Capítulo 53 -Máscara negra-

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Parpadeo, pero no logro aclarar la visión. Estoy demasiado cansado y no soy capaz más que de ver formas difusas.

—¡Sacrifiquémoslo, démosles de comer a nuestros dioses! —las palabras que suenan con fuerza provienen de un individuo que está a unos pocos metros delante de mí; a su lado hay un gran grupo que se muestra tan extasiado como él.

Aparte del bullicio, oigo un leve sonido que apenas es audible, escucho un lejano siseo que me perturba. Aun intranquilizándome, gracias a él sé que, aunque la vista está tardando en aclararse, los sentidos aumentados empiezan a recuperarse.

—¡Hagámoslo! —brama otro, alargando tanto la palabra que escucho cómo impactan en el suelo las gotas de saliva que salen disparadas de la boca.

La euforia se incrementa en los individuos que están frente a mí. Todos, menos el que me ha arrastrado hasta aquí, chillan y hacen chocar el metal de las armas que portan.

—Silencio —la palabra apenas suena con fuerza, no es más que un susurro que queda ahogado en medio del vocerío.

El que me ha traído a este lugar, tras uno segundos, grita:

—¡El Atesdurjhar os ha dicho que os calléis!

Al escucharlo, un escalofrío me recorre la columna. Cuando pronunció mi nombre, antes de arrastrarme hasta aquí, estaba desorientado y no me di cuenta. Sin embargo, ahora sí soy consciente de que su voz, aun sonando deformada y grave, me es familiar.

—Gracias por hacerlos callar, hijo —a la vez que el que pidió silencio habla con más fuerza, percibo que quien me trajo a este lugar inclina la cabeza en señal de sumisión.

Aunque parpadeo, entrecierro los ojos y me esfuerzo por verle el rostro, todavía tengo la visión demasiado borrosa y sigo sin distinguir más que siluetas.

—Mi deber es servir —contesta sin plasmar ninguna emoción.

De nuevo siento el escalofrío... Aun estando cada vez más seguro de saber quién es, una parte de mi ser, al estar esclareciéndose la identidad, comienza a negarse a aceptarla.

El Atesdurjhar, mientras estoy sumergido en pensamientos tristes, se dirige al grupo:

—Tenéis prisa y lo entiendo. Habéis deseado durante mucho tiempo que llegara este día. Habéis sufrido innumerables ciclos esperando a que se cumpliera el renacimiento del antiguo orden. —Hace una breve pausa y pronuncia alargando las palabras—: Hijos míos, la espera acabó. —Los gritos y el sonido del metal chocando se adueñan del lugar—. Solo os pido un poco más de paciencia —añade tras unos segundos—. Antes de sacrificarlo necesitamos drenar la energía de la luna roja. Necesitamos destruirla. — Aunque apenas producen sonido, oigo cómo se acercan los pasos del que ha hablado—. Solo entonces habrá llegado su momento.

Los presentes se callan, parece que el silencio es una muestra de aprobación. El que me trajo aquí se acerca, me coge del tobillo y me arrastra por la fría piedra. Mientras rozo la roca, inspiro y pregunto con gran esfuerzo:

—¿Eres tú...? —Al ver que no responde, insisto—: ¿Eres tú o me estoy volviendo loco y la imaginación me está jugando una mala pasada? —Se detiene—. Por favor, dímelo.

Suelta el tobillo, gruñe y lanza un puñetazo contra el estómago. Cuando los nudillos impactan, de la fuerza del golpe, mi cuerpo se incrusta en la roca.

Mientras la cabeza cae hacia un lado, al mismo tiempo que alejo la mente del dolor, afirmo:

—Sí, eres tú...

Vuelve a cogerme del tobillo, me arrastra hacia un altar y me coloca boca arriba. Al intentar moverme noto que algo me lo impide; una fuerza invisible me ata a esta construcción diseñada para que las víctimas no escapen.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Where stories live. Discover now