Capítulo 3

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Capítulo 3

Nunca he sido una chica enamoradiza, me salté esa parte tan juvenil de caer prendada por el guapito de turno. En realidad, nunca sentí la necesidad de encontrar el amor de mi vida, lo pasaba bien soltera. Solo había sentido amor o algo parecido, dos veces en mi vida. El primero fue Gerald, un amigo de mi hermano mayor, por el que perdí la cabeza cuando solo tenía trece años, aunque obviamente para él ni existía. Y el segundo, Adam, mi ex. Nuestra relación duró algo así como dos años, y realmente en ningún momento me llegué a replantear un futuro con él. Lo pasaba bien, le quería o al menos sentía aprecio, pero ni si quiera lloré al enterarme de todos sus amoríos.

Pero aquella llamada me había obsesionado. Tenía como mil discusiones mentales para que se centrara y bajara de las nubes. No podía ser que pasara la edad del pavo con veinticuatro años.

A pesar de la clara y secreta obsesion que me produjo aquel tipo, mi vida siguió. Lo exámenes poco a poco se fueron acabando y mi trabajo cada día me gustaba más, a tal punto de instalar una centralita en mi apartamento y seguir desde casa. Lo cierto es que era más cómodo, podía trabajar desde el sofá, en pijama y comiendo helado.

¿A qué suena divertido?

Siéndote honesta, todo me resultaba atractivo, el hecho de poder hablar con tantas personas, poder analizar sus gustos sexuales. Lo consideraba un experimento. Y lo cierto es que la mayoría era de gustos sencillo y normales. Me preguntaban que llevaba puesto, fingía un par de gemidos y colgaba. No me complicaba demasiado.

Abril empezó como terminó marzo. Sin ningún cambio importante.

Hasta que una noche sonó mi teléfono personal y al mirar, encontré que el remitente era mi jefa.

—Arthys, cariño, lamento molestarte a estas horas.

—No te preocupes, estaba preparándome la cena. ¿Ocurre algo?

—Verás, tengo un cliente que se empeña en hablar únicamente contigo. Le he ofrecido alternativas, pero solo quiere a Iris. No sé qué le has dado.

—Dania, ya he terminado mis horas.

—Lo sé, lo sé. Pero de verdad, es solo esta llamada. El pobre ha insistido tanto que ya no sé qué decirle.

Suspiré profundamente, cogí el plato que me acaba de preparar y me dirigí al sillón.

—De acuerdo. Pásamelo.

—¡Te adoro! Muchas gracias. Te lo paso.... ¡Ah, por cierto! Se llama Heracles.

Y así es como se consigue parar el mundo de alguien en un minuto.

Realmente llegué a creer que nunca sabría nada más de ese hombre y por arte de magia... Ahí estaba de nuevo.

Respiré todo lo hondo que me fue posible y al oír su línea, dije:

—Señor Heracles, veo que al final encontró disfrute en esta línea.

De nuevo aquella risa que me hacía perder los estribos.

—No encontré disfrute en la línea, señorita Iris. Encontré disfrute en hablar con usted.

—¿Y en que puedo ayudarle hoy?

—Solo quería escuchar su voz. Tiene una voz... agradable. Llevaba tiempo pensando en ella.

Vale, aquí necesito hacer un inciso. ¿Sabes ese momento que se te para el corazón? Pues a mí se me paró. Juro que aquella clase de magdalena que se derretía por un tipo con el que había cruzado dos frases, al cual no conocía, no era yo. Me habían poseído.

—¿Se ha tomado tantas molestias únicamente para escucharme hablar?

—Usted las vale.

Intenté no parecer un flan. No sé si funcionó.

—¿Y que desea que le diga?

—Entiendo que no pueda decirme nada personal, ni se lo voy a pedir. Pero hábleme de cosas suyas, cosas normales, como... ¿Cuál es su película favorita?

—Pero no se ría ¿vale?

—Lo intentaré.

—Es Múlan.

Sí, obviamente se rio. Aunque es normal, entiendo la ironía de trabajar en una línea erótica y que tu película favorita sea una Disney.

—Ve, ha valido la pena cualquier inconveniente por escucharla.

—¿A qué se refiere?

—Me ha alegrado el día espantoso que llevaba. Muchas gracias, Iris. Y buenas noches.

Sí, así de simple fue. Cortó. Ni siquiera me dio la oportunidad de despedirme. 

Continuará...

¿Hola? Línea eróticaWhere stories live. Discover now