al principio era reacio a la presencia de Isaac, pero no tuvo opción más que dejarlo ir. Después de conocerlo, les agradó a todos e incluso le dieron sus bendiciones, a excepción de Zeus. Sabían que Isaac había sufrido mucho y querían que se sintiera como en familia. Los dioses no parecen nada a los despiadados que llegan a contar las leyendas.
O al menos no lo son conmigo o con Isaac.
Estuve pensando por un largo rato hasta que empecé a sentir mis párpados cada vez más pesados, estaba a punto de quedarme profundamente dormida, cuando sentí las presencias de vampiros.
Abrí los ojos y los vi, Edward Cullen y Jasper Hale estaban viéndome como acosadores, por inercia me giré para encender la lámpara que está a lado, pero cuando volteo, ya no hay nadie.
Sabía que ellos estuvieron aquí, no lo había imaginado porque aún sentía su olor.
Me quedé dormida, pensando en hablar al día siguiente con Isaac, porque esa acción de entrar en casas ajenas es horrible.
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