Capítulo diecinueve

841 74 9
                                    

Leah

La voz de mi hermano me despierta.

—Mañana volveremos, tengo que... —la puerta se abre y aparece Alex, con el móvil en la oreja —Mierda, perdón, no sabía que estabas durmiendo —murmura al verme, y sin dejar que diga nada, cierra otra vez la puerta y escucho su voz alejándose por el pasillo.

Me incorporo hasta quedar sentada en la cama, ¿qué hora es? Mi mirada se fija en la ventana, ya es de noche. Suelto un suspiro cansado mientras vuelvo a tumbarme. Parece que este día está siendo eterno.

Hemos estado toda la mañana en el cementerio por... el entierro de mi abuelo.

Al llegar a casa mi abuela se ha encerrado en la habitación, diciéndonos que necesitaba descansar y mi hermano se ha ido a dar una vuelta, así que yo me he puesto a dormir. Mi intención era descansar un poco, he tenido una noche horrible.

Llevaba tiempo sin tener pesadillas, pero ayer volvieron. No he podido pegar ojo y a las siete de la mañana ya estábamos en el coche.

Me inclino hasta abrir la pequeña luz que tengo al lado de la cama mientras suelto un bostezo y mi mirada se dirige al techo. Una sonrisa triste aparece en mi rostro cuando me encuentro con las pequeñas estrellas. Las pintó el abuelo cuando éramos pequeños, están esparcidas por toda la habitación pero en el techo está lleno, e incluso pintó una pequeña luna brillante en una esquina.

La casa se siente... vacía sin él. No me gusta esta sensación.

Sentí lo mismo cuando murió mi madre, no podía entrar en su habitación, e incluso me costaba estar en casa. Estuve semanas intentando estar fuera de casa el máximo tiempo posible. Pocos meses después mi hermano y yo nos mudamos a la casa en la que estamos ahora porque ninguno de los dos podía aguantar estar allí.

Supongo que ahora la abuela también siente este vacío...

Cierro los ojos con fuerza, intentando no llorar y me levanto de golpe de la cama, necesito distraerme. Pero nada más abrir la puerta, mi móvil empieza a sonar. Ahora mismo no tengo ganas de hablar con nadie, pero podría ser importante, por lo que doy media vuelta.

El nombre de Ayden aparece en mi teléfono. Durante unos segundos tan solo contemplo la pantalla, sin saber exactamente qué hacer. Debería contestarle. Pero antes de poder deslizar el dedo por la pantalla, el móvil deja de sonar. Pocos segundos después aparece un mensaje.

Ayden: vamos Leah, dime algo

Ayer tan solo le dije que estaba en Canadá, porque realmente parecía preocupado, pero no mencioné nada sobre mi abuelo. Realmente no tengo una excusa por habérselo ocultando, pero preferí no decir nada.

Mi móvil vuelve a iluminarse con otro mensaje.

Ayden: ¿qué te pasa?

Tengo que contestarle. Yo no podría estar tranquila si Ayden me ignorara de un día a otro, como he hecho yo.

Leah: nada

Ayden: ¿qué he hecho para que estés enfadada conmigo?

Suelto un suspiro. No tengo respuesta para eso.

Leah: no estoy enfadada contigo

En pocos segundos, mi móvil vuelve a sonar. Me está llamando. Esta vez sí que respondo.

—Dime —es lo único que digo.

—Hola —saluda él, con voz dulce.

—Hola —murmuro, sentándome en la cama.

Entre nosotros dos | SEGUNDO LIBRO Where stories live. Discover now