Capítulo 26.

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Gwen no tardó mucho en desaparecer de nuestra vista, dejándonos absolutamente solos. Ahí fue cuando me percaté de lo que había estado tramando durante todo ese tiempo: ella sabía lo que Justin me tenía preparado, y por eso esa insistencia en ir al centro comercial. Ella lo sabía todo y por eso no tenía malas palabras hacia él.

Seguíamos sentados en el mismo banco; yo con mis piernas sobre las suyas, mis manos entrelazadas con las de él y mi mirada fijada en sus ojos que siempre me habían parecido preciosos pero que, en ese momento, me lo parecían aún más. Habían pasado varios días desde la última vez que le vi y parecía como si ese poco tiempo hubieran sido años. Parecía otra persona totalmente distinta a la que era antes, tanto por fuera como por dentro.

—Has cambiado mucho —le dije tras haberme quedado un buen rato mirándole, observándole fijamente y analizando cada detalle de su rostro que no conocía.

Siempre le había encontrado atractivo, no iba a mentir, pero ese día, en ese momento y en esa situación, le veía más guapo que nunca. Tenía una sonrisa preciosa y en sus ojos no se veía nada de maldad.

—Necesitaba un cambio, y qué mejor momento que éste para hacerlo.

En su cabeza ya no había los mechones rubios blanquecinos los cuales me hubiera encantado peinar con mis dedos. Ahora su cabeza estaba rapada y su pelo era de un rubio mucho más bonito, más natural. Sus ojos no parecían lo mismo, hubiera puesto la mano en el fuego diciendo que eran otros diferentes que me miraban de una forma diferente, como si yo también hubiese cambiado y no fuese la misma.

—Me gusta, mucho. Te hace ver... diferente.

Sonreí mientras notaba como mis mejillas iban acumulando la sangre de todo mi cuerpo, tiñéndolas de un color que era más intenso que el rojo. Justin me imitó y sonrió a la vez que se acercaba lentamente a mí para después inclinarse y dejar un fugaz beso sobre mis labios. Aún no estaba acostumbrada a que hiciese eso y de esa manera, siendo tan cariñoso, suave, cuidadoso, sencillo...

Todo parecía estar bien, nosotros parecíamos estar bien. Parecíamos una de esas parejas que están sentados en un banco pasando el rato y diciéndose lo mucho que se quieren. Estaba segura de que toda la gente que pasaba por delante de nosotros y nos miraba pensaba eso y ni siquiera se podrían imaginar todo lo que yo había pasado con él.

—Las preciosas son preciosas —miré el ramo que había dejado en un lado del banco para después volver a mirar a Justin—. Me encanta, gracias. ¿Cómo se te ha ocurrido todo esto?

—La verdad es que tener una madre y una cuñada tan aficionadas a las películas ñoñas ayuda bastante.

Sonreí y él puso su mano en mi muslo. Me estremecí. No estaba acostumbrada tampoco a ese contacto físico por su parte. Siempre que lo hacía conseguía hacerme temblar, con una simple caricia, y estaba segura de que siempre lo haría.

—A parte del ramo había algo más —volvió a hablar y me acordé de lo otro que había, el paquete—. ¿Ya lo habías olvidado? Vaya, por una cosa que sí soy capaz de hacer yo solito...

Fingió estar enfadado y se cruzó de brazos, haciendo un mohín como los niños pequeños. Solté una carcajada mientras le daba un ligero golpe en el brazo y él sonrió sin poder aguantar más el falso enfado.

—Claro que no lo he olvidado, niño pequeño —bajé las piernas de su regazo y me puse la caja sobre ellas, toquetéandola antes de abrirla, pensando en qué podría ser—. Déjame adivinar qué es... Quizá es... ¿una copia en tamaño extra grande de la famosa foto?

Blackmailer ➳ j.bΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα