Capítulo 15 -El poder de la arena-

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Aquí, ahora, noto cómo brota dentro de mí una esperanza que, aunque todavía es débil, poco a poco va ganando fuerza. El destino no está escrito, la pluma que lo traza en las páginas de la vida le pertenece al que día a día crea su propio camino con decisiones. Quizá no sea dueño de lo pasado, pero sin duda voy a ser dueño del futuro.

Mientras sobrevuelo una densa capa de nubes amarillas, siento cómo la corriente de aire me golpea la piel y escucho cómo el silbido que produce me susurra al oído. Aun cargando al ser oscuro en el hombro, no noto que me pese el cuerpo. Una fuerza invisible nos sostiene y nos conduce hacia La Gladia. Nos lleva directos hacia el fin de la tiranía Ghuraki.

A la vez que el pelo baila movido por el aire, los pensamientos vuelan por los recuerdos de la breve estancia en el Erghukran. Las imágenes, los sonidos, las voces, las sensaciones; todo pasa a gran velocidad delante de mí.

El Caminante, Ghoemew, el bebé, la madre, el niño que la mató... ¿Quién era ese demonio que me engañó? ¿De qué me conocía? Y ¿quién será el ser al que llaman Él? ¿Tendrá algo que ver con esa familia que tanto nombran, esa a la que parece pertenecer el ser peludo?

Mientras las preguntas me golpean, oigo en mi mente:

«Vagalat...» aunque solo es un recuerdo, el escuchar a una voz familiar pronunciar mi nombre me aleja de los interrogantes.

«¿Dónde estás, Adalt? —pregunto, sabiendo que las palabras quedarán recluidas dentro de mí—. Ahora mismo necesito más que nunca tu fuerza, tu espíritu inquebrantable, tu amistad... —Fijo la mirada en las nubes amarillas y veo cómo mi sombra se mueve por la superficie—. Te llevarás bien con Mukrah, es un ser noble... es...» los pensamientos se enmudecen. El dolor de la posible muerte de mi hermano de guerra consigue que el silencio se apodere de mí.

«No, no. Mukrah está vivo y no morirá hoy... —Hago una pausa, respiro con fuerza y suelto el aire lentamente—. Adalt, no sé dónde estás, pero sé que estás vivo... ¿verdad, hermano?».

Pestañeo e intento alejarme de las dudas dolorosas. Giro la cabeza y observo cómo el amarillo se extiende por un horizonte que parece no tener fin.

«Adalt, hermano, estoy confuso. ¿Estaré condenado a vagar el resto de mis días sin conocerme...? —Recorro con los ojos la inmensidad del lugar—. No lo sé, pero sí sé que no puedo permitir que me atormente esa posibilidad. ¿Recuerdas? Somos lo que hacemos; y ahora lo único que quiero hacer es acabar con esa oscuridad que se está expandiendo como una plaga. Tengo un deber con mi mundo, con mis camaradas, con mis amigos, con mis hermanos; contigo. El mal ha escapado de Abismo, pero no permitiré que siga propagándose por los mundos de La Convergencia. Si hace falta los protegeré con mi vida. Aunque no te preocupes, no caeré hasta que Dhagul haya separado la cabeza del cuerpo de todos los seres de la oscuridad. —Cierro los ojos y me reafirmo—: Mi pasado, por muy oscuro que pueda ser, no debe inquietarme. —Abro los párpados y me digo con convicción—: Debo ser fuerte, Mukrah me necesita. —Sonrío, centro los pensamientos en Adalt y concluyo—: Pronto nos veremos, gigante malhumorado».

La capa de nubes que sobrevuelo se hace menos densa y me deja ver una gran ciudad en ruinas. Al contemplarla, me estremece la desolación. En las afueras de ese cúmulo de edificios destrozados hay montones de huesos. En lo alto de las construcciones, coronando ese macabro espectáculo, se hallan los cráneos de las víctimas.

Aunque no producen ningún sonido, percibo las súplicas de los muertos, oigo lo último que dijeron antes de ser brutalmente asesinados. Cuando siento el llanto de una niña, cuando escucho el sonido de la cabeza fracturándose al impactar contra un muro, me invade la rabia y se me humedecen los ojos. En momentos como este, me gustaría no tener las capacidades sobrehumanas que me permiten ser testigo de escenas invisibles para los demás.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Where stories live. Discover now