Capítulo 8

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Narrador Omnisciente

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Narrador Omnisciente

Los dos betas se dirigían a la casa Cullen. Ambos caminaban por el bosque, sin saber exactamente a donde se dirigían.

Rosalie les había escrito en la hoja que debían seguir un sendero y poco después los árboles se irían despejando, pues no tenían como tal, una dirección.

—Aún no entiendo porqué acepté venir —dice la castaña, refunfuñando.

—Porque me amas mucho y quieres ver a ciertos vampiros de los que no te quieres alejar —habla, dando obviedad el chico Lahey.

—Lo dice el chico que no se puede alejar de cierta duendecilla —la castaña le responde con una sonrisa y se puede apreciar un pequeño sonrojo en el chico.

—Todo es confuso, pero no quiero estar lejos de ella, y sé que te pasa lo mismo con ambos.

—Pensé que nos mantendríamos alejados de ellos, en algún momento se enterarán de lo que somos, y no sé si nos acepten, o al menos a mí.

—Lo harán, eres una hermosa chica con muchas habilidades y muy inteligente, sin decir que los dioses te adoran.

—Al igual que a ti, has pasado por mucho.

—Lo bueno de ser semidiós, es saber que mi padre es Ares y no el que yo creía que era.

—Créeme, estoy segura que está teniendo su merecido en el inframundo.

—Sería mejor si corremos hacia la casa de los Cullen —dice cambiando de platica, el chico Lahey se empezó a preparar para comenzar a correr, pero la hija de Afrodita lo detuvo.

—Creo que escuché algo —voltea a todos lados—. ¿Qué cara...? —la frase se quedó en el aire cuando sienten como algo los golpea y termina lanzándolos a un árbol.

Frente a ellos aparecieron tres furias, con sus alas negras como los murcielagos, sus horribles colmillos amarillos y esos ojos refulgentes.

El beta saca su anillo para transformarlo en una espada, los meses que estuvo en el campamento le sirvieron para aprender a luchar, sin contar las bendiciones que algunos dioses le otorgaron.

Mientras que la beta sacaba su pulsera para convertirla en un hermoso arco de plata, regalo de su amiga Allison.

—Semidioses ―murmura una furia, olfatea el aire y sonríe de forma malévola―, y con bendiciones de dioses, serán un gran bocadillo —termina de decir para después dar una señal a las otras dos furias, por lo que las tres se lanzan a atacar a los chicos.

No pueden usar su lado lobo, ya que a los monstruos del inframundo solo los pueden matar con armas divinas.

El chico Lahey luchaba con dos furias, mientras que la hija de Afrodita luchaba con una, pero era la de más prominente tamaño.

Semidiosa Swan «E.C & J.H» Where stories live. Discover now