Prólogo.

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—Debby, ¿estás bien? Luces pálida —preguntó Nelly y negué con la cabeza ligeramente. Mi respiración se había abstenido y la cabeza me daba vueltas. Dejé caer el teléfono de mis manos, tumbándome de rodillas al suelo—. ¡Debby! —Nelly se alarmó y se acercó a mí rápidamente, ayudándome a levantarme del piso—. ¿Qué pasó? ¿Qué tienes? —preguntó, pero fui incapaz de responderle—. Mierda, Debbitha. ¡Wessy, ayúdame, hay que llevar a Debby al hospital! —gritó y escuché los pasos de Wessy bajando las escaleras. Lo escuchaba todo, lo sentía todo, pero no estaba presente en ese lugar.
Mi cuerpo pedía a gritos que lo dejara irse, pero me debatía entre hacerlo o no.
—Tranquila, Debby, estarás bien —escuché la voz de Wessy—. Sólo relájate —pidió y sentí sus brazos alrededor de mí, cargándome. Y eso fue suficiente para mí.

(...)
                                                                    
Mis párpados pesaban y mi espalda dolía. Olía a café y humedad, pero no era capaz de abrir los ojos para averiguar en dónde me encontraba. Aun así, me removí y me di cuenta de que estaba en una cama. Empecé a inhalar el delicioso y embriagador olor a café cuando, de pronto, escuché gritos.
—¿De qué hablo? ¡¿De qué hablo?! —escuché la voz de Nelly: una diablilla castaña, de ojos verdosos y bastante atractiva que, en su tiempo libre, cumplía su rol de mejor amiga—. Eres un idiota, de eso hablo. Vete de aquí antes de que ella te vea, Ted. Está mal por tu culpa, ¿acaso no te das cuenta?
—¡Nelly, no entiendo de qué mierda estás hablando! Te lo digo en serio. ¿Por qué me gritas? ¿Qué fue lo que le pasó a Debby?
Me tensé. ¿Qué me había pasado?
Forcé a mi cabeza a pensar y, entonces, una punzada de dolorosos recuerdos alcanzó mi estómago.
El mensaje. Jean. Sharon. Ted...
—Pasa, jodido imbécil, que tu querido mejor amigo le envió una foto a Debby en donde tú —hizo énfasis—, besabas como cerdo a la que, se supone, debería ser tu ex novia —espetó y supe que estaba furiosa. El silencio embargó la sala por un segundo, y entonces sollocé.
Era cierto. Me había estado engañando con Sharon.
Escuché algo romperse y me estremecí. Abrí mis ojos con pesadez, sintiendo cómo la luz de la habitación me cegaba. Posé mi mano sobre mis ojos, esperando a que se adaptaran, y entonces, giré mi cuello.
Estaba en el hospital y Nelly se encontraba en una esquina de mi habitación con la cara desfigurada por el enojo. Arrastré mis ojos hasta llegar a ver a Ted, y la ira se apoderó de mí.
—¿Jean le envió la foto a Debby? —se preguntó con incredulidad, palideciendo entonces.
Tomé la taza de café que había en la mesita de estar y se la lancé directamente a la cabeza. A pesar de, la esquivó, haciendo que el vidrio se estrellara en la pared.
Malditos sean sus reflejos de demonio.
—Una porción de café desperdiciada en algo tan invaluable como tú —murmuré y vi a Nelly sonreír un poco—. Ya has causado suficiente daño aquí. Vete —dije pero lo vi negar con la cabeza.
—Déjame explicarte.
—¿Qué quieres explicar, Ted? —sonreí con exasperación—. Jean me lo dijo todo. Jamás terminaste con ella, estuviste con ambas al mismo tiempo. ¿Eso era? Bueno, ya lo sé. Ahora vete.
—Quiero que sepas que, pese a todo, te quiero, Debbitha.
Algo se removió dentro de mí, y las lágrimas empezaron a abrumarme.
—Ted —dije como una súplica—. Yo me enamoré de ti —susurré—. Que me quieras no es suficiente. Yo te amé.
—Lo siento, Debbitha —murmuró y todo mi cuerpo se tensó.
—No, no lo sientes —repliqué—. Te encantó jugar con las dos, ¿no es así? —le saqué en cara y suspiró, negando.
—Fue una apuesta. Yo la amo.
—¡Por Dios, Ted! —exclamé, tratando de levantarme, pero sentí inmediatamente una punzada en mi espalda—. No la amas, date cuenta. Si la amaras o si me hubieses querido al menos un poco, no hubieras hecho esto. No puedes tomar de excusa que ''lo hiciste por una apuesta''. Lo que está mal hecho, lo está, y eso es todo.
Se quedó callado, tan sólo mirándome durante un buen rato, y asintió.
Ted se había marchado para no volver, y a pesar de que sentía algo en mí, lo estaba ignorando. No era decepción, no eran ganas de llorar, no era enojo ni furia, era como... nada. Exactamente eso. Como si en mi interior ya no hubiera nada. Y aunque trataba de ignorarlo, yo sabía que de ahora en adelante había algo diferente.
Me sentía diferente.
Ya no más chicos en mi corazón por el resto de la eternidad, me prometí y cerré los ojos, dejándome llevar.

Oscuridad en la luz.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin