Capítulo 9.

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He vuelto a soñar con Julién tres noches seguidas. Noches en las que mi corazón parecía odiarme porque 1) no dejaba de latir descontroladamente cuando Julién rozaba mi mano o sonreía cuando le hablaba sobre algo, 2) él lo notaba constantemente y 3) aparentemente, se sentía cómodo y le divertía que me pusiera así.
¿Cómo podría describir a Julién en una sola palabra?
Él es... por Samaritha. Es increíble, perfecto, irreal... y lo mejor de todo es que no tiene ni idea de la ''Prueba'' que me había hecho Sam. Pensé que él la había vivido también, pero no fue así, sólo era una ilusión.
—¿Sabes que puedo escuchar sin esfuerzo y perfectamente todos tus pensamientos, no?
—Sí, pero prometiste no hacerlo —dije desinteresadamente, mirando la noche por la ventana—. ¿Dónde estás, Wessy? —susurré.
—Seguro la rubia ya le chupó la sangre —dijo y consiguió hacerme sonreír.
—No deberías ser tan dura con él, ¿sabes?
—¿Y eso lo dice el supuesto cuerpo o tú misma?
—¿Tú qué crees? —volteé a mirarla un segundo y suspiré cabizbaja—. Oye, Nelly...
—Sí —respondió sin siquiera oír lo que iba a decir—. Le gustas.
—¿Estabas leyéndome?
—No puedes culparme, estoy demasiado preocupada por Wessy y es lo único con lo que puedo calmarme un rato sin sentirme... ya sabes... de esta manera rara y así —comenzó a hablar rápido e inentendible, causándome gracia.
—No te culpo. Sólo estaba preguntándome si  creías en... ya sabes, si de verdad él gusta de mí.
—Es divertido que uses el término él porque en tus pensamientos siempre le dices Julién pero... sí, le gustas. Se le nota —me miró a la cara y se partió de risa al verla—. Lo siento —dijo.
—Sí, bueno... como te seguía diciendo  —dije, haciendo énfasis—. Ni siquiera lo conozco. Él dice ser real pero ni tú ni yo sabemos eso, ni siquiera si algún día lo conoceré en persona. Quiero decir, ¿que si vive en Suecia con sus tíos y primos Italianos? ¿Qué tal si, en realidad, él sólo habla portugués?
—¿Suecos... Italianos... Portugueses? —negó con su cabeza—. Debby, ¿te has vuelto loca? Ese chico te ha dicho miles de veces que está en tu misma escuela y sólo has decidido ignorar ese dato tan importante. Si no lo conoces aún, no tiene nada que ver con él, sino contigo.
Suspiré con molestia.
—Además —prosiguió—. ¿Lo que sientes no es real?
—Me voy a la cama —dije.
—Cobarde.
—Me avisas si vuelve Wessy o la rubia chupa sangre.
—Eso dolió —puso una mano en su pecho dramáticamente.
—Ídem.


—Hola, enano —le sonreí mientras me sentaba su lado—. ¿Qué haces?
—Hago un dibujo —me miró un segundo y siguió coloreando.
—Oh... Muy divertido, ¿cierto? —dije con una mueca que no pude disimular y él se detuvo bruscamente, clavando su mirada en mí.
—No, Debby —dijo seriamente—. Me aburro de la Luna hasta Marte —dijo quejándose y tiró el lápiz de color verde que tenía en la mano contra la mesa.
—En ese caso, ¿quieres ir de aventura conmigo?
—¿Hablas en serio? —me preguntó y asentí—. ¡Sí! —exclamó, levantándose de la silla en la que dibujaba para irse corriendo. Unos minutos después, volvió a la habitación y noté que se había colocado un abrigo GAP encima de la ropa y unos zapatos.
—¡Vamos, vamos! —volvió a emocionarse (aunque, más bien, parecía que simplemente estaba desesperado por salir de allí).
—Tranquilo, enano. Esta vez vamos a una ''Aventura'' en específico. Y tú me vas a ayudar mucho para realizar el cometido de nuestra... investigación.
—Bueno, suponiendo que odio las investigaciones de la escuela, y la tuya suena interesante... está bien —se echó de hombros con cara de ''Soy una experto en el tema''.
Y ese era Phillip, uno de los hermanos de la chica del cuerpo. De por sí, es mellizo de Lyla, pero él tenía algo que ella no: un alma de  demonio. Y yo lo sabía, y sospechaba que también él. Así que, yo no había sido la única en tomar un cuerpo en esa casa.
—Sí, pero antes de ir... —me volteé, mirando a la ventana y dándole la espalda—. ¿Me puedes explicar qué crees que piensas hacer con ese cuchillo Zackret que tienes? —noté cómo se quedaba sin aliento por mi pregunta. Las Zackret eran cuchillos afilados, letales y especiales que sólo los demonios tenían. Pero no para matar, sino para protegerse.
Volteé a verlo y sus ojos estaban llenos de sorpresa, pero también había duda... Ilusión. Yo conocía el pasado de Phillip. Dentro de él había un niño que durante muchos años había estado rodeado de personas. Sin embargo, durante los mismos, sólo experimentando la soledad. Justo como yo.
—No lo sabía... —se dio cuenta de lo que pasaba. Su voz se fue rompiendo cuando lo decía—. Sólo... perdóname, Debby —murmuró y noté como un nudo subía por su garganta. Verlo así, con los ojos llorosos..., demasiado roto, demasiado fuerte, demasiado asustado, demasiado valiente.
—Ven aquí, Phill —dejé que mis rodillas tocaran el suelo, logrando bajarme a su altura, y él corrió a abrazarme, fundiéndose en mi cuerpo.
—No puedo creer... que estés aquí —sollozó fuerte y lo abracé más aún, apoyando su cabeza en mi pecho. Cerré mis ojos, tan sólo para ocultar que me encontraba llorando también.
Lloraba por una razón, una que nos invadía y nos dolía a ambos completamente: Soledad. Habían pasado años desde que había abrazado a una persona que de verdad entendiera por lo que pasaba, que en verdad supiera lo que soy y cómo soy; y a pesar de haber conocido a Phill meses atrás, hasta ahora sabía la verdad.
—Me recuerdas tanto a ella... —murmuré abrumada por ese abrazo y sentí cómo mi pecho subía y quería soltar un sollozo. Noté cómo Phill tomaba una bocanada de aire y luego apretaba los dientes.
El sentimiento que estaba sintiendo lo conocía bien. Era ese tipo de emoción que sientes al salir del baño porque te habías quedado horas encerrado en él; y aunque intentaste de gritar, nadie te oyó. El mismo sentimiento en el que parece no haber nadie, aunque fuera de la puerta escuchas voces.
La tristeza que sientes luego de haber pasado tantos años creyendo que ya no había esperanza para tu vida, que tu único destino era el de ver morir a las personas que amas, tener que crecer solo porque nadie entiende por lo que pasas... hasta que llega una persona que está en tu misma situación, y es donde te das cuenta de que tal vez valió la pena esperar tanto.
Quería a Phill porque con él podía ser yo. No tenía que ser dura con él porque sé que me entiende y es sólo un niño. Y me recordaba a ella. Luego de tantos años, era como si mi hermana estuviera ahí.
—Eres como yo —murmuró en mi pecho—. No estoy solo.
—No... —apreté su cabeza más contra mí hombro—. No lo estás, Phillip.


Fuimos al patio y luego de casi obligarme a hacer hamburguesas, me invadió de preguntas. Al parecer, a él lo había dejado aquí en el mundo humano desde que era un niño, y en su cumpleaños siempre aparecía un regalo misterioso de algo relacionado demonios, lo cual lo hacía pensar que alguien estaba pendiente de él y se los enviaba. O al menos eso ha querido creer todos estos años para no sentirse tan miserable.
—¿Cómo te sientes? —le pregunté y él asintió frenéticamente con kétchup por toda la boca y una enorme hamburguesa en la mano—. Bien —le sonreí y él siguió comiendo tranquilamente. (Y con tranquilamente me refiero a atragantarse la comida como un dinosaurio Rex destrozando a una bestia luego de que se haya comido un elefante... cuatro veces.)

Resoplé y miré hacia la ventana. Habría tormenta hoy.
—¿Debby? —me llamó mientras se chupaba un dedo lleno de kétchup.
—¿Mmm?
—¿Tú conoces a Samaritha?
—Sí —medio sonreí—. ¿Por qué?
—Eh... —se me quedó mirando a los ojos y luego bajó la cabeza bruscamente—. No, por nada. Sólo quería saber.
—Cuando termines de comer eso, ponlo en la repisa y duerme, ¿de acuerdo?
—Está bien —dijo y se fue a la cocina.
Suspiré pesadamente. Esta tormenta me recordaba a mi familia.
Sabía que si mamá hubiera tenido elección de elegir, yo hubiera muerto antes que ella y toda mi familia. Sé que cuando me decía que cambie mi actitud, era para no herir a los demás, como a mi hermana.
Sé que cuando debí amar, debí dar, debí advertir, debí abrazar y aferrarme a la felicidad que tenía, no lo hice. Y les fallé a todos. Porque decidí callar el dolor que sentía cuando despertaba sabiendo el día en que todos ellos morirían.
Florissha dice que nunca debí haber nacido; los ángeles dicen que no saben por qué siquiera existo; y Samaritha... ella sólo dice que mi madre estaría orgullosa de mí, pero ¿orgullosa de qué?
¿De haberlos matado a todos? ¿De haber robado el cuerpo de una chica humana? ¿De haberme enamorado de un chico humano al que ni siquiera conozco?
Joder, sí, esas sí que eran razones de las cuales estar orgulloso.
¿Qué sentido tenía que todo tu cuerpo se sintiera atraído por un chico que no conocías? Ni siquiera hay razones por las que estarlo. Nunca ha habido tiempo, circunstancia, lugar... Nada. Simplemente, todo sucedió en un sueño. Pero sucede que, cuando estoy con Julién, en un sueño, él junto a mí, siendo tan divertido, tierno, misterioso y, sobre todo, mal pensado como su mayor cualidad, es como si fuese siempre la primera vez en la que nos conocimos, y se repite una y otra vez, pero cada vez mejor.
Y eso me recuerda a una frase de un libro que leí hace 30 años. ''Esa fue la primera vez que sentí la urgente necesidad de que el mundo se detuviera antes de que yo pudiera comprender lo que estaba pasando.''
Porque me gustaba no saber qué pasaba, me gustaba ser ignorante por un rato.
Subrayé varias veces la última oración en mi diario y suspiré. Parezco una tonta.
—¡Debby! Wessy está saliendo del laberinto del jardín —me gritó con la cara pegada a la ventana.
—¿El laberinto? —fruncí mis labios—. ¿Qué buscaría Wessy ahí? Quiero decir, ¿todas estas horas ha estado en ese laberinto?
Un foco se encendió encima de mi cabeza.
¡Estuvo ahí todo este tiempo! ¡Y nosotras aquí preocupadas!
¡Ese idiota!
—Oh, va a ver —abrí la puerta de mi habitación y corrí en pijamas escaleras abajo.
—¿Cariño? —dijo preocupada la mamá de la chica, que me veía salir furiosa de la casa.
—Ahora no, señora —respondí bruscamente y cerré la puerta con todas mis fuerzas.
Por Samaritha, Wessy, te voy a matar.
Me quité los zapatos y corrí sobre el césped hacia el laberinto, y sí que era grande. Prometí venir alguna vez el primer día que estuve aquí. Es casi una pena que tenga que entrar por la situación de Wessy y no para explorar. Casi.
Entré y comencé a cruzar los pasillos por intuición, guiándome de cómo se veía el laberinto desde mi habitación, pero sólo conseguía sentirme más perdida.
—¡Wessy! ¡Aparece! —grité al viento y recibí un mensaje mental de Nelly.
Ve hacia la derecha... Sí, eso. Ahora dobla en la próxima esquina a la izquierda... Muy bien. Ahora da dos derechas y estarás bien.
Doblé a en la última esquina  a la derecha. Aquí había una especie de estatua pequeña de una mujer. Pero nada que ver con Wessy.
—¡Wessy! —grité otra vez.
¡¿Ya lo viste?!, preguntó Nelly emocionada.
—No, aquí parece no haber nadie —resoplé—. ¿Estás segura de que lo viste aquí?
—Debí ser más cuidadoso. No pensé que alguien me vería llegar.
Grité. Esa voz. Me volteé exaltada, con el corazón desbocado.
Lo vi recostado desinteresadamente sobre una de las paredes de hojas del laberinto, lanzándome una mirada de ojos azules que penetraba hasta el alma.
—Julién —murmuré sin aliento.
—Debby —sonrió.

Oscuridad en la luz.Where stories live. Discover now