Capítulo 11

5.5K 675 111
                                    


Capítulo 11

No sé si alguna vez has sentido que el mundo de paraliza al oír o al estar con una persona. Es extraño. Es como si todo el exterior dejara de existir. Como si todo el universo se concentrara en una sola persona, en un solo lugar y espacio.

Supongo que ahora estarás pensando que soy una idiota enamoradiza. O simplemente una idiota. Y sinceramente, no tengo argumentos para rebatírtelo. Quizás esto de verdad sea una locura transitoria. Pero sinceramente, no me importa. Algo en mi interior me grita desesperadamente que necesito a Heracles. No sé por qué. Quizás todo esto solo sea un juego adictivo. Quizás solo sea curiosidad.

Sus llamadas se convirtieron en el agua para un sediento.

—¿Por qué nunca has pedido lo que se pide en estas llamadas? — Le pregunté un día, picada por la curiosidad.

Su risotada retumbó por el auricular.

—¿Sexo? ¿Quieres construirme una fantasía?

—Solo me sorprende que nunca lo has pedido.

—Y si te lo pidiera ahora, ¿lo harías?

—Es un servicio que ofrecemos.

Un silencio un tanto incomodo ocupó el lugar de las palabras. Y de repente respondió con una voz seria:

—No quiero que me ofrezcas ese servicio porque es tu trabajo, sino porque quieras ofrecérmelo.

—¿Te parece mal lo que hago?

—No—Lo decía totalmente convencido. Había aprendido a diferenciar su tono de voz cuando medía o cuando no. — Al contrario. Respeto profundamente tu trabajo. Simplemente quiero que, si quieres regalarme una fantasía, lo hagas porque así lo sientes. No con la excusa de que es lo que tienes que hacer. Quiero que tu la puedas disfrutar tanto como lo haría yo.

Me humedecí el labio inferior y suspiré, pensando en la cantidad de sueños que había tenido con aquel hombre. Sueños con el rombo para mayores de dieciocho años. Siempre me imaginaba un cuerpo si rostro. Pero su voz... su voz retumbaba en cada uno de ellos.

—¿Quieres saber lo que llevo puesto? — Le pregunté de repente. Ni siquiera estaba pensando lo que hacía.

—Siempre.

Sonreí complacida.

—Nada.

Y no mentía. Estaba tirada en el sofá de mi casa, recién salida de la ducha, con una toalla enrollada en el cuerpo, que en ese momento cayó al suelo.

—Me gusta la elección.

—¿Qué quieres que haga, Heracles? — Susurré.

—Quiero que toques tu cuerpo, que pienses que esa mano que recorre tus hombros y baja por tus pechos es mía.

Cerré los ojos, dejándome guiar por lo que me decía.

—Te imagino aquí, encima de mí— Le dije mientras hacía descender mi mano hasta mi monte de venus—. Susurrándome al oído, cuanto me deseas.

—No creo que te puedas hacer una idea, Arthys.

Mi nombre de sus labios me catapultó a un mar de desenfreno. Comencé a tocarme, mientras oía como su respiración se aceleraba, síntomas de que él estaba haciendo lo mismo.

—Quiero estar sobre ti. Sentirte dentro... —Le decía mientras mis dedos obraban su magia.

—Dios, Arthys... Es que me vuelves loco.

Y como si fuera una explosión lo sentí. El orgasmo llegó y el suyo me acompañó a través de la línea.

Nos quedamos en silencio un rato. Como si estuviéramos meditando lo ocurrido.

—¿Puedo hacerte una pregunta? — Inquirió al par de minutos.

—Claro.

—¿Lo has hecho con mas clientes?

—¿Tocarme? —Solo musitó un simple ajá—. Lo cierto es que no. Cuando hablo con los demás solo les vendo la fantasía, aunque ellos crean que me estoy masturbando, puedo estar estudiando o haciendo otras cosas.

—¿Y ahora? ¿Me has vendido una fantasía?

—No—. Le aseguré— Te he enseñado lo que siento por ti. La fantasía la mantienes tu.

—¿Y qué pasaría si cuando me vieras no soy la persona que esperas?

—Nunca he esperado nada, Heracles. No sé como eres, ni sé muy bien cuan de real es lo que me has mostrado. Pero lo que sé es que...

Dejé de hablar de inmediato. Estaba a punto de asumir en voz alta lo que no me atrevía ni a pensar. Era una locura. No podía sentir nada por un tío que no conocía. A lo mejor era él quien me vendía la fantasía. Quizás solo estaba jugando conmigo. Y yo como una idiota cayendo en su trampa.

—Todo lo que te he dicho es verdad, Arthys. Nunca te he mentido. Quizás te oculté la verdad en un principio. Y te sigo ocultado quien soy porque sé que eso lo cambiará todo. Y no sé si estamos preparados para ello.

—¿Qué cambiará? ¿Qué puede suceder si sé quien eres? — Le increpé furiosa, levantándome del sofá y pasándome una mano por el pelo.

Supongo que estaba llegando a mi limite. A un limite en el que estaba comenzando a enamorarme de un tío que ni siquiera sabía su nombre.

—Todo. Cambiará todo. Porque en el momento que sepas quien soy, tendré que confesarte todo. Y no quiero que esto se termine. No quiero perderte. Aunque sea estúpido, poder hablar contigo me da mucho más de lo que tu puedas imaginarte.

—Hablas como si estuvieras...

—Enamorado— Me interrumpió, terminando la frase por mí—. Llevo muchos años enamorado de ti.

Continuará... 

¿Hola? Línea eróticaWhere stories live. Discover now