Capítulo 39 -Extraña alianza-

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Gotas de sudor frío resbalan por la piel y me empapan la ropa. Los músculos parecen estar a punto de explotar, las articulaciones me queman y la sangre, mientras fluye, me desgarra las venas.

Respiro forzando los pulmones, abro los párpados y suelto un grito ahogado. Durante unos instantes, a la vez que el corazón me golpea el pecho con fuerza, ignoro el entorno y recuerdo una y otra vez lo que acaba de suceder.

Temblando, con el rostro empapado con sudor y lágrimas de rabia, escupo:

—Te mataré. —Alzo la cabeza, tomo aire y bramo—: ¡Canalizaré El Silencio Primordial y te mataré!

Cuando los ecos de la voz se apagan, poco a poco, dejo atrás lo vivido y me centro en lo que me rodea. Por primera vez desde que desperté soy consciente de que unos grilletes me mantienen colgando. Bajo la mirada y observo que debajo de mí hay un foso que parece no tener fondo.

—Malditos Ghurakis... —susurro.

A unos metros, escucho el ruido que producen unas cadenas. Recorro la estancia con la mirada y veo que enfrente, a cierta distancia, hay otro prisionero que está en las mismas condiciones que yo. Entrecierro los ojos, intento ver de quién se trata, pero por más que fuerzo la visión no distingo con claridad cómo es.

—¿A quién quieres matar? —gracias al tono de la pregunta sé que es una mujer la que está cautiva.

—A un monstruo que disfruta devorando almas —contesto, plasmando la ira que siento en cada sílaba que pronuncio.

Cuando el sonido de las palabras se extingue, escucho lo cansada que es la respiración de la mujer.

—¿Devorar almas...? —Suelta una débil risa—. Quizá sea un manjar que exige demasiado a cambio. —Los ojos se le iluminan con un brillo violeta.

Por un breve instante, soy capaz de rozarle la mente.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí encerrada? —pregunto, pensando en que no nos equivocamos al iniciar el plan.

—¿Cuánto llevo encerrada? —Vuelve a soltar una tenue risa—. El tiempo es traicionero, se extingue con rapidez cuando se disfruta con lo que se hace y se eterniza cuando se ha de hacer algo tedioso. —El brillo de los ojos se intensifica y puedo verle con claridad la cara—. Aquí, encerrada, el tiempo se ha detenido. Lo siglos que llevo prisionera se han convertido en eones.

Aunque tiene unas facciones estilizadas y bellas, dignas de una diosa benévola, de su alma emana una oscuridad inmensa.

—Debes ser un gran peligro para que te hayan mantenido tanto tiempo prisionera —el aura carmesí me recubre los ojos mientras hablo—. Antes de dejarme capturar no sabía cómo sería el tan temido enemigo de los Ghurakis. Aquel al que mantenían cautivo en lo más hondo de la fortaleza de Arsoh'ert. Nunca pensé que sería una Ghuraki.

Me examina con la mirada.

—No eres un humano normal. —Sonríe—. Eso es interesante... pero, dime, ¿por qué te has dejado capturar para llegar hasta mí?

Ni siquiera intento ocultar el odio que se adueña de mis facciones al pensar en los Ghurakis.

—Estoy reuniendo un ejército con los enemigos de tu pueblo...

—No son mi pueblo —me interrumpe—. Dejaron de serlo cuando me encerraron aquí para que me pudriera. —El brillo de los ojos se intensifica—. Quiero degollarlos, arrancarles las tráqueas y pulverizarles las almas.

Quizá debería odiarla por lo que es, pero lo cierto es que me empieza a caer bien. Además de que puede convertirse en una poderosa aliada.

—¿Por qué te encerraron?

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Where stories live. Discover now