Capítulo 6.

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—Julién.

La niebla que antes nos rodeaba parecía haberse desvanecido. Aún seguía oscuro, pero ahora era capaz de distinguir un tocador de caoba a mi izquierda, pegado a la pared; una silla de madera a mi derecha, un poco inclinada, y una mesa igual enfrente, en donde Julién se encontraba ligeramente sentado.

Sus ojos se posaron directamente en los míos; entornó su mirada y elevó sus labios levemente, demostrando desconcierto.

—Debby... ¿No me tienes miedo? —preguntó y lo miré confundida.

—¿Por qué tendría que temerte? —pregunté y juré haber visto el color de sus ojos oscurecerse dos tonalidades. ¿Cómo...?

—Debby —resopló cansinamente, bajando la mirada como si quisiera ocultarla—. No sé cómo has logrado volver a entrar en este sueño, pero es mejor que no vuelvas a soñar conmigo. Puede ser peligroso.

—¿Peligroso? —fruncí el ceño—. No quiero dejar de verte —espeté, y un segundo después, me cubrí los labios, arrepentida y con el pulso hecho un desastre.

No, esto es efecto del sueño. Eso no pudo haber salido de mí.

Sin embargo, muy en mi interior sabía que era cierto. Eso no había salido de mi sueño, mi imaginación o del cuerpo de la chica que tenía, no, eso había salido de mí... Debby Ophenie. Quería volver a verlo millones de veces, sin siquiera apartarme un segundo.

Pero era algo que no iba a admitir. Era algo de lo que culparía a mi cuerpo humano por sentir.

Julién sonrió de una forma tan peculiar que me hizo dar un vuelco en el pecho.

¿Por qué tenía ese efecto en mí? Me hacía sentir vulnerable, y eso era... malo, muy malo.

—Muy bien —dijo, al parecer, divertido—. ¿Y qué piensas hacer? ¿No dejarme dormir nunca? Si es así, estos sueños podrían volverse más interesantes —dio un paso hacia delante, dándole un doble sentido a la palabra.

Intenté ignorar eso, aunque de mi salió una pequeña sonrisa que no pude reprimir.

Es el cuerpo, sólo es el cuerpo.

—¿Eso quiere decir que sí eres real?

—Claro que soy real. Te he visto en Wangent... y no eres Thymie —terminó la frase como si tan sólo hasta ese momento se hubiera dado cuenta de su realidad, dando un paso hacia atrás, sin preocuparse en disimular el disgusto que sentía.

—No... —curvé una ceja.

—¿Qué hicieron con ella? —preguntó preocupadamente—. ¿Su alma aún vive?

Lo miré con suspicacia. Hablaba sobre ello como si realmente supiera sobre el tema.

—¿Cómo sabes tú sobre las almas?

—No puedo decirte —dijo en modo de disculpa—. Prometí no contarle a nadie.

Lo recorrí con la mirada y, de repente, él sonrió. Algo olía terriblemente mal.

—¿Por qué sonríes?

—Estoy furioso —cabizbajo, pasó una mano por su cabello, disimulando estarlo.

—¿Qué? —entreabrí mis labios de sorpresa. ¿Sonreía cuando estaba enojado? ¿Quién hacía eso?—. ¿Por qué?

—Porque no está bien lo que has hecho —pausó—. Y no quiero que te haga daño pero... Ahora la madre de Thy piensa que tú eres su hija. Toda su familia olvidó a Thymie, y todo eso tan sólo para conocerte a ti —cerró los ojos brevemente—. ¿Qué sentirías si te capturaran y supieras que puedes ver a tu familia y amigos pero sólo como un fantasma, que no se acuerdan de ti, que solo eres una extraña más para ellos?

Oscuridad en la luz.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant