Capítulo 11.

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Escuché lo que había dicho y negué rotundamente con la cabeza, a lo que él arrugó su frente.
—Tú amaste a tu familia, Debby. Que ellos murieran mientras tú hacías eso es más doloroso que ver a tu madre morir cuando ya la odiabas —se echó de hombros—. Aun cuando supe lo que de verdad me hacía, aun cuando le dije que parara de hacerlo, sólo me golpeaba y me decía que iba a tocarme todo lo que quisiera, me guste o no —dijo y luego medio sonrió—. Luego tuve una novia. La quise llevar a casa, ¿sabes? Estaba muy emocionado de que por fin a una chica le gustara, pero mi madre sólo la vio y luego nos encerró a ambos en mi habitación. Nos dijo que ahora sería mejor si ella también se añadía al grupo y...
—Julién, mierda, para —supliqué y lo volví a abrazar—. Ya basta. No merecías nada de eso, ahora estás mejor.
—Lo sé —susurró de vuelta y me separé un poco para verle a los ojos. Era tan hermoso. Le sonreí dándole seguridad y volví a abrazarlo.
—Me quedaría aquí toda la noche.
—Pero...
—Pero entonces nos congelariamos.
—Bueno, traje mantas —dijo cediendo a cambiar de tema.
—Yo también —medio sonreí—. Y de todas formas nos congelariamos.
Me separé completamente, no sin antes besarlo en la mejilla y sentir cómo sonreía.
—¿No es muy extraño para ti fingir ser tierna conmigo? —dijo y di un respingo.
—¿Qué? No finjo ser tierna contigo —lo miré extrañada con las cejas juntas.
—Eso era lo que quería escuchar —confesó sonriendo y se inclinó levemente, dándome un beso en la mejilla también. Me sonrojé.
—No se supone que debería de pasar eso...
—Eso es lo que implica ser muy buena actriz.
—Entonces ya debería tener varias solicitudes de trabajo. Podría ser la doble de Angelina Jolie.
—O Angelina podría ser tu doble —sugirió y reí sin entenderlo.
—¿Por qué haría ella eso?
—Porque tú eres más bonita.
Miré hacia otro lado y de repente escuché un grito desgarrador. Suspiré cansada.
—Mis bebés me necesitan —dije sarcástica.
—Permíteme decirte que eres una terrible madre, teniendo en cuenta que aún sigues aquí.
—Adivina qué hora es —murmuré en respuesta.
—¿Hora de Aventura?
—Exacto —respondí y fui corriendo a subirme al borde del tejado—. ¡Hora de Aventura, Julién! —exclamé y me dejé caer de espaldas con los brazos abiertos y una sonrisa en el rostro.
—¡Debby! —gritó Julién aterrorizado desde arriba.
—¡Aquí abajo, Rex! —dije, colocándome bien en el piso e inclinando la cabeza para mirar hacia arriba.
—¡¿Por qué me dices Rex?! —preguntó en voz alta para que pudiera escucharlo, apoyando las manos en los bordes e inclinándose para verme.
—¡No lo sé!
—¡¿Estás bien?!
—¡Sí!
—¡¿Y por qué gritamos?!
—¡No lo sé!
—¡Te amo!
Sonreí.
—¡No lo sé! —volví a gritar y él soltó una carcajada.
—¡Estás loca!
—¡Eso sí lo sabía!
No hacíamos un gran trabajo tratando de que mis padres no despertaran, pero lo intentábamos, ¿no?
Hice un gesto con la mano restándole importancia—. ¡Ahora salta tú!
—Sí, bueno, había pensado en quedarme aquí un ratito más, como ya me aseguré de que estás bien y eso, ¿sabes?
Reí negando con la cabeza.
—Deja de ser un cobarde, Chryst. Confía un poco.
—No. ¿Sabes algo? Me gusta mi vida... mucho. De hecho, también me gusta estar seguro de que todos mis huesos estén donde deben.
Me crucé de brazos, debatiendo mis emociones entre diversión e irritabilidad.
—Saltas o te voy a buscar yo misma.
—Aquí te espero —sonrió y aparté la mirada.
Tonto. Le gustaba provocarme.
—O bajas o me voy —cambié el contexto.
—¿Por las escaleras, no?
—Bien. Me voy —di media vuelta y tres pasos, haciendo una cuenta regresiva en mi mente algo insegura.
—¡Está bien! —exclamó cansado—. Lo haré —dijo y lo siguiente que supe fue que ya estaba en el piso algo aturdido. Bien, al menos lo había tomado.
—Por Dios, pudiste cargarme —dijo incrédulo mientras se colocaba bien en pie—. ¡Y pudiste haber muerto!
—Sí, pero ahora espera aquí, no puedes volar —solté una risilla y entré por mi ventana.
—¿Nelly? ¿Phil? No me digan que ya se mataron.
Nadie contestó y decidí explorar. Abrí los closets, mesitas, cómodas, incluso debajo de la cama, pero ninguno estaba.
—Hablo en serio, chicos, ya salgan de ahí, empiezo a asustarme —hice una mueca preocupada y de repente escuché un gritillo ahogado y subí la mirada.
—¿Qué hacen ahí? —entreabrí los labios incrédula y solté una carcajada, pero la cara de Nelly reflejaba desesperación. Fruncí el ceño.
—Hola —escuché y volteé a ver bruscamente. Allí estaba Wessy con una sonrisa divertida en la cara.
—Oh, Wessygil, ¿cómo has estado? —me crucé de brazos y pasé mi peso a mi pierna derecha.
—Muy bien —inclinó su cabeza levemente con afabilidad—. Pero supongo que no mejor que tú, ¿o me equivoco?
—¿A qué has venido? —resoplé sabiendo qué rumbo tomarían las cosas si tan solo lo dejara continuar—. Subiste a Nelly y Phill allá arriba, ¿no?
Asintió a mi segunda pregunta.
—Sí, he sido yo. He venido a hablar con Nelly pero, al parecer se ha alterado un poquito —medio sonrió e hizo un gesto con la mano que señalaba que Nelly estaba loca. Acentúe mi ceño fruncido.
—Bueno, ya puedes bajarla, ¿no crees? No creo que vaya a hacer nada ahora —dije y se echó de hombros, dejándolos caer—. Gracias —dije sarcástica y de repente una bola de fuego pasó justo por mi lado e hizo que Wessy volara por mi ventana.
—¡Nelly!
—¡Quiere hacernos daño! ¡Está en el equipo de Florissha! —dijo y no pude creerle en absoluto. Puede que Wessy sea un completo tonto a veces, puede que se haya marchado con una chica y luego no decidiera volver; incluso, puede que lo veas tratando de buscar nuevas formas de usar el baño, pero no podría creer que estuviera trabajando para Florissha. Era imposible.
—Los humanos creen que los ángeles son los buenos, Debbitha. A estas alturas, todo es posible —contestó a mis pensamientos.
Nelly salió volando por la ventana en busca de Wessy y yo me volteé para asegurarme de Phil.
—¿Cómo te encuentras? —me arrodillé frente a él y subió la mirada. Sus ojos estaban llenos de miedo.
¿Qué había pasado para que el pequeño demonio estuviera tan asustado?
—Phil, ¿qué pasó?
—Él... Él me contó... —comenzó a respirar dificultosamente—. Me dijo... Que...
—Está bien, Phil, haz silencio —lo tomé en brazos y lo llevé a mi cama—. Inhala por la nariz... Bien... Ahora exhala despacio... Ajá... Ahora, vuelve a hacerlo... ¿Ya estás mejor?
—Sí —asintió aún algo agitado—. Él me dijo cómo murieron mis padres —dijo entrecortado.
Lo miré con compasión. Phill no merecía oír eso. Ni siquiera yo sabía cómo murieron, pero enterarse ahora, siendo un niño, aún teniendo cientos de años... Seguía siendo terrible y cruel. Tragué saliva.
—¿Cómo murieron? —me atreví a preguntar y él me miró, y aún así, sus ojos no estaban ahí. La emoción en ellos se había esfumado. Era como estar en blanco.
—Yo estaba en un auto... —comenzó a decir y fue como si su mirada se perdiera en la pared—. Mi mamá me había dicho que aún no nos íbamos, así que podía jugar un rato. En esa época no había televisión, ni colores para colorear, ni Xbox... Nada. Pero aún así, yo me divertía porque... tenía un amigo —entrecerró los ojos como si el recuerdo le causara dolor—. Era un imbécil. Me hacía creer que estaba bien que mi madre me diera comida, pero que debía dársela a él. Él no tenía comida porque era pobre... Porque sus padres lo había echado de la casa. Y estaba bien, podía darle comida... Pero el asunto es que me decía que debía darle todas mis cosas porque yo no las merecía. Entonces, ese día, lo invité a ir con nosotros al viaje con mis padres, aunque yo no supiera adónde íbamos a ir... —Phill paró de hablar por un rato y vi como su rostro se tornaba triste y enfadado, aunque más que nada, sabía que estaba sintiéndose impotente.
—Phil... ¿Ese chico tuvo que ver con la muerte de tus padres? —pregunté y asintió, pero seguía mirando la pared fijamente—. Me habías dicho que no sabías cómo murieron.
—Y no lo hacía —volteó a mirarme al fin—. Porque luego del accidente, algo afectó a mi memoria. ¡Debby, ahora lo recuerdo todo!
—¿Cómo?
—El imbécil que causó la muerte de mis padres no murió. Él sobrevivió, de alguna manera, al igual que yo —dijo y me estremecí al sentir cómo la verdad atravesaba mis entrañas.
—Ese chico era Wessy —susurré sin aliento y él asintió—. ¿Cómo es posible...?
—Dile a un humano que somos reales y te dirá lo mismo.
Inhalé bruscamente por la nariz, dejando salir el aire que tenía acumulado sin darme cuenta. Tenía ganas de ir tras Wessygil y golpearlo hasta la inconsciencia por lo idiota, cruel e hiriente que había sido.
¿Cómo pudo haberle arruinado la vida a Phil?
¿Acaso lo supo todo el tiempo? Y si fuera así... Entonces, ¿me hizo venir a vivir en este lugar a propósito? Vale, sí, le resultó mal, porque iba a patearle el culo.
—Quédate aquí —le dije y salté por mi ventana. Fui corriendo al lugar en donde se veían las llamas de ambos mellizos como si fueran fuegos artificiales.
Allí estaba Julién tratando de calmar a Nelly y esquivando bolas de fuego con un gran esfuerzo, aunque le resultaba.
—¡Julién, quítate de enmedio! —exclamé preocupada de que le pudiera pasar algo. Vino hacia a mí e hizo que nos agacháramos.
—Sal de aquí, es peligroso —me dijo y lo miré incrédula.
—Este es mi mundo, Julién, no huyo de él. Pero tú sí. Ve a mi habitación y quédate con Phil, está en mal estado.
—¿Le pasó algo a Phil? —preguntó al tiempo que nos tirábamos al piso porque una bola vino hacia nosotros.
—Lo hirieron emocionalmente. Un idiota que decía ser su amigo cuando era un niño —dije con un deje de furia e inmediatamente una bola de fuego surgió de mi mano—. Sal de aquí.
Julién no lo dudó dos veces al ver como mi mano se calentaba y mi rostro destilaba furia. Sentí algo de decepción por saber que él se había asustado, pero decidí ignorar ese sentimiento. Noté que era difícil para Nelly poder asestarle una bola, pero ese no era mi caso. Vi como Wessy caía al piso inmóvil. ¡Eso!
—¡Debby! —exclamó Nelly mirándome con alivio—. Casi llegué a pensar que esa bola era de Samaritha. Se parecía a esas de las que podía dejar sin poderes a los demonios —se puso una mano en el pecho aún destilando alivio en su rostro.
—De hecho, si fue una de esas bolas —volteamos a ver bruscamente como Samaritha veía todo como si fuera un espectáculo de lo más divertido en vivo. Hasta se estaba tomando una taza de té—. Aunque claro, la lanzó ella, no yo.
Se levantó de su asiento totalmente invisible debido a que podía hacerlo porque... Bueno, porque sí.
—Toma, Nelly, bebe esto —le dio una diminuta pastilla y Nelly se la bebió sin decir nada—. Ahora repite después de mí ''Den vláptei''.
—Den vláptei —dijo y de inmediato su color se volvió de dos tonalidades más fuertes.
—¿Qué pasó? —pregunté al notarlo.
—Wessy perdió sus poderes, temporalmente.
—¿Y Nelly?
—Ella fue quien estaba peleando con él. Aunque ella no haya sido la causante de la bola de fuego, fue la que empezó la pequeña guerra, así que ella los perdería permanentemente —dijo y Nelly quedó paralizada—. Pero ya no, he arreglado eso justo ahora —dijo e inmediatamente se tranquilizó.
—No has venido por eso —me aventuré a decir después de un rato de silencio—. Incluso podría decir que ni siquiera sabías que esto iba a pasar. ¿Por qué has venido?
Ella sonrió.
—Tan inteligente como siempre. He venido por él —señaló con la barbilla a mi ventana, donde estaba Julién hablando con Phil. Tragué saliva nerviosa.
—¿Qué tiene Phil?
—Sabes que no me refiero a Phil, Debby —negó la cabeza apenada—. Tienes que dejarlo ir.
—¡No! —grité inmediatamente sin pensar y Sam me miró sorprendida. Supongo que nunca le había dicho que no.
—No... —saboreó la palabra como si fuera extraña—. ¿Por qué no?
Y sí, ¿por qué no?
Pero por más que me planteaba la pregunta, no tenía respuesta. Pensé en Bryan. A él no lo dejaría ir porque era mi amigo, porque me importa y lo quiero. Y a Julién no lo dejaría ir porque... ¿Por qué?
Samaritha sonrió como satisfecha y yo fruncí el ceño.
—No leas mi mente, Sam.
—Es inevitable —ladeó la cabeza—. Pero entiendo tu pensar, aunque de todos modos tendré que borrarle la memoria.
—No —volví a decir, esta vez más firmemente—. No voy a dejar que hagas eso. Él no le dirá a nadie de nosotros.
—¿Cómo lo sabes? —dijo con vaga curiosidad.
Otra pregunta sin respuesta. Apreté los labios.
—Sam, no puedes hacerlo.
—Claro que puedo —dijo sonriente.
—¡Pero entonces me quitarías una parte de mí! —grité—. ¡Todo el mundo merece tener todas sus partes! ¿Por qué no entiendes?
—¿Sabes por qué? Porque necesitas saber cuáles son tus partes antes de siquiera reclamar alguna —espetó encarándome—. ¿Qué es 'tu parte', Debby? ¿Este lugar? ¿Los humanos? ¿Nelly? —pausó un segundo—. ¿Él?
—No lo sé... —dije al fin después de un rato.
—Pues por eso no lo entiendo. Voy a borrarle la memoria en un mes.
Y antes de poder siquiera contestar, Samaritha ya había desaparecido.
—¡Por el submundo! —gruñí hacia todas partes, frustrada y enfurecida por no tener claro lo que quería.
Caminé dejando a Nelly atrás, la cual recogió a su mellizo llevándolo en brazos. Levité y volví a entrar a mi habitación por la ventana.
—Hey —dijo Julién levantándose junto a Phill y pasé por su lado, furiosa y sin respuesta.
—Mejor no hables con ella ahora —dijo Nelly por mí—. No está bien que se diga —le informó mientras yo cerraba la puerta del baño, tratando de respirar más calmadamente. Sola.
—¿Pasó algo malo? —preguntó al notar al diablillo inconsciente en sus brazos.
—Él está bien —dijo—. Pero perdió sus poderes temporalmente.
—Ojalá y hubiese sido permanente —dijo Phill con una mirada llena de odio.
—Es mi hermano, Phill —suspiró—. No puedo odiarlo aunque quiera. Pero lamento mucho lo que hizo, ya sé que fue un imbécil.
—¿Un imbécil? Por su culpa me quedé sin familia tan sólo porque la suya lo había echado —cerró los ojos e inhaló por la nariz—. Me voy a mi habitación a dormir. Me llaman si necesitan cualquier cosa —dijo y eso fue lo más maduro que había escuchado decir de Phil. Por primera vez se notaron sus cientos de años.
—Phill —dijo antes de que se fuera—. Nuestra familia nunca echó a Wessy.
—Sí, cuando tenía apenas cincuenta años.
—No... cuando tenía cincuenta, vivíamos con nuestros padres. Nos fuimos de la casa cuando tuvimos ciento cincuenta.
—Eso no tiene sentido —dijo Phill con el ceño fruncido.
—En absoluto —dijo Julién riéndose nerviosamente.
Escuché su risa desde el baño. Ya no escuchaba la discusión y el problema de edades que tenían Phill y Nelly. Escuchaba su risa. Amaba su risa. Y sentí una horrible presión en el pecho que me hizo pensar que en cualquier momento explotaría. Yo no quería que me olvidara, y yo no quería tener que presionarme a mí misma para olvidarlo.
Suspiré y me miré una vez más en el espejo.
¿Qué era mi parte?
Una parte era algo en ti mismo que te hacía sentir en casa. Nadie podía quitarte tu casa. Nadie tenía el derecho de hacerlo, al menos. Pero no sabía si Julién me hacía sentir en casa porque no recuerdo cómo era sentirse en casa. Sabía que tenía una familia, pero eso es familia, no un sentimiento. Así que sí, no lo sabía, y tampoco sabía cómo descubrirlo. Y sin embargo, amaba su risa. Amaba la manera en la que sus ojos se achicaban y cómo sus mejillas se curveaban hacia arriba. Amaba cómo sus ojos azules brillaban y se le formaba un pequeño hoyuelo que disimulaba sus lunares. Pero amar la risa de una persona tampoco era sentirse en casa.
—Muy bien —dije saliendo del baño al fin—. ¿Dónde dejamos a Wessy para que no se escape?
—Yo me ocupo de él —dijo Nelly y asentí para luego mirar a Julién. Vi la duda en sus ojos, y recordé lo que había dicho Nelly antes ''Mejor no hables con ella ahora''.
Me acerqué a él, dándole algo de seguridad.
—Hola —murmuré y él sonrió. Me dio un vuelco al corazón.
—Hola, gruñona —dijo y en ese momento quise llorar. No era justo, no era justo, no era justo y, mil veces más, no—era—justo.
No quería tener que dejarlo en un mes. Treinta malditos días que se convertían en demasiado pocos. Tener que olvidar a una persona no debería de tener fecha límite. No es como si de un día para otro fueras a olvidar a tu mamá de la misma manera en la que olvidarías a tu mascota. ¿Ya ven a lo que me refiero?
No puedo olvidarme de Julién en treinta días, pero sí puedo estar con él los treinta que me quedan.
—No lo sé —susurré y lo abracé hundiéndome en su pecho. No tenía sentido que dijera ''No lo sé'', pero él me había dicho que me amaba hace un rato, y aunque él no lo supiera, mi ''No lo sé'' era un ''Yo también''.
—No lo sé —dijo también y presionó su mano en mi nuca, como si supiera que necesitaba que lo hiciera.
Observé de reojo cómo Nelly le hacía gestos muy graciosos a Phill señalándole que íbamos a hacer cosas y que deberían de marcharse.
—Tú también los estás viendo, ¿no? —susurró y reí ante la pregunta.
—Sí —dije y me separé—. Julién...
—Dime —contestó y pensé en decirle la verdad, pero no pude. No pude decirle que tendría que dejarlo en un mes porque eso sería aceptar que se iría y aún no podía hacerlo. De hecho, no lo haría. Nunca.
—Pues... —comencé y no supe qué inventar—. Tenía ocho años.
—¿Qué? —juntó las cejas confundido por un segundo.
—Cuando mis padres murieron... Tenía sólo ocho años —tragué saliva—. Ahora tengo cientos. Tal vez miles, la verdad es que nunca los conté, me daba igual.
Vi cómo tomó una gran bocanada de aire por la nariz bruscamente y noté cómo se autocontrolaba para que no supiera que se había asustado. Pero ya sabía que se había asustado.
—¿Eso es posible? —fue lo primero que logró decir—. Entonces, también eres vampiro ahora. Genial —soltó pero yo seguí en silencio porque supe que seguía asustado, y nervioso.
—Dios mío... —exhaló aire y apretó los labios—. Mi novia es una anciana y aún así me gusta... —suspiró—. Debe de haber algo mal en mí.
Mi novia.
Mi novia.
Mi novia.
Me gusta.
Aún así me gusta.
Cerré los ojos e inhalé aire asustada por el torbellino de sentimientos que me arrebataron en el pecho, y en las piernas, y en los hombros. Y bien, en todo el cuerpo. No podía dejarlo, y eso me asustaba.
Cuando abrí los ojos, me descubrí estando muy cerca de él, tanto que sólo llegaba a ver sus ojos, y sus labios si es que bajaba la mirada.
—¿Y ahora qué? —sonreí.
—Ahora voy a besarte —ladeó la cabeza divertido—. Es lo que dice el protocolo.
—¿Cuál protocolo? —curvé una ceja.
—El que acabo de inventar —dijo y se abalanzó a mí, pero lo detuve—. ¿Qué pasa?
—No quiero que me beses —me mordí los labios arrepentida por lo que acababa de decir, y vi el dolor del rechazo en sus ojos. Me alarmé—. ¡No! Quiero decir, sí quiero que me beses, desearía que me beses... pero no puedo.
—Entiendo —dijo y dio un paso hacia atrás. Lo detuve agarrándolo de la muñeca.
—No, no entiendes.
Cerré los ojos otra vez y tomé un corto aire.
—Julién, debes saber que...
—Entiendo, Debby —volvió a interrumpirme y sonrió, aunque triste—. Dame un mes —dijo y mi cuerpo se quedó muy quieto. No pude responder.
¿Acaso él sabía que yo...?
—Nunca supe lo que es estar enamorado, Holwteem. De hecho, después de mi primera novia, decidí no volver a tener ninguna. Pero ahora es como si todo el universo me gritara que debo estar contigo... —ladeó la cabeza—. Y Debby, discúlpame, pero no quisiera fallarle al universo. ¿Sabes las consecuencias que eso provocaría? —sonrió negando con la cabeza—. Te quiero.
—Voy a comenzar a creer que no debería dejarte besarme nunca... Tal vez así pueda conseguir más de esto.
Ensanchó su sonrisa.
—Te doy el mes —murmuré y me mordí el labio. Me sentía como la peor persona del mundo, y me sentía como la chica más afortunada de todo el país. No esperaba que nadie entendiera el sentimiento.
—Bien... Me dan asco —espetó Nelly asintiendo con los ojos cerrados y un dedo en la barbilla—. Pero son la cosa más linda que he visto jamás —chilló y se tiró de espaldas a la cama—. Sólo a Debby le pasa este tipo de cosas.
—Hablemos de Bryan... —mencioné y de repente todo el mundo se tensó. Fruncí el ceño, confundida. Aún no me decían qué había pasado en el parque aquella noche—. Muy bien... No hablaremos de Bryan.
—Es lo mejor —asintió Phil.
—Indudablemente —le siguió Julién.
—En definitiva —finalizó Nelly. Pero yo la había visto besándose con él, no entendía qué había pasado. Lo dejé ir.
De repente, sonó un teléfono. Revisé mi celular y no era el mío; miré a Nelly, pero el de ella tampoco. Y bueno, se suponía que Phill es un niño: no tiene. Así que, el único que quedaba era...
—¿Sí? —contestó Julién—. No, ahora no, ¿por qué?, No seas imbécil, ya sabes lo que tienes que hacer. No, no, J..., Porque la amas. ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ¡Soy un buen amigo, pero su relación es algo distinto!... Estoy con ella ahora —dijo eso último con voz algo baja y luego suspiró—. No puedes estar hablando en serio. No, J. ¡Bueno, está bien! —suspiró en forma de rendimiento y me miró—. Quiere hablar contigo.
—¿Quién? —lo miré extrañada y miré a Nelly, quien se echó de hombros.
—J —sólo dijo y me pasó el teléfono.
—¿Hola? —dije, mirando a Julién fijamente, incluso notándolo nervioso.
—Hola, soy J. Sé que ese imbécil no te ha hablado de mí, pero él es mi puta, ¿entiendes? —soltó una carcajada—. Me refiero a que es mi mejor amigo. En fin, escucha, estoy teniendo problemas con mi novia, y Julién no parece ayudarme en nada. ¿Me podrías decir cómo le digo a mi novia de forma sutil que es una perra y ya no quiero verla aunque sí la amo? Es por nuestro bien. Además, es rubia. Sé que tú no eres rubia porque Julién me ha hablado de ti, aunque también sé que no te ha dicho ni una mierda sobre mí. Pero ¡Holaaa! Aquí estoy, y sí existo.
Me quedé sin habla por un momento tratando de analizar toda la información y cosas que me había dicho. Así que 1) Julién tenía un mejor amigo. 2) él buscaba la manera de decirle a su novia que sea su ex novia, y 3) me estaba pidiendo ayuda para hacerlo.
—Bueno... —comencé a hablar y carraspeé mi garganta—. Deberías ser sincero. Si es tan perra como dices, no creo que le vaya a doler mucho. Pero entonces... Si la amas es por algo, deberías recordar el por qué antes de hacer cualquier cosa.
Sentí como sonreía al otro lado del teléfono.
—Has pasado la prueba, niña. Puedes salir con mi Juli—Juli —dijo y no pude evitar soltar una carcajada. Miré a Julién sonriendo.
—¿Juli—Juli?
—Larga historia —dijeron ambos al mismo tiempo; uno dentro del teléfono y otro fuera de él.

Oscuridad en la luz.Where stories live. Discover now