Capítulo 24.

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Al cabo de unas horas de acabar de comer y haber descansado un poco sentada en el sofá, viendo la repetición de un reality show que daban a esa hora, decidí empezar a hacer algo productivo. Finn se había quedado dormido en el sofá, muerto de cansancio. Por lo que me había contado, la reunión había estado bien, aunque intensa, cosa que le había pasado factura, dejándolo derrotado psicológicamente.

Fui a mi habitación y una vez allí saqué el libro de economía, volviendo a empezar lo que había intentado hacer en la hora libre que había tenido aquella mañana en la cafetería y de la cual había salido corriendo no mucho más tarde. Pero una vez más, cuando me disponía a intentar no suspender el examen trimestral que tantos dolores de cabeza me estaba provocando, hubo algo que me lo impidió.

—¡Lexie! —gritó mi hermano desde el salón con voz ronca de recién levantado—. Ha venido alguien que quiere verte.

Por un momento pensé que ese alguien podría ser Justin, queriéndose disculpar o cualquier otra cosa, pero después volví a aterrizar en la realidad y me percaté de que Gwen me había dicho que vendría para hablar de lo que me había sucedido antes. Salí de mi habitación y me dirigí al salón donde se encontrarían los dos; ella y mi hermano.

Cuando llegué vi a una Gwen sonriente, al igual que Finn. Si no recordaba mal, ellos dos nunca habían cruzado palabra, pero a partir de ese momento estaba segura que lo harían más veces, muchas veces más.

—¡Gwen! ¡Has venido! —me acerqué a ella y la abracé, feliz de que Sally no se encontrase a su lado como una garrapata. Ella asintió y me devolvió el abrazo, aún con la mirada clavada en Finn—. Vamos a mi habitación, la historia es muy larga.

—Perdona, ¿qué historia? —preguntó mi hermano atento a las palabras que acababa de decir.

—Una que no te incumbe, cotilla —le saqué la lengua y él sonrió, desviando la mirada para clavarla en Gwen, quién seguía mirándole.

Agarré a Gwen por el brazo y prácticamente arrastrándola la llevé a mi habitación.

Podía contar con una mano las veces que había visto a Finn con alguna chica y aun así me sobrarían dedos. Él prácticamente nunca había hablando de ninguna chica y tampoco las había traído a casa. Hasta hubo un cierto punto en mi vida que pensé que Finn era gay. Pero en estos momentos, si por casualidad, ese pensamiento siguiese revoloteando por mi mente, hacía unos segundos que se había destruido por completo. Sus ojos, en cuanto se encontraron con los de ella, se iluminaron como si estuvieran viendo un espectáculo de fuegos artificiales.

—Empieza, soy todo oídos.

Nos colocamos sobre la cama, sentadas una frente a la otra con las piernas cruzadas. Yo agarré un cojín y me lo puse sobre las piernas para tener algo que apretujar mientras hablaba. Con los nervios a flor de piel, por si la imagen que tenía Gwen de mí se distorsionaba y se convertía en una totalmente diferente a la que había tenido hasta el momento, empecé a contarle la historia de Justin y de mí, desde el primer saludo hasta el último adiós.

Le empecé contando mi llegada a Buffalo, mi encuentro con Cedric, mi primera noche aquí y el momento en que Justin decidió arruinarme la vida sin yo ser consciente de ello. Gwen me miraba atenta mientras yo se lo iba contando todo, incluyendo cada detalle insignificante que en esta historia se convertía en imprescindible. Acto seguido proseguí contándole las cosas que habían pasado entre él y yo, los numerosos espectáculos que me había obligado a hacer a cambio de que él no enviase la famosísima fotografía que era elemento esencial en cada una de nuestras conversaciones. No me olvidé de la cena con su familia y de lo bien que me lo pasé conociendo a sus padres. La noche en la que me quedé a dormir en su apartamento, todos los besos que me había robado junto a las caricias que me había regalado y que ahora echaba tanto de menos, esos que él solamente me daba por diversión. Esos besos de los que ahora sé que para mí eran más que unos simples besos. Para acabar le abrí mi corazón al completo y dejé que conociera los sentimientos que se habían creado en mi interior por él. Si hacía eso, si compartía con alguien lo que sentía realmente, quizá me ayudaba a no cargar tanto con ellos.

Blackmailer ➳ j.bWhere stories live. Discover now