Capítulo 35

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Dos años y varios meses atrás

Getxo, 3 de octubre de 2019


Un cuerpo flota en el Cantábrico, entre los restos de un yate. Una columna de humo se eleva hacia el cielo, desde donde se aprecia un tenue charco rojo en medio del azul del mar. Pedazos de guirnaldas y confeti llegan a la playa más cercana, mientras algunos de los supervivientes aún escuchan la canción de Cumpleaños Feliz en su mente.

No es el caso del joven inconsciente que navega a la deriva, al que rescatan minutos más tarde y lo trasladan de urgencia al hospital más cercano, principalmente debido a la gravedad de las quemaduras en su espalda.

Al día siguiente, en el mismo hospital, una chica pregunta por su abuelo, otra de las víctimas del accidente.

La conducen a la sala de espera, donde pasa horas y horas con la compañía de su familia y de la máquina de café, punto en el que se detiene más de lo debido a escuchar conversaciones ajenas.

—Es tu hijo...

—¡Lo sé, maldita sea! —espeta un hombre—. Tú también lo eres. Pero eso no te da derecho a decirme cómo debo comportarme.

—Solo sé que este no es momento para beber.

—¿Y para partirte la cara? ¿Lo es?

El chico se remueve y, entre dientes, amenaza:

—Gilipollas. Ya he crecido. Atrévete y la hostia te la devuelvo por dos.

Se juntan aún más y la tensión se propaga del mismo modo que el olor a alcohol impregna la sala. Entonces ella interviene. Se abre paso entre ambos, sorbiendo su café de un pequeño vaso de plástico.

Con pasotismo, pero los ha separado.

El señor huye maldiciendo y el menor se disculpa avergonzado, consciente del espectáculo que han dado.

—Gracias —agrega también—. Soy Andoni.

La chica no se presenta, está demasiado cansada para formalismos.

Total, olvidará su cara nada más terminarse el espresso...

Se habría parado de saber que su hermano es el joven del que tiempo después empezará a enamorarse. El joven que le dedicará su sonrisa más real, bajo el agua de la piscina de un palacio.

Pero aún ignora lo que el destino ha preparado para ella.

De saberlo no lo habría dejado solo, en estado crítico, en una fría habitación dos plantas más arriba.


El último amanecer de agostoWhere stories live. Discover now