Capítulo 20

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Narra Justin.

Acabé de colocarme bien la chaqueta negra de cuero que tenía sobre la cama y me miré por última vez en el espejo que tenía en frente. Todo perfecto. Me perfumé un poco y ya estaba listo para salir de casa e ir a por algo que ya necesitaba.

Llegué a casa de Sally en apenas diez minutos andando y ella no tardó ni dos segundos en abrirme la puerta con una sonrisa pícara en el rostro.

—¿Contenta de verme? —dije y ella se acercó a mí y agarrándome por el cuello de la camiseta y atrayéndome hacia ella.

—No sabes cuánto, Bieber.

Miró mis labios y al momento los suyos cubrieron los míos, fundiéndonos en un suave beso que cada vez iba aumentando de intensidad. Entré en su casa con ella pegada a mí y poco a poco la ropa que cubrían nuestros cuerpos fue desapareciendo.

.

Narra Lexie.

Ir a clase era lo que más odiaba en el mundo. No soportaba levantarme temprano e ir a compartir oxigeno con esa panda de gandules que solo hacían que dormir en clase. ¿Para qué iban si no hacían nada?

Bajé las escaleras aún con el pijama puesto y el pelo hecho un desastre y vi a Finn sentado en la mesa de la cocina con el portátil encendido y trabajando en algo. Me acerqué a él y le abracé por la espalda, dándole un beso en el cuello de buenos días.

—Buenos días, enana —me dijo Finn, girando la cabeza y sonriéndome—. ¿Quieres un café? ¿Tostadas? ¿Zumo?

—Vaya, hermanito, ¿y ese tan buen humor? —le di un golpe en la nuca y me senté a su lado cotilleando un poco la pantalla del portátil, pero no vi nada interesante—. Ah, por cierto, quiero un café y dos tostadas con chocolate, gracias.

—Pues te levantas y te las haces tú —se rió y en ese momento quise pegarle en la cabeza con el portátil.

Me levanté a regañadientes y me preparé el desayuno. Mientras me lo preparaba escuchaba a mi hermano tararear una canción hasta que se puso a cantar, acompañando la melodía que salía de los altavoces que tenía conectado a su ordenador.

—¿Puedes hacer el favor de callarte, pesado?

Lo miré y negó con la cabeza, mostrando una de sus mejores sonrisas. Acto seguido vi como movía la mano hacia la ruedecita que había en los altavoces y subió el volumen, haciendo que la música que salía de ese aparato sonara como un monstruo rugiendo.

—¡Apaga eso!

Veía como se estaba partiendo el pecho de la risa a la vez que yo intentaba taparme las orejas mientras gritaba que lo apagara, hasta que el timbre sonó. Fui a abrir y mi hermano lo apagó. "¡Al fin!" pensé. Al abrir la puerta me encontré con una señora mayor que parecía muy enfadada. No pude ni darle los buenos días como chica educada que soy cuando me empezó a gritar:

—¡¿Qué es esta música a las 8 de la mañana?! ¡¿Es que no tenéis respeto?! ¡Hay gente que quiere descansar y dormir sus horas de sueño! —empezó a quejarse la mujer y a echarme la culpa a mí por algo que tenía él la culpa. Finn vino corriendo, apartándome de ahí.

—Buenos días, señora Duncan, ¿hay algún problema?

—Pues sí, jovencito. Yo estaba durmiendo plácidamente con mi nieta de tan solo un año cuando habéis puesto la música a todo volumen y nos habéis despertado. ¡Hasta habéis hecho llorar a la niña, por Dios!

—Lo siento de veras, señora Duncan. Ha sido culpa mía, he sido yo quien ha puesto la música a todo volumen, lo siento. No era mi intención molestarlas. No volverá a pasar, se lo juro.

Blackmailer ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora