Capítulo 03.

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Finn interrumpió en mi habitación de golpe, pillándome bailando cuál loca. Deshacer las maletas era muy aburrido, así que me puse un poco de música para hacer el rato más ameno. Pero el inteligente de mi hermano entró en la habitación sin ni siquiera tocar a la puerta antes.

—Sigues moviendo tu enorme culo igual que de pequeña —se rió este desde la puerta aún.

Arrugué el jersey que tenía en las manos en una bola y se lo lancé. Aquí era donde se notaba sus años jugando de portero. Atrapaba las cosas sin complicación alguna.

—¿Qué quieres? Si has venido para joder ya te puedes estar yendo por dónde has venido.

—Menudo humor de perros te ha llegado, ¿no?

—Al-gra-no —le exigí.

—Tengo que salir un momento para recoger los papeles de tu tutela y para inscribirte en el instituto —asentí, esperando a que siguiera—. ¿Me juras por lo que más quieras que si te dejo sola en casa no harás cualquier cosa de las tuyas?

Rodé los ojos. ¡Ya no era una cría de diez años! Vale, tenía que admitir que lo que hice aquella vez no fue normal, pero era pequeña. Ahora ya había madurado.

—Te lo prometo, hermanito —sonreí.

—Más te vale —dio media vuelta y empezó a alejarse de mi habitación, pero aún y así gritó—: ¡En dos horas estaré aquí!

—¡Valeeeee!

Subí el volumen de la música –ya que lo había bajado cuando Finn se había infiltrado en mi habitación–, y seguí doblando la ropa y ordenándola en el armario y en los cajones.

.

Una hora más tarde por fin había colocado todo en su sitio, me había dado una ducha y había comido algo. El piso de Finn era tan acogedor que deseaba acurrucarme en todos los rincones de la casa.

Me acordé de Maggie y en lo histérica que estaría en esos momentos. Vi mensajes suyos y llamadas perdidas cuando aterricé en Claremont, pero dado al enfado que tenía encima por culpa de la broma de mi hermano, no le hice caso. Hasta ahora, tampoco me había acordado de ella. Debería de replantearse eso de ser mi mejor amiga.

Cogí el teléfono que se encontraba sobre la cama y la busqué en mi agenda.

—Ya era hora, desaparecida. ¿Dónde estabas? ¿Estás bien? —me cogió el teléfono a los dos primeros tonos, destrozando mis tímpanos con sus gritos al otro lado de la línea.

—Sí, tranquila. Estoy en el piso que tiene mi hermano. Ha salido a por unos papeles y me ha dejado sola el simpático.

—Oh, tu querido hermano Finn Buenorro Dellinger —reí ante su comentario. Desde pequeñas la tenía metida en casa día y noche solo por pasar tiempo observando a mi hermano—. ¿Qué es de él? ¿Alguna zorra a la que matar?

—Está bien, creo que trabajando. Y no, ya no está con esa tía, al menos no me ha hablado de ella ni da señales de vida. Así que, campo libre.

Ahora mismo, si tuviera a Maggie a mi lado me habría dado un golpe en el brazo, no muy fuerte, pero lo suficiente para que yo me lo sobara.

No llevaba ni un día lejos de Búfalo y ya la estaba echando a faltar. Pero, alejarte de tu mejor amiga era una de las cosas más duras que podías enfrentarte a lo largo de tu vida. ¿Quién me asegura que encuentre a alguien tan genial como ella aquí?

—Y dime, ¿ya has conocido a algún amigo de tu hermano? Ya sabes, los amigos de los hermanos mayores siempre tienen un polvazo encima. Y sabiendo cómo es Fin… sus amigos no se quedarán atrás.

Blackmailer ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora