Capítulo X-¡Sos una cobarde!

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Tres días después de que fuera a verle a su casa y enterarme de lo de su padre, para la buena suerte de Peter salimos de vacaciones por dos semanas así que no se perdería mucho en la escuela, como en los viejos tiempos se me había hecho costumbre ir a verle, solo que ahora era yo la que se cruzaba la calle desde la casa de mi abuela.

Un día antes Peter había dicho que terminaría lo que su padre había empezado- concluir la pintura de su casa por fuera- aunque la cubría del mismo color que estaba anteriormente –blanco ostión- había quedado a medias por su trágica muerte. Me comprometí a ayudarle, sé que hacer algo así era muy difícil para él. A veces me parecía que quería tomar el lugar que había dejado aquel señor pacífico y siempre sonriente. Lo que él no entendía en ese momento es que nunca se sentiría satisfecho si buscaba suplantarlo en lugar de  encontrar su punto de apoyo a la familia, era tan ingenuo algunas veces que me parecía adorable. Si me quedaba callada ante mis comentarios era porque no quería salir de pleito con él ahora que éramos amigos nuevamente…

Me crucé la calle hacia su casa desde muy temprano.-por fuera era de fachada simple con tejado de barro color marrón. Presumía de un jardín bastante elaborado con abundantes rosales, arbustos y césped.-

El clima era perfecto; cálido y con un viento sereno, tanto que me permitió llevar unos shorts cortos que hacían relucir mis piernas no muy proporcionadas, pero firmes, una blusa básica blanca y mis tenis vans para comenzar con ese día ajetreado.

Peter ya me esperaba en el patio, estaba más que listo. Al igual que yo usaba unos pantalones cortos que lo hacían lucir más delgado, para mi sorpresa no llevaba camiseta así que me quede parada unos segundos para contemplarlo sin que se diera cuenta. Era increíble como la forma de su abdomen había cambiado, se empezaban a notar sus abdominales y por poco babeé. No eran tan marcados como los de Taylor L. Pero tenían  lo suyo. Él me volteó a ver con naturalidad y con esa sonrisa que me costaba dejar de admirar cuando tenía que partir a casa. A pesar de ser  apenas un adolescente su cuerpo se moldeaba como el de un hombre. Caminé insegura hacia él desplazándome entre el pasillo que me llevaba a la parte trasera de la casa, el lugar era igual que cuando dejé de ir. Un espacio amplio del lado derecho para las visitas con algunas mesas y sillas de metal color blancas y sombrillas que las cubrían del pesado sol, en el lado izquierdo del patio solo un espacio angosto separaba la pared cubierta de enredaderas de una alberca amorfa de unos dos metros de profundidad.

Él pintaba la parte alta de la casa encaramado en una escalera y en cambio yo la de abajo parada sobre mis pies. Cuando Peter terminó su parte yo ni siquiera iba a la mitad. Todo se debía a que para mí se había vuelto una distracción enorme el tenerle cerca. No podía enfocar mi concentración en otra cosa que no fuera el. Se quejó un poco acerca de lo lenta que era entre broma y broma, lo miré como esquimal y dije: -Sea como sea, lo terminaré hoy.-

-Espero que no.- Contestó con una mirada picara.

-¿Por qué?-

-Porque así seguiría teniendo un pretexto para verte.-

Me ruboricé al instante y giré el cuerpo hacia la pared que pintaba. Él se metió de la nada a la casa y unos minutos después salió trayendo consigo un bote de helado enorme y dos cucharas.

-Napolitano. Mi preferido. Mmm…- Fue lo primero que expresé.

-¿Qué? Tú no puedes comer hasta que termines.- Dijo mientras se sentaba en una silla de las que estaban alrededor de la mesa de jardín y poniendo los pies sobre otra.

Hice un movimiento rápido con las piernas y llegué hasta él velozmente. Le arrebaté una de las cucharas que tenía en la mano, la sambutí en el recipiente, rio solo un poco y después dijo:- No te atreves.-

-¿Qué?- Lo miré cuestionándolo.

-No te atreves a llevarte a la boca cuatro cucharadas de helado.-

Fue un impulso arrebatado del momento pero acepté el reto. Sabía que me dolería el paladar pero correría el riesgo.

Introduje el cacillo en el envase y como pude metí en mi boca las cuatro cucharadas.

-We wogue guo guoguia-

-¿Quéeeee?- Contestó riendo a carcajadas.

-¡Qué no que no podía!- Le reiteré cuando me deshice de los bocados de mi boca.

-Realmente te extrañé Kendra… Eres muy divertida, siempre has sido mi mejor amiga.-

¿Qué? ¿Mejor amiga? Para él era solo eso ¿O algo más? ¡Dios mío! Quítame esas ideas absurdas de él y de mí de la cabeza. Prometo ir a misa los domingos si me dices que es lo que debo de hacer para ya no pensar en él. Me atiborraba de preguntas que me contestaba a mí misma.

 Interrumpió mi filosofismo al tocar con sus dedos índice y anular un poco más debajo de mi labio inferior. Su mano suave y cálida atravesó bajo el labio y entre mi barbilla, me hice hacia a tras sin saber que ocurría en forma de espanto.

-Tranquila… Tenías helado. Te lo he quitado- Dijo Aclarándome.  

Me puse en cuclillas y metí mi mano en la alberca para humedecerla y limpiarme el rostro. ¡De repente tuve una gran idea! Después de limpiarme la cara, sambutí la mano nuevamente en el agua y mojé ligeramente a Peter con algubas gotas, él se levantó de la silla y corrió tras de mí… Me alcanzó en dos segundos y forcejeamos un buen rato hasta ambos caer al fondo de la alberca. Sacamos la cara lo más rápido que pudimos para tomar aire y nos hundimos de nuevo entre risa y risa, todo estaba perfecto hasta que  se me acercó en el fondo, tomó mis dos manos jalándome hacia él y cerró los ojos… Estaba a punto de besarme. Me zafe como pude y salí del agua como flash al igual que de su casa.    

Al llegar a mi habitación en casa de mi abuela me di una ducha y mientras me cambiaba no podía dejar de pensar en lo cobarde que había sido. Realmente deseaba besar a Peter, pero había algo en mí mucho más fuerte que me impedía hacerlo por más valiente que fue para cualquier otra cosa. Me lamenté tanto que intenté ir a buscarlo y plantarle un beso sin que lo esperara pero no… No logré ni siquiera poner un pie afuera del cuarto. Tal vez me quedaría a vestir santos de por vida. Besar no era lo mío.  Ya se había convertido en una obsesión y problema.

ஐ MI PRIMER BESO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora