Capítulo 11.

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—Lo siento.

Estaba concentrado en la carretera para que no nos la pegásemos, así que ni siquiera le dirigí la mirada.

—¿Sentir qué?

Vi como en los carteles que había sobre la autopista ponía que un par de kilómetros más hacia delante había habido un accidente de coche y que estaríamos un rato parados hasta que pudiéramos pasar de ese trozo.

—Todo lo que ha pasado esta noche. Sé que te molesta que tus padres piensen así y que yo les haya caído bien. Pero no la pagues conmigo. Solo he sido como realmente soy.

—¿Me estás diciendo que no has actuado ni un segundo? —reí, negando con la cabeza y viendo que nos íbamos acercando al lugar del accidente—. No creo que seas así de inocente, simpática y lameculos con todo el mundo.

—No soy una lameculos.

—No, para nada, no lo eres en absoluto.

Vi como cruzaba sus delgados y desnudos brazos por debajo de su pecho a la vez que se retorcía sobre el asiento del coche, haciendo que su vestido se levantase un poco hacia arriba, dejando ver más trozo de sus muslos.

—¿Se puede saber qué estás mirando, pervertido? —preguntó al darse cuenta hacia donde había dirigido la mirada.

—¿Yo? —volví a poner los ojos sobre la carretera, vislumbrando las luces de los coches de policía y de las ambulancias—. La carretera. Mira, ahí está el accidente.

Rodó los ojos girándome la cara, mirando directamente por su ventanilla. Sonreí y paré el coche ya que no nos podríamos mover en un buen rato.

Me metí la mano en el bolsillo de los pantalones y de él saqué una caja de cigarrillos y un mechero. La abrí y saqué uno, colocándolo sobre mis labios y después encendiéndolo con el mechero.

—Lex, ¿quieres uno?

Se giró hacia mí de nuevo con una mueca de asco en su cara.

—No fumo, y tú tampoco deberías hacerlo. Pero es tu vida, así que haz lo que te dé la gana con ella; si quieres fumar, fuma. Si te mueres de un cáncer de pulmón, no lo lamentaré —soltó de golpe, como hacían las máquinas automáticas que lanzaban pelotas de tenis en los entrenamientos de los jugadores—. Y por cierto, mi nombre es Lexie.

—Lo que sea.

En la radio no ponían música buena, así que puse una cadena de deportes, donde estaban informando sobre cómo iba el partido de tenis que se estaba celebrando en esos momentos.

—Justin, ¿puedes quitar eso? Me están poniendo nerviosa —después de cómo había reaccionado ante los besos que le había dejado en el cuello cuando estábamos en el salón de casa de mis padres, no creía que estuviese nerviosa en ese momento—. Por favor.

—Me gusta el tenis —dije, girándome hacia ella y llevando una mano hacia su cuello, acariciando la piel donde, minutos antes, había besado—. Y no pareces estar nerviosa. Al menos, no tanto como lo estabas antes, sobre mi regazo.

Lexie abrió la boca, a punto de decir algo, pero no salió ninguna palabra de ella. En cambio, se limitó a darme un golpe en la mano para que la quitase de su cuello, a la vez que sus mejillas parecían dos tomates.

—Eres asqueroso, Bieber.

—No me digas que no te ha gustado —dije, desabrochándome el cinturón e inclinándome hacia ella, hacia su cuello—. Y estoy seguro de que si lo volviera a intentar hacer, no te apartarías.

—No me tientes a darte un puñetazo en los huevos y dejarte estéril para el resto de toda tu vida.

—No serías capaz.

Blackmailer ➳ j.bWhere stories live. Discover now