Capítulo 29

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- 14 días para el primer muerto -


IZAN

Usansolo, 4 de julio de 2022


—Amores, sois pura alegría —ironiza Rosa.

Está cansada de nuestras caras largas, sobre todo porque no conoce los porqués. Yo tampoco sé qué le ocurre a Elena pero ella sí que está al tanto de mi drama. De hecho, fue quien lo causó y he acudido a desahogarme en varias ocasiones.

Las incógnitas mosquean a Rosa, pero se aguanta y no nos apremia. Es como si en algún momento desde que llegamos al palacio, hubiéramos firmado un acuerdo implícito que nos comprometiera a apoyarnos sin necesidad de entrar en detalles.

—¿Quieres que sonría? No haberme hecho dejar de escribir por... Vete tú a saber qué absurdez —reprende Elena.

Rosa pone los ojos en blanco.

—Querida J. Maas, llevas días amargada. Menos mal que lo que tengo que enseñarte te va a cerrar la boca como por arte de magia.

Seguido, se acomoda sobre la cama, con la gata a un lado y el ordenador entre las piernas. Nosotros la acompañamos y entonces levanta la tapa del portátil:

—¡Tachán! Tengo información sobre Sonia.

En la pantalla aparecen una serie de documentos, todos compartidos por su padre. Cada cual es más extenso, menudos tochos. Espero que Elena me haga un resumen, así sobreviví en bachillerato.

—Joder —se impresiona mientras los examina.

Pido ya mi síntesis:

—¿Qué pasa?

Elena sigue demasiado metida en el ordenador, así que Rosa se adelanta:

—Que Sonia estudió medicina.

—¿De plantas? —supongo.

Si no me equivoco, es la jardinera.

—No —aterriza Elena—. Estudió el Grado en Medicina en la Universidad del País Vasco. Era una alumna ejemplar. Logró trabajo casi de inmediato en una clínica privada.

—Exacto. Hasta que hace dos años, tuvo que dejarlo todo e irse con Lourdes —recalca Rosa.

—¿No tiene más clientes? —pregunto—. Tal vez ser jardinera fuese su sueño y se esté dedicando a ello.

Elena contesta:

—No registra más ingresos que los que le genera el palacio.

—¿En serio? —La envidio—: Pues normal que dejase el anterior empleo. Si gana una pasta solo con currar aquí los viernes...

—Sobre su dimisión —Rosa apunta—; hay varios motivos.

Elena lo resalta:

—Descubrieron que robaba medicamentos para venderlos ilegalmente. Sobre todo traficaba con opioides, en especial, hidrocodona. Pero el mayor de los motivos fue una supuesta negligencia. La denunciaron por el extraño fallecimiento de un paciente.

—¿Un ex? —deduzco.

Al fin y al cabo, la investigamos por celosa.

—No se sabe. Pero salió impune gracias a contratar los servicios de un magnífico y carísimo bufete de abogados —añade Rosa.

—¿Cómo los pago? —No creo que pudiese ahorrar tanto.

Y su familia tampoco. Según nos contó Elena, sus padres son dueños de un pequeño comercio.

El último amanecer de agostoWhere stories live. Discover now