Capítulo 61 -El día después-

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Tengo las manos apoyadas sobre un gran mapa, uno en el que se representan varias zonas que han sido liberadas del yugo Ghuraki y otras que aún están bajo su poder.

Mientras muevo los ojos recorriéndolo con la mirada, analizando distintos lugares de este mundo, El Seleccionador se acerca a la mesa y dice:

—Es un plan arriesgado... Aunque no veo otra opción. —Señala con un dedo la ciudad-fortaleza de Datghar—. De hacerlo, tendríamos que empezar por aquí.

—¿Una reacción en cadena? —susurro.

Doscientas Vidas, que se ha mantenido en una esquina de la tienda de campaña, suelta:

—No me gusta, pero estoy de acuerdo en que no hay tiempo para hacerlo de otro modo.

Bacrurus golpea rítmicamente la mesa con la punta de los dedos y suelta:

—Al menos así tendrán una posibilidad de sobrevivir. —Me mira a los ojos—. No es el mejor lugar donde enviarlos, pero será solo temporal. Cuando acabemos con el caudillo Ghuraki, cuando estemos seguros de que no escapará de este mundo, de que será carbonizado junto a él, entonces iremos a buscarlos y los llevaremos a un lugar seguro.

Al Primigenio no le hace falta hablar para mostrar lo que piensa, solo con dirigir la mirada hacia su rostro sé que está de acuerdo.

Giro la cabeza y digo:

—¿Mukrah? ¿Dharta?

El hombre de piedra hace un gesto con la mano indicándole a la guerrera que se pronuncie primero.

—Pienso como el resto. —Los ojos reflejan la frustración que siente por el hecho de que no tengamos otra opción—. Es lo único que podemos hacer.

Asiento y miro a Mukrah.

—Nuestros pies pisan un mundo condenado. —Da un paso y recorre la tienda con la mirada, ojeando a los que estamos presentes—. Desde el cielo no tardará en descender la sentencia para el planeta que vio nacer a algunos de nosotros. En no mucho, la muerte alcanzará esta tierra por las que todos luchamos. —Se acerca a la mesa—. Los mares, los ríos, los bosques, las montañas, los animales. —Se fija en el mapa—. Los desiertos de arena y los de hielo. Aquello que se halla en la superficie o bajo ella no puede escapar de la extinción del alma de la luna. —En silencio, durante un segundo, observa los dibujos que representan parte de su mundo—. Incluso activando los círculos de sangre, incluso trasladando a los pueblos que hemos liberado al Erghukran para que escapen de la lluvia de fuego, aun así, hasta que no los caminemos, no sabremos si los pasos que vamos a dar los conducirán a un destino impregnado con un sufrimiento mayor. —Me mira—. Mas ¿qué otra cosa podemos hacer?

»Hemos de alejarlos de aquí, de este mundo que agoniza, que contempla su destino contando los días que faltan para que lo golpee la venganza de Los Asfiuhs. —Hace una breve pausa—. Las rocas de fuego están de camino y, aunque solo tenemos una efímera posibilidad de salvar a los que hemos liberado llevándolos al infierno debajo del infierno, en este momento, ese paraje maldito es más seguro que este mundo. —Vuelve a mirar a los presentes—. Si luego tenemos que maldecirnos y ahogarnos con el peso de nuestra culpa, si luego tenemos que cargar con la muerte de miles o de cientos de miles por nuestras decisiones, lo haremos. Pero hasta ese momento, antes de que ese turbio destino llegue a manifestarse, lucharemos por tejer otro en el que venceremos a los Ghurakis y sacaremos del Erghukran a los que padecieron su yugo. Lo haremos antes de que ningún demonio pueda alzar una garra y amenazarlos. Lucharemos, resistiremos y andaremos triunfantes sobre los cráneos de nuestros enemigos para reclamar la victoria por aquellos que les es imposible reclamarla por sí mismos.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Where stories live. Discover now