Capítulo 09.

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Gwen y yo estábamos de pie frente a su cama, observando los dos vestidos que había tendido sobre ella. Uno era negro, demasiado corto para mi gusto, pero me encantaba el bordado que tenía en los extremos. Y el otro era un poco más largo que el primero, pero tampoco mucho más ya que me llegaba por encima de las rodillas. Era de un color azul oscuro precioso, sin mangas y con un lazo debajo del pecho.

—Los dos son preciosos —dije sin separar la vista de ellos—. No sé cuál elegir.

—Sinceramente creo que te quedaría mejor el azul oscuro.

Estaba de acuerdo con ella. El negro era para una chica mucho más alta y delgada que yo.

—Creo lo mismo que tú.

La miré y sonreí, aunque no sabía por qué. Estaba nerviosa, quizá era porque me iba a poner un vestido y me arreglaría como nunca lo había hecho, o porque iba a conocer a los padres de mi falso novio y tenía que comportarse bien.

—¿Pues a qué esperamos? ¡Ropa fuera!

Y sí, con sólo conocerla de unas cuantas horas, me empecé a quitar la ropa delante de ella, lo más deprisa que pude. No me avergonzaba de mi cuerpo, porque para ser honestos, no estaba nada mal. Pero siempre había sido muy tímida respecto a eso. En verano, ya fuese en la playa o en la piscina, me costaba muchísimo quitarme la ropa y quedarme en biquini.

Gwen me tendió unas medias de color carne y me las puse, intentando no romperlas como hacía siempre; era un desastre. Una vez puestas, me dio el vestido y primero metí los pies para después ir subiéndolo lentamente hacia arriba. Una vez lo tenía todo colocado, me quité el sujetador; en vestidos como esos no se podía llevar sujetador. En ese momento agradecí a Dios no tener demasiado pecho.

—Por Dios, Lex, te queda mejor a ti que a mí —dijo Gwen, subiendo la cremallera que había en mi espalda—. A partir de ahora es tuyo. Me deprimo al verte en él.

Se hizo la ofendida y después se echó a reír, yo uniéndome a ella.

El vestido era el más precioso que jamás había visto. Encima de la suave tela de seda azul, había un estampado de encaje negro. Me miré al espejo de cuerpo entero que había en la habitación de Gwen y me quedé asombrada. ¿Esa era yo? ¿Esa era la chica que siempre iba con jeans y leggins?

—Creo que cuando Justin Bieber te vea se enamorará de ti, y ya ni te digo de su hermano.

—Eso nunca pasará, él solo me quiere para que piensen diferente de él. Está con Sally, y no se le ven nada mal —hice una mueca de asco ante la imagen de ellos dos besándose. Justin con ambas manos en el culo de Sally, y ella tirándose encima de él como si fuera un tigre cazado a su presa. Menudo ascazo.

Miré el pequeño reloj que había sobre la mesita de noche de Gwen. Las seis. Estupendo, aún nos quedaba una hora.

—Veamos qué podemos hacer con tu cara y con tu melena.

Me cogió del brazo y me llevó hasta el baño. Me hizo sentar en el borde de la bañera, a la espera de que ella sacase todo lo que tenía. Sacó dos maletines llenos de maquillaje de todo tipo. Me quedé boquiabierta cuando empezó a sacar cosas de allí dentro. Yo tenía maquillaje, y cada día lo usaba, pero no tenía tanto. Un par de cosas básicas, no mil paletas con mil colores diferentes.

—Creo que te quedaría perfecto los ojos ahumados, —me miró y yo me limité a encogerme de hombros y sonreírle—. Y el pelo recogido, sí.

Empezó a hacer magia con todo lo que tenía sobre la encimara del baño y cuando acabó -no le llevó más de quince minutos-, se puso manos a la obra con mi pelo. Me dividió la melena en tres partes, una a cada lado y otra detrás. Me hizo un par de trenzas en las partes que quedaban al lado de mis mejillas, y con la sección restante hizo una coleta baja para después ponerla hacia arriba. Una vez ató el pelo por arriba, pasó las dos especies de trenzas por encima, atándolas también. Tenía miedo de lo que me podría haber hecho en el pelo, pero sabía que estaba en buenas manos.

Blackmailer ➳ j.bOnde as histórias ganham vida. Descobre agora