Capítulo 5.

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—Un cambio de ropa no te hace una persona diferente —soltó con desdén una chica castaña frente a mí que pasaba sus ojos de mi ropa a mí múltiples veces. Tenía envidia—. Habíamos quedado, Thymie. Irías a buscar mi ropa al centro, de paso comprarme estos lindos zapatos de los que habíamos hablado y luego volverías a mi casa para pintarme las uñas, ¿recuerdas? En ningún momento hablamos de que harías un ridículo cambio a tu estúpido guardarropa —dijo lo último entredientes, bastante enfurecida, al parecer.
Fruncí el ceño, mirando a ambos lados del pasillo al que tan sólo había llegado para que esto pasara.
—¿Estás hablando conmigo? —pregunté, tratando de confirmar.
—No creo que haya dos Thymies en esta escuela —me miró con los ojos entrecerrados, llenos de veneno.
—Mi nombre no es Thymie —contesté con expresión dura—. Además, ¿qué te pasa? ¿Por qué necesitarías de otra chica para hacer lo que tú, claramente —señalé sus brazos y piernas—, puedes hacer? Me refiero a que, ¿te haces una idea de lo inmadura y estúpida que te ves tratando de ser... lo que sea que estés tratando de ser, para darme órdenes? —bajé la mirada un segundo, sonriendo y negando con la cabeza—. Oh, y para que quede claro: mi ropa no es ridícula; tú sí.
Le di la espalda cuando vi que no diría nada más ya que parecía estar auténticamente perpleja.
¿Qué clase de imbécil se creía que era?
—Creí que le habíamos borrado la memoria a todos —murmuró Nelly, pensativa—. Supongo que tendremos que volver a hacerlo... luego.
—¿Quién era ella? —pregunté entonces, cruzándome de brazos por el frío y arrugando la nariz
—Ella era amiga de Thymie —dijo Nelly—.. Bueno... era como su jefa o algo así.
—Ya veo —susurré para mí misma, enfocándome en la información que estaba acumulándose en mi cerebro mientras miraba el piso del pasillo del edificio. Aquello provocó un gran estruendo, ya que lo siguiente que pasó fue que choqué con alguien que llevaba una pila de libros en sus manos,.
—¡Oh. Por. Dios! —casi gritó, notablemente irritada, pero no parecía ser que conmigo—. Ya van tres veces en este día, Jesús. ¿Qué estoy haciendo mal? —se rió amargamente, y luego posó sus ojos en mí. Su expresión se quedó neutral por un momento, justo antes de brindarme una gran sonrisa—. Hola. Bienvenida a Wangent.
Incómoda, apreté mis labios fuertemente y asentí.
—Al parecer eres tímida —ladeó la cabeza como un cachorrito, confundida—. Bueno, no importa... ¡Toma esto! —su voz pareció emocionarse de pronto, y tomó uno de los libros tirados en el suelo, sacando de él lo que parecía ser un papel, el cual me entregó.
—Espero verte luego por aquí. Mi nombre es... —la campana sonó justo antes de que pudiera completar su oración—. Eh, esa es mi señal. Enviaré a alguien a recoger todo esto. Ya debo irme. Adiós —sacudió su mano y me regaló otra sonrisa antes de salir corriendo al otro lado del pasillo.
Bajé la mirada hacia el papel estrujado que me había dado y lo desdoblé.

Bienvenidos a Wangent, queridos nuevos egresados.
Bienvenidos a una aventura de amor de la que nadie se puede salvar.

Oh por Samaritha y todo el bendito submundo.
—Me largo de aquí —avisé justo antes de hacer cenizas el papel en mis manos—. No hay manera de que vaya a soportar esto.
—Debby...
—No, Nelly —la paré inmediatamente, con la voz alzada. Luego suspiré, dándome cuenta de que no era la mejor manera—-. Escucha: yo no pedí esto. No es mi culpa estar aquí.  Todo este rollo es algo con lo que no tengo nada que ver, pero ellas quisieron involucrarme. No voy a actuar como si estoy de acuerdo con esto —negué con la cabeza—. No.
—No quiero que vengas a la escuela por ellas —respondió, como si fuera algo que acababa de admitir—. Quiero que lo hagas por mí... por ti.
—¿Por mí? —posé una mano en mi frente, y luego me eché hacia atrás el cabello, sintiéndome frustrada—. ¿Qué hace este lugar por mí?
—Te da vida —musitó, mirándome directamente a los ojos.


Me levanté exaltada, mirando a mi alrededor con la respiración entrecortada. Me di cuenta de que estaba sentada en el piso de una habitación. Una demasiado nublada y oscura.
Una cubeta de agua helada cayó sobre mi cabeza: sabía en dónde estaba. Había vuelto a este lugar. Uno que había dado por olvidado meses atrás porque había pensado que sólo era un sueño. Ahora comenzaba a pensar que no lo era.
El corazón se me aceleró desconsiderablemente por segunda vez en meses desde que había llegado al mundo humano.
—¿Hay alguien ahí? —exclamé hacia todos lados, pero lo único que llegaba a escuchar como respuesta eran mis propios ecos. Suspiré, bajando mi mirada. No tenía ganas de levantarme.
De un momento a otro, la niebla bajo mis ojos se volvió más espesa, haciendo que frunciera el ceño.
¿Qué rayos...?
—Dí mi nombre —escuché cerca, pero no sabía en dónde. Era la misma voz de la otra vez. Ese chico misterioso que había clavado sus pies tras mis espaldas.
—No sé quién eres —contesté en voz alta, mirando hacia todos lados, pero no lo veía—, pero quisiera hacerlo.
—Tú sabes mi nombre —insistió de una manera que me resultaba intimidante—. Dilo, Debby.
Un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral. Se me pusieron los pelos de punta. Por Samaritha.
—¿Cómo sabes mi nombre? —exigí saber.
—Di mi nombre —repitió, ignorando mi pregunta.
—No. Sé. Cuál. Es. Tu. Nombre —enfaticé cada palabra, tratando de hacerle entender. Pero entonces, algo aterrador sucedió: toda la luz de la habitación desapareció, dejándome totalmente a oscuras allí... junto a él, que estaba en algún sitio, escondido. Luego, un foco se encendió, iluminando un lugar en específico; me quedé observando hacia esa dirección.
Escuché pasos acercándose, y mi única reacción fue echarme hacia atrás: esconderme. Algo que nunca en mi vida había hecho.
Los pasos se empezaron a escuchar más cerca, haciendo que mi respiración se agitara, y ni siquiera sabía por qué. Me sentía nerviosa, sí, pero era un sentimiento que jamás había experimentado. No muchas veces, al menos.
Él se quedó justo detrás de la luz, donde sólo podía distinguir su silueta, y tragué saliva.
—Mi nombre —dijo una vez más justo antes de que diera un paso más y se expusiera totalmente a la luz. Mi latidos se volvieron irregulares y mis hombros se tensaron completamente; mis ojos se quedaron pegados a él y mi boca no podía ser cerrada. Estaba demasiado estupefacta como para reaccionar.
Julién.
Él sonrió.
Oh, su sonrisa. Oh, su rostro. Oh, él.
Un impulso me dictaba que debía acercarme a él, tocarlo, tenerlo cerca de mí cuanto más pudiera, pero la verdad era que mi cuerpo era incapaz de hacer cualquier movimiento. Estaba casi segura de que ni siquiera estaba respirando, y es que, Julién, el chico que por alguna razón sabía su nombre, era aterradoramente fascinante.
—Julién... —alcé mi brazo, esperando que, a pesar de la distancia que mantenía, pudiera sentirlo.
No obstante, mis anhelos nunca parecían ser lo suficientemente suficientes porque, justo cuando me puse sobre mis rodillas para inclinarme hacia él de una forma bastante débil, el foco se apagó. Y con él, también mi sueño.

Oscuridad en la luz.Where stories live. Discover now